NOTA DEL ADMINISTRADOR: Debido a un fallo en el antiguo servidor de imágenes habrá paginas en las que no se vean estas en su párrafo correspondiente, y ya que volverlas a poner todas en su sitio llevaría muchísimo tiempo se ha insertado al final de cada crónica un vídeo para poder verlas.
Llegamos a Pakse, en una mañana calurosa, después de haber atravesado de nuevo la meseta de Bolaven, y de pasar por la puerta de Mr. Coffe.
A la entrada de la ciudad, vemos el regreso de las gentes que han ido temprano a su mercado desde el campo, cargadas de género que no encuentran en sus aldeas, o de lo que no han podido vender en los puestos.
Buscamos hotel, y desde el primer momento comprobamos que esta ciudad es tan cara respecto a hoteles como lo es la capital, al final decidimos alojarnos en uno que es una casa antigua colonial de agradable aspecto, y mejor jardín, pero que las habitaciones son solo correctas. Sin embargo en el precio (12 euros), va incluido internet, algo que a estas alturas nos es imprescindible, sobre todo para enviar mis crónicas a España, la dirección es, Salachampa Hotel, Lakmeung Village, teléfono 031212273.
Decidimos ir a la policía para informarnos del coste que tiene el quedarnos unos días más en este país, habiendo caducado el visado, tan solo por si las moscas, ya que el día 17 es el último que estamos legalmente en este país.
DESIERTO AEROPUERTO
Marchamos al aeropuerto de la ciudad, que en la anterior crónica ya había dicho que competía en tamaño con el de la capital Vientiane. Cuando llegamos entramos por la única puerta que tiene abierta, y nos encontramos dentro de él, pero como si de una película de terror se tratase sin un solo alma, que pueda decirnos nada. Recorremos el aeropuerto de arriba abajo, y gritamos intentando que alguien nos de señales de vida, pero ni un solo ser a excepción de un perro que pasa por la puerta, y nos mira extrañado de qué haremos allí.
Confundidos nos marchamos, y recorremos la ciudad, parando al final en la oficina de turismo, y obteniendo la información que necesitábamos en este lugar. Cuando la visa se caduca en Laos, hay que pagar por día que se permanezca aquí 2 $, pudiendo estar un máximo de 5 a 10 días.
Regresamos al hotel, y comemos en un restaurante cercano, ya que nos encontramos en el barrio antiguo de la ciudad, y hoteles, Guest House, y restaurantes, hay a patadas.
Por la mañana, tenemos decidido recorrer los dos templos que hay en la ciudad, lo único interesante de ésta. El primero se encuentra justo al lado del río, y del puente francés, y es también escuela budista.
CON EL MONJE FUMADOR
Finalizada la visita, y bajo la lluvia, marchamos a ver el otro, que es peor ya que carece de interés arquitectónico, o artístico, por lo que si el visitante va con tiempo justo, y no lo ve, tampoco pierde nada. Eso sí, resguardándonos de la lluvia, uno de los monjes que habita en el lugar, sale a darnos conversación, y además fumando un pitillo, algo que me deja sorprendido, ya que pensaba que los monjes llevaban una vida sana, y alejada de los pequeños vicios de la vida terrenal. Algo que es falso, ya que les está permitido incluso beber, y aunque no les está permitido tocar a las mujeres, si la comunidad budista lo ve adecuado, puede mantener relaciones sexuales con mujeres, imagino yo que entonces si le estará permitido el tocarlas.
Después de la comida, atravesamos el puente japonés que cruza el Mekong, y comprobamos con alegría que hay una carretera nueva que va a las ruinas de Champasak, las más grandes del país, sin necesidad de tener que coger un ferri. La carretera esta justo a 2,5 km después del puente, en un cruce a la derecha. Cogemos esta carretera, pero sin intención de llegar a Champasak que se encuentra a unos 35 km al sur de Pakse, ya que al día siguiente es cuando tenemos pensado de acercarnos hasta allí.
ESCALERA AL CIELO
A unos 10 km, pasamos por un lugar donde vemos una escalera enorme que sube hacia una montaña, y donde hay varia gente oriental subiendo y bajando.
Sin saber a donde lleva la escalinata, la tomamos, esta hace que hagamos bastante ejercicio, ya que tiene 384 escalones, los últimos 53 bastante duros.
Al llegar arriba, vemos que solo hay un templo que no vale demasiado la pena, sin embargo la vista que hay es espectacular, ya que se puede ver el Mekong, cuando empieza a abrirse, y a formar islas. Permanecemos en el lugar por al menos 20 minutos, lo justo para recobrar el aliento, y bajar de nuevo la escalinata, para coger la moto y regresar a la ciudad, haciendo alguna foto ocasional.
EL PALACIO HOTEL
Cuando llegamos a Pakse, decidimos acercarnos a un hotel que hay con aspecto lujoso, para tomar sólo un café, ya que pensamos que nuestro presupuesto es limitado, y no nos llegará para más. Llegamos al Champasak Palace Hotel, este edificio, en un primer momento fue pensado como palacio, y lo mandó construir en 1968, el último príncipe que hubo en Laos, pero con la revolución huyo a parís en 1974. Posteriormente una compañía tailandesa, en cooperación con el gobierno, lo restauró, y se convirtió en lo que es hoy en día, un hotel.
Al entrar, lo primero que nos sorprende, es que la recepción desentona con el resto del edificio, ya que es bastante pequeña, los jardines posteriores, son pequeños, y algo kitsch, y cuenta en algún rincón con varios animales de cerámica. Aparte de esto, hay que decir que tiene una excelente calidad precio, ya que la habitación más lujosa con una amplia terraza y vistas vale tan sólo 40 euros.
Su restaurantes amplio, con un cierto aire colonialista, que le da encanto, y lo mejor de todo, arengamos a todos los visitantes a hacer alguna cena, o tomar algún refrigerio, ya que los precios que tiene son iguales que el resto de los restaurantes o cafeterías de la ciudad, pero con un servicio impecable.
No hace falta dar dirección alguna del hotel, ya que el viajero con tan sólo pasar por la ruta 13, en Pakse, se pasará de largo de este impresionante hotel.
Después de la merienda, pasamos el resto del día vagando por la ciudad, y dejando que el pensamiento de que esta ciudad con tan solo un día se ve, germine en nuestros pensamientos.
A UNA HORA, CHAMPASAK
Por la mañana tal y como habíamos planeado en el día anterior, nos dirigimos a Champasak, cuando llegamos, lo hacemos a primera hora, ya que no tardamos ni tan siquiera 1 hora. Cogemos un hotel de la zona, el más barato hasta el momento donde nos hemos alojado, por tan solo 3,6 euros, pero del que no dejamos dirección, ya que posteriormente comprobamos que al llegar tan temprano hemos cogido la mejor habitación, y más limpia, pero las demás no lo son demasiado. Lo que sí podemos decir de la localidad, es que los hoteles, la gasolina, y la comida son caros, y que es totalmente cierto, que una vez que se abandona Pakse, y uno se dirige al sur, debe de cambiar el dinero necesario en esta ciudad, y prepararse, para la zona más cara de todo Laos.
Después de dejar nuestras mochilas en la Guest House, marchamos a las ruinas, que se encuentran a unos 10 km. al sur. La entrada cuesta 2,5 euros, y el aparcamiento es gratuito.
EN LAS RUINAS
Las ruinas de Champasak se remontan a 1500 años atrás, en su día fue la capital del reino Mon-jemer de Chenla, y fue habitada hasta el siglo XVI, en ella se veneraba al dios hinduista Siva, quedando en el lugar aún esculturas de él, y siendo adorado en la actualidad por confesos de esta fe. Además tiene la inscripción en sánscrito más antigua de todo el sudeste asiático.
Al llegar, pasamos por un camino de pequeños postes que pasa por en medio de dos pequeños estanques, llegando hasta dos edificios de estilo jemer en arenisca, que son anteriores al siglo VI.
Posteriormente se accede al nivel superior, por unas escaleras, las primeras en ruinas, por lo que hay que acceder por unas de madera, y el resto originales, con sus contras, ya que son de difícil subida.
Cuando se termina el ascenso, llegamos a la parte que a mí en particular me gusta más, el santuario de Siva, donde todas sus paredes están repletas de esculturas de este dios, y en el interior, hay unas esculturas de Buda, que nada tiene que ver con lo que en su día hubo en el lugar.
El lugar es muy hermoso, teniendo unas buenas vistas de todo el recinto, y desde donde se accede a varias piedras esculpidas que están cerca del santuario, la del cocodrilo, la del elefante, la huella de buda, todo ello en un entorno rebosante de vegetación propia de la zona.
En definitiva, vale la pena visitar este lugar, aunque al visitante en un primer momento le decepcione si espera encontrar un gran recinto, ya que en comparación con otros yacimientos, es un poco pequeño, sobre todo si se viene de Camboya, y se ha visto Angkor, lo que más tengo particularmente ganas de ver de este país.
Regresamos al hotel, y después de una buena ducha que nos quite el calor y el sudor milenario de las ruinas de Champasak, hacemos una buena comida, en lo mejor que tiene nuestro hotel su terraza al Mekong.
EN LAS CUATRO MIL ISLAS
La tarde la pasamos de paseo por el pueblo, viendo sus casas coloniales, y el quehacer diario de la gente que habita la villa.
Por la mañana, muy temprano, nos levantamos, pero una vez más de nada nos sirve, ya que la lluvia no cesa, y tenemos que permanecer en cama, para dejar pasar el tiempo.
Dos horas después sobre las 9, salimos con intención de llegar a Don Khong, una de las islas que conforman este tramo del Mekong, llamado Si Phan Don, que significa cuatro mil islas.
A esta altura el Mekong se abre a una anchura de 14 km, la mayor que alcanza en todo su recorrido, hasta llegar al delta, antes de alcanzar el mar. En este tramo, deja cientos de islas, en la temporada seca, y otras que son permanentes, en la estación húmeda, que están habitadas.
Don Khong, con una longitud de 18 km, y una anchura de 8, es la mayor de todas ellas, aunque la menos visitada por el turismo, siendo ella, a mi parecer, la más interesante, ya que se puede contemplar la vida tranquila que llevan sus habitantes, y está menos contaminada por la presencia extranjera.
EL LUGAR DE LA SONRISA
Cogemos un ferri, bueno mejor dicho dos barcas unidas por tablones, que hacen de plataforma, donde se transporta mi moto, y a nosotros dos, el trayecto cuesta un total de 1,8 euros.
Llegamos a la isla, y en vez de coger enseguida hotel, decidimos explorarla en primer lugar. Nos vamos poco a poco adentrándonos en ella, y vemos como absolutamente todos sus habitantes, nos saludan a nuestro paso con una gran sonrisa. Ya pensamos que hemos dado en el clavo al venir primero a este lugar, sobre todo cuando paramos en un puesto cerca de una aldea a comer, y la amabilidad con la que nos reciben, lo buena sopa que nos ofrecen, y lo económica que sale, 0,8 euros por plato, van haciendo de este lugar otro paraíso más de los que conforma Laos.
Posteriormente, después de atravesar una tormenta que nos deja empapados, recorremos varios hoteles, hay en toda la isla unos 8, por lo que podemos preguntar en casi todos, la mayoría situados en el lado oeste de la isla, pero a destacar enormemente sobre los demás en el que decidimos quedarnos. Es una casa cerca del embarcadero donde hemos atracado, pero sin estar al lado del río, la regenta un amable señor de unos 60 años, que nos da la bienvenida con una sonrisa isleña.
MUY BUEN HOTEL
La Guest House se llama Kang Khong Villa, cuenta con dos tipos de habitaciones, unas por 5 euros, con aire acondicionado, y otras por 4,20, con ventilador, al ver la primera, la más cara, automáticamente, le digo que no hace falta que me enseñe más, que aquí nos quedamos.
Cuando Maruxiña la ve, queda tan gratamente complacida como yo, es de estilo colonial, y además de estar muy limpia, tiene ese ambiente especial con el que muy pocos hoteles cuentan, y que hace que uno quiera estar siempre alojado allí, y no marchar en una buena temporada.
Allí mismo, contratamos un recorrido por el Mekong, para ver las islas que están al sur, y las cataratas, para el día siguiente, por 5,10 euros por persona, y así poder disfrutar de un día más en esta paradisíaca isla. Por la tarde, volvemos a tomar nuestra moto, y a recorrerla, haciendo fotos del día a día de sus gentes, volviendo a tener el saludo amable de todos ellos, al vernos pasar.
Lástima que nos queden tan pocos días de visado, pensamos los dos, mientras de nuevo otra tormenta nos moja de regreso al hotel en el atardecer de una isla del Mekong.
PUENTE DE PEAJE
Al día siguiente salimos de la isla en dirección Don Kon, viajando río abajo, viendo el quehacer de los habitantes de las islas, y llegando hora y media más tarde al embarcadero.
De allí, marchamos andando por error a la isla de Don Det, a través de un puente que las une, y en el que hay que pagar peaje, 1,8 euros por pasajero y por día.
En la caminata de tres kilómetros, podemos apreciar el bello paisaje de los campos de Don Det, y también las labores de sus habitantes, en ellos, y de los niños que intentan cazar algún pájaro con tirachinas, o alguna pareja de animalitos.
Al darnos cuenta del error de la equivocación de la isla, nos volvemos atrás, pero esta vez con un tuc tuc, volvemos a atravesar el puente francés, y continuamos a pie, en busca de las cascadas del Mekong.
ESQUIVAS CASCADAS
Pero precisamente ese día, es uno de esos días en los que absolutamente todo sale al revés de cómo uno se lo plantea, y nos volvemos a dar una caminata de unos 6 kilómetros esta vez, y ni por supuesto encontramos las cataratas.
Regresamos a nuestra isla cabizbajos y cansados, y pensando que al día siguiente igualmente nos iremos a la isla de Don Det, donde permaneceremos por al menos tres días, y nos prometemos, que encontraremos el camino a las cascadas del Mekong, ya que se ha convertido en una cuestión de orgullo.
Por la mañana salimos de la isla en una barca como la que nos llevo a ella, y mirándola desde esta, cuando nos alejamos, sentimos un pellizco, ya que dejamos un lugar que nos ha enamorado por sus gentes, nuestro hotel, y el ambiente que se respira en ella.
Llegamos a Don Det, después de una odisea, para poder embarcar nuestra moto de nuevo, ya que los embarcaderos de tierra firme, y de la isla, para los vehículos, son un autentico desastre, y sólo reservado para auténticos expertos en motocross.
Al llegar a la isla, ya comprobamos que todas las islas de esta parte del Mekong, tienen un aire especial, muy relajado, donde el tiempo en absoluto importa.
VISTAS AL ESTE O AL OESTE
Don Det, es la isla más albergada por turistas, de paso, por lo que está repleta de Guest House, todas ellas con bungalós, con vistas al Mekong, tanto al este para poder ver su amanecer, como al oeste, para el atardecer. Escogemos uno que nos sale por 2,7 euros, con baño en el interior, pero vemos con sorpresa, como hay de hasta 1,5 euros, algo verdaderamente barato en esta isla.
Posteriormente comprobamos como en la isla hay un ambiente tan extremadamente relajado, que la mayoría de los extranjeros que hay fuman marihuana, sin ninguna censura, por parte de los habitantes de la isla, pero sin llegar a los excesos que se pueden ver en Van Viang.
A media mañana, llamamos a Yani, y nos confirma, que en menos de una hora, llega a la isla, donde estará por un par de días, por lo que decidimos esperarla en el embarcadero.
Pasamos la tarde los tres, en compañía de otros dos españoles viajeros, en una terraza a orillas del Mekong. En tertulia sobre el mundo, España, y las pretensiones que tenemos todos, comprobando, que en absoluto somos unos bichos raros, por tener este tipo de pretensiones en la vida, de vivir viajando, como digo siempre Ni mejor, ni peor, simplemente diferente.
A la mañana siguiente, Yani alquila una bicicleta, para explorar la isla, y nosotros, salimos con la intención de encontrar por fin las cascadas del Mekong, en la isla vecina de Don Kon.
Pasamos por el puente francés a toda mecha con la moto, para evitar el pagar el peaje, y cuando cogemos el camino que dos días antes habíamos pasado, vemos que a un kilometro y medio del puente, hay un desvío a la derecha, que cogemos, y nos lleva hasta las cataratas.
EL EMBUDO DEL MEKONG
Cuando las vemos, quedamos impresionados de la fuerza de la naturaleza, ya que en ellas, el Mekong, que 10 kilómetros antes se abre, ahora se cierra, en vario saltos, y haciendo un embudo, con todo lo que esto conlleva. Es muy impactante el ver de nuevo lo magnifica que puede llegar a ser la naturaleza, y lo pequeño e insignificante que se siente uno cuando ve tanta fuerza y tanta belleza unida.
Cuando nos dirigimos, a una pequeña palaya que hay cerca de las cataratas, nos encontramos con Yani, que acaba de llegar, y decidimos acompañarla, y luego ella nos acompaña a nosotros a la playa, donde los tres nos damos un baño en el Mekong, para huir del calor intenso que tenemos.
Por la tarde quedamos todos en uno de los bares del embarcadero de Don Det, para ver nuestra penúltima puesta de sol en Laos, y ver alguna buena imagen que otra del embarcadero.
ADIOS YANI
A la mañana siguiente, nos despedimos de Yani, esta encantadora persona, que el día que la conocí en Vietnam, le vi un brillo especial en su mirada, y sentí, algo que en la vida, ocurre poco, una cierta complicidad, que hizo que pensara, lo que con este encuentro confirme, que es una persona encantadora y no de serpientes, y que cada vez que quiera unirse al Taravitazo, tendrá las puertas abiertas de par en par, al igual que las de mi casa, hasta pronto Yani.
Por al medio día, comemos el jamón que Yani nos ha dejado de regalo, y que Maruxiña degusta, como si llevara 5 años sin comerlo. Después de una siesta, decidimos ir a ver nuestro último atardecer en Laos, algo a lo que desgraciadamente nos hemos mal acostumbrado.
CON LOS HIJOS DE LA CRISIS
Por la noche quedamos a cenar con Antonio y Yeni, los dos españoles, con los que estuvimos el primer día, y con otro español más que hemos conocido en el embarcadero cuando nos despedimos de Yani. Al final, en el restaurante, nos juntamos un total de 9, cuando nos contamos un poco nuestras vidas, pienso para mi, mientras apuro mi última noche en Laos, que precisamente, de todo el viaje que llevo realizado, es la vez en la que estoy con mayor número de compatriotas, todos ellos diferente manera de ver la vida, de diferentes edades, y con diferente tiempo en el viaje, pero que a todos los une dos cosas. La primera viajar, y la segunda, que son todos hijos de la crisis, que irónicamente, es la que les ha dado la oportunidad realizar sus sueños.
Pai Kone Deu Laos, Johm Riab Sua Camboya
A la mañana siguiente, salimos de Laos, y entramos en Camboya, atrás dejamos el país que hasta el momento, me ha impactado más por la belleza de sus paisajes, sus gentes, su gastronomía, y un largo etc.
Mientras relleno el papeleo en la oficina fronteriza, y el guardia con la cara me regala una dulce sonrisa laosiana, y con la mano me pide un dólar por abandonar el paraíso, pienso en la gran suerte que he tenido de visitar este país, y que el viajero debe obligatoriamente visitar Laos, pero no dentro de tres o cinco años, que todo abra cambiado, sino ahora, que es de lo poco auténtico que aún queda en el mundo.
Nada mas atravesar la frontera, el viajero percibe enseguida, que Camboya no tiene en absoluto nada que ver con Laos, ya que todo el camino se encuentra ausente de vegetación, tan hay solo arrozales.
Las dos primeras etapas, que hacemos es hasta Kratie, y Kompong Cham, ciudades del norte y centro respectivamente, que parecen haber salido hace poco tiempo de una guerra, ya que son polvorientas, y con todo por hacer.
TRES MILLONES DE MUERTOS
Leyendo la historia reciente de este país, no es de extrañar que la mayor parte del país esté como están estas ciudades, ya que hace poco mas de 12 años, Camboya, aun continuaba decidiendo su futuro en los coletazos de una guerra civil. Y hace 30 años, sufrió uno de los mayores genocidios de la historia contemporánea a manos de los jemeres rojos, liderados por Pol Pot, un loco Camboyano, que hizo que en tan solo tres años murieran 3 millones de habitantes, igual que judíos murieron en campos de exterminio, la quinta parte de la población que tiene actualmente el país. Todos ellos en Fusilamientos masivos, y en campos de trabajo, donde trabajaban niños, ancianos, y enfermos, de 12 a 15 horas diarias, además de ser torturados hasta la muerte.
A día de hoy, los responsables, siguen estando sin juicio, y algunos, continúan en lugares de relevancia en el seno político del país, por lo que los camboyanos continúan viendo a sus asesinos y torturadores a diario.
MIL Y UNA MINAS Y SONRISAS
Además, Camboya continua sumergida en luchas internas políticas, mientras las minas anti personas de fabricación española continúan sembradas en una buena parte del territorio, mutilando a niños y personas.
Pero lo verdaderamente asombroso a primera vista de este país, es que todos los camboyanos, son de tez muy morena, rostro serio, y de mirada penetrante, pero cuando les sonríes, enseguida, se abren y te lo dan todo con una amabilidad exquisita.
Sin embargo el país, según las guías, y visitantes con los que hemos podido hablar, poco o muy poco tiene que ofrecer al viajero, excepto las ruinas de Angkor, a donde llegamos dos días después de atravesar la frontera, habiendo recorrido casi la mitad norte del país, y visto, una tras otra, ciudades pequeñas, y muy desvencijadas, por carreteras, con más trafico que las laosianas, y con conductores más agresivos que los vietnamitas, lo que hace de este país un lugar peligroso para conducir motocicleta. Pero esto será ya en la próxima crónica, mi primera de Camboya, un país del que espero conocer además de todo aquello que ofrece al turista pasajero, el misterio de la sonrisa de sus habitantes, después de padecer un horror.