Laos (II)

NOTA DEL ADMINISTRADOR: Debido a un fallo en el antiguo servidor de imágenes habrá paginas en las que no se vean estas en su párrafo correspondiente, y ya que volverlas a poner todas en su sitio llevaría muchísimo tiempo se ha insertado al final de cada crónica un vídeo para poder verlas.

 

Salimos de Paksan, y tomamos la ruta trece, dirección sur, al llegar a Vieng Khan, decidimos girar al este en la carretera que va a Vietnam, ya que el paisaje que hay lo merece.

Comenzamos a subir y bajar montañas kársticas y el paisaje en absoluto nos defrauda. La naturaleza que encontramos desborda vida, los árboles son de gran altura, y el espesor de la selva, sólo deja comprobar de vez en cuando, que estamos en un lugar, donde los helechos han dejado de ser plantas del tamaño de arbustos, para convertirse en árboles.

BUENA CARRETERA Y BUEN EQUILIBRIO

La carretera es de muy buen asfalto, mejorado el camino aun más si cabe, por la ausencia de tráfico que caracteriza a las carreteras de este país, aunque para acceder a algún mirador, tenga que echar mano de la experiencia adquirida en las carreteras vietnamitas.

Los puentes que nos encontramos, también requieren que el conductor, cuando menos tenga algo de equilibrio, ya que en el sentido de la circulación, solo tiene un par de tablones guía, que sirven para solo un vehículo de cuatro ruedas.

Llegamos a la localidad de Khoun Kham, donde hay una cascada, y donde están ampliando la central hidroeléctrica que nutre de electricidad a toda la comarca.

En un primer momento, vamos a parar en una Guest House, pero en la carretera vemos el anuncio de un hotel con buena pinta, y nos extraña bastante, ya que el pueblo es muy pequeño y se encuentra a 4 kilómetros por una carretera sin asfaltar y decidimos acercarnos para ver de qué se trata.

GOZADA DE HOTEL

Cuando llegamos nos encontramos con algo digno de que el viajero haga una pausa en el camino, y permanezca en este lugar por al menos dos días.

Es un hotel de bungalós de madera, situado en la rivera de un río, donde los vecinos laosianos del hotel, hacen sus quehaceres diarios, y donde el tiempo se detiene.

Por un ridículo precio de 8,5 euros la noche en bungaló doble, con el café matutino incluido, y un buen restaurante de platos muy buenos típicos de Laos, el viajero puede deleitarse con todas las comodidades posibles en estas tierras, de un remanso de paz y de un paisaje pocas veces superado en este viaje.

La dirección es Sainamhai resort, Namsanan Hinboun district, telf. 856 20 2233 1683. Nuestra sorpresa aumenta, cuando el dueño, y constructor del hotel, al escucharnos hablar en español, nos habla también en nuestro idioma materno. Es arquitecto, y estudió en cuba; ideó este hotel en un entorno natural, y sin que por ello afectara en modo alguno a la naturaleza, ya que es muy ecologista, y ama todo lo que tiene que ver con el entorno.

Los bungalós, los construyó, imitando las casas de los laosianos, para que no estropearan el entorno donde se encuentra, y la recepción y el comedor, de igual modo. Es un negocio familiar, donde vive junto a su mujer, y sus tres hijas de nombre latino, y cada una de ellas se encarga de un servicio diferente del hotel.

Después de una buena ducha, y una mejor comida, decidimos quedarnos por al menos tres días en este paraíso, aunque no disponga aún de wifi.

En los dos días siguientes, los pasamos enteros en él, disfrutando de las estampas que nos ofrece las vistas del comedor al río, donde niños y mujeres, se dan un baño, los animales se acercan a pastar a sus orillas, y a refrescarse en sus cristalinas aguas, y donde a veces algún que otro despreocupado del reloj, intenta pescar algo con lo que más tarde poder llenar su estómago. . Sólo visitamos el pueblo y su mercado en un par de horas, obligándonos a no morir de pereza, ya que somos de la ideología, de cuanto menos haces menos te apetece hacer, y no queremos sufrir de ese mal.

SELVÁTICO HOTEL

En la mañana siguiente, después de unos días de relax, y una noche marcada por la celebración de la cuarta Copa de Europa del F.C. Barcelona, decidimos  dirigirnos a Kong Lo, 35 km. al sur. Kong Lo es una cueva que se recorre a pie y en barca, bastante famosa en el lugar, donde nace el río Nam Himboun, la entrada cuesta sobre 4,5 euros, y se tarda unas tres horas en recorrerla. Tanto Maruxiña como yo desistimos de hacerlo, ya que en absoluto nos atraen las cuevas, pero lo que sí hacemos es disfrutar del magnífico paisaje que hay en la carretera.

Dos kilómetros antes de llegar a la entrada de la caverna, me fijo que en la carretera hay un cartel que indica Auberg Konglo, restaurant&hotel 1500m.

Cogemos un camino de tierra y piedras, que hace que Maruxiña se arrepienta de mi decisión de habernos introducido en él, pero que cuando llegamos al lugar donde se encuentra el restaurante, se le ilumine la cara y disfrute de este día más que de ninguno de los que ha estado en Laos.

Nos encontramos en uno de los parajes más bellos y salvajes de todo Laos, es un pequeño hotel, situado en el interior de la selva, y al lado del río Nam Himboun.

LA COCINA DE INSECTOS

En este pequeño paraíso, los únicos huéspedes que tienen, son un grupo de franceses, que trabajan para la televisión francesa, y se encuentran haciendo un reportaje sobre los insectos que comen los laosianos, que poco a poco se van introduciendo en la cocina occidental, y que además de ser toda una novedad, son pura proteína.

Pero lo realmente auténtico de este lugar, no es el espectáculo natural que lo rodea, ni la maravillosa cocina que disfrutamos viendo el paso del río, sino las gentes que viven al lado, ya que se encuentra emplazado en mitad de la jungla, y ellos viven de ella, sin luz agua, y haciéndolo todo como hace 100 años.

Después de la sopa de pescado, y ensalada de lo mismo, Maruxiña y yo precavidos los dos, ya que salimos de nuestro hotel con los bañadores, decidimos darnos un chapuzón en el río, y pasar al menos una hora, en compañía de unas niñas que se encuentran realizando la colada en él. Éstas al ver a mi compañera en  bikini, se escandalizan, ya que en este país las mujeres se bañan con una especie de pareo que les cubre el cuerpo.

LAS LANCHAS BOMBA

Después de haber pasado una de las mejores tardes en este país, regresamos a nuestro hotel, parando en el camino, a hacer alguna foto a las curiosidades que nos encontramos, como las lanchas bomba. Estas se llaman así, no por que vayan muy rápido, o por que exploten, sino porque son bombas de la guerra que no explotaron y sus habitantes, las han aprovechado cortándolas por la mitad a lo largo, para hacer embarcaciones.

A la mañana siguiente, nos despedimos con sabor agridulce del lugar que hemos ocupado por tres días, porque, ¿quién se resiste a alejarse del paraíso?, mientras subo la montaña que hay a la salida del pueblo, en dirección Lak Sao, pienso para mí que este lugar y sus alrededores de belleza sublime, pueden fácilmente atrapar al viajero, y hacer que pierda la noción del tiempo, y quede atrapado para siempre por la belleza y el encanto de sus gentes.

No me extraña, que el dueño del hotel, nos dijera que jamás en su vida ha pensado el abandonar este lugar, y que el simple hecho de salir por un par de días de este entorno, por necesidades médicas o laborales, hace que nada más salir piense solo en volver, a mi me pasa lo mismo.

HACIA LA RUTA  S8, NOSTALGIA DEL CAFÉ

En esta jornada, de solo transición, ya que nos espera un camino agotador por la ruta S8, según las guías la mejor de todo el país para hacer en moto, llegamos a Lak Sao, a tan solo 35 km, de Vietnam, algo que aprovecho, para recordar en un café cercano a nuestro hotel el sabor del café vietnamita.

Nada más se puede añadir a esta población, que al ser de paso, cuenta con varios hoteles, todos ellos sin internet, varios medios de transporte de cuatro ruedas, y gentes de diversos lugares, como ya he dicho nada de lo que merezca la pena reseñar.

Por la mañana, habiendo cambiado la rueda trasera de mi moto por tan solo 7 euros, cogemos la ruta S8, después de 10 km. de intervalos de asfalto y tierra, esta acaba siendo sólo tierra, un camino de cabras. A los 20 km. paramos en una aldea, y nos pensamos si proseguir o darnos la vuelta, ya que aún no hemos llegado al punto de no retorno. Con la cabeza fría, y dándole vueltas por media hora, decidimos no continuar, y darnos la vuelta, ya que el camino se hace cada vez mas intransitable, y es casi imposible el avanzar dos personas cargadas con dos mochilas, en una moto que en absoluto es la adecuada para este tipo de caminos. A veces para avanzar es necesario retroceder, pienso mientras regresamos para convencerme a mí mismo.

DE NUEVO EN EL PARAÍSO

Volvemos al paraíso que dos días antes habíamos abandonados, en el camino Ong Cool Woman In A Black Dress, en mi mp3, hace que la retirada no me suene demasiado a frustración, junto con el magnífico festín de comida y la merecida siesta posterior, ya que el cansancio, es bastante obvio en nuestros cuerpos después de tantos kilómetros.

En el sur de Laos, la temporada húmeda comienza en junio, pues bien tal y como si de una cita ineludible se tratase, después de siete días que hemos estado sin ver una sola tormenta, a las doce de la noche en punto, del día 1 de junio, comienza a llover.

Por la mañana nos levantamos temprano con la intención de llegar hasta Takhek, a 180 km. al sur, vemos como la lluvia no ha parado, sino que a cada momento arrecia, desayunamos, y hacemos nuestros equipajes, con la incertidumbre de seguir camino o no, y pensando que al final estaremos atrapados en el paraíso.

Maruxiña, a la que no le gusta la lluvia en absoluto, se resiste a marchar, mientras que le digo que parece mentira, que siendo gallega no esté acostumbrada a la lluvia, un poco molesta, me vuelve a soltar una de sus frases lapidarias aderezada con su acento gallego,”Soy gallega, pero tuve buena vida”.

LA RUTA 13

Mientras atravesamos pueblos, puentes y montañas, pienso en las ocasiones en que Maruxiña me suelta perlas tales como la que dejo caer en Bangkok cuando llegamos y vimos personas de todas las nacionalidades, entonces muy cándidamente Maruxiña me mira y me dice “Hay que ver que en el mundo hay gente de todo el mundo”.

Cogemos por fin a la magnífica ruta 13 que recorre Laos desde Vientiane hasta Camboya,  donde la lluvia nos da un descanso, y nos deja proseguir.

Llegamos a la hora de comer a Thakhek, después de almorzar una estupenda sopa, recorremos la ciudad, en busca de hotel, comprobamos que desgraciadamente, no son los precios de los lugares que hemos dejado atrás. Aun así, conseguimos hospedarnos, en un hotel vietnamita, que se encuentra a orillas del Mekong, que tuvo tiempos mejores, pero que dispone de restaurante y puticlub camuflado en salón de masajes como opciones de ocio al viajero. El nombre del hotel como no podía ser otro es Mekong Hotel, Setthathilat str. Las habitaciones, son enormes, y disponen de aire acondicionado, pero sin duda lo mejor que ofrece el hotel son las vistas, ya que desde su cuarta planta, se puede ver todo el Mekong a su paso por la ciudad, y Tailandia al otro lado.

ENORME MERCADO

Thakhek, es una ciudad pequeña, con un enorme mercado, ya que la gente de las poblaciones cercanas se abastecen en él. Pero sin duda el mayor atractivo que tiene la ciudad a mi modo de entender, es pasear por sus calles llenas con la sombra con la que obsequian sus árboles de flores rojas, parar en alguno de los puestos de batidos de frutas que hay en la ribera del río, contemplar quizás una de las mejores puestas de sol que tiene el Mekong, bajo la atenta mirada de sus viejas casas post colonialistas francesas, impertérritas al paso del tiempo.

Toda una buena experiencia, que merece que el viajero pare en esta ciudad, que pocos turistas conocen, ya que la mayoría que paran aquí, lo hace como base para visitar algunas cuevas que hay en los alrededores de esta bella señora llamada Thakhek.

Por la mañana, sobre las cinco de la mañana, me despiertan dos gallos, que me parecen estar confabulados con el gallo de Matilde la vecina de mi pueblo.

Al ser imposible el continuar durmiendo, salgo de la habitación, dejando a mi compañera dormir a pierna suelta, y dándole en esta ocasión descanso de mis ronquidos.

Me dirijo al gran mercado de esta ciudad, y compruebo, cómo a poco van despertando los diferentes comercios que hay en él. Y cómo los puestos de carne, son iluminados por los primeros rayos de sol que sobresalen de las montañas que se encuentran al este, y de cómo en los puestos donde preparan los platos del día, llenan el ambiente de humo, haciendo que las imágenes se puedan oler.

Continuo mi recorrido, viendo cómo los más veteranos, van montando los comercios, mientras los más jóvenes en estos lares, aun se encuentran intentando arrancar minutos al tiempo, para permanecer un poco más, sólo un minuto más por favor, parecen decirle a sus padres con la mirada, mientras estos los arengan, para que los ayuden.

JÓVENES Y HONRADOS MECÁNICOS

Después de comprar unos batidos, para desayunar, me dirijo a dar una vuelta por la ciudad, y compruebo como en algún barrio, se realiza la ceremonia del recorrido de los monjes budistas, y veo como esto no es concesión única de Luang Praban, además exenta de turistas.

Posteriormente, busco un taller donde cambiarle el aceite a mi moto, es la vez que hace 12, pienso para mí, mientras un chico de unos 10 años le cambia con avidez el aceite, y su hermano de tan sólo 6, desmonta con una pericia de un mecánico experto un carburador y lo limpia, los dos viven con su familia de 6 miembros en una sucia caseta de madera, a orillas del Mekong. Ninguno de los dos va a la escuela, tiene dos hermanos más pequeños, duermen todos, junto con sus padres en una cama, que se ve ubicada en el mismo espacio del taller, sin embargo sólo cobran lo justo por hacerme el arreglo 2,50 euros con el aceite incluido.

Salimos de la ciudad, y nos dirigimos a Savannakhet, ciudad situada a 130 kilómetros al sur de Thakhek. La lluvia de momento se ve pero solo en la lejanía, poco a poco vamos escapando de ella, hasta llegar a nuestro destino.

EN EL BARRIO FRANCÉS

Savannakhet, es una ciudad conocida en este país, por dos cosas, la primera por sus casinos, la llaman Las Vegas de Laos (nada que ver ni con los juegos reunidos Geiper), y la segunda por que tiene un puente que cruza el Mekong, y sirve a transportistas, y sólo a éstos, para pasar de Laos a Tailandia, y viceversa.

Para mi merece mucho mas la pena, su barrio francés, donde aun se puede saborear el aire colonial que tuvo esta ciudad en otra época, o degustar en uno de sus restaurantes situados en la ribera del río, una estupenda fundé o parrilla de carne.

El lugar más apropiado para hospedarse, a pesar de que en la Lonely Planet lo desaconseje, es Savanbanhao Hotel, situado en Senna/Suthanu Rd., unas habitaciones que van desde 7 a 10,2 euros, con un buen desayuno incluido, lo que hace que sea muy rentable. Además el encargado del mismo, que se llama Mr. Kong Phet, es de una amabilidad exquisita, sus habitaciones, dispensan todo lo que el viajero necesita para un buen descanso, y con mucha tranquilidad, además está situado en el barrio antiguo, y cerca de lo único que le puede interesar al visitante, además de sus tres pequeños casinos, el museo de dinosaurios, pero que el visitante no se lleve a engaños, ya que no vale en absoluto la pena.

DIOSA LLUVIA

Por la mañana, proseguimos camino al sur, esta vez nos dirigimos a Pakse, la segunda ciudad más grande del país, pero por su lejanía, tenemos que hacer parada unos 65 kilómetros antes, ya que al día siguiente continuamos, pasando de largo Pakse, a la que visitaremos con posterioridad, y dirigiéndonos al este, hacia las dos provincias más naturales y salvajes de este país, Sekong y Attapeu, las dos menos visitadas por turistas.

Al salir de la ciudad, la lluvia amenaza, y escuchando en mi mp3 “Dios de la Lluvia” de El último de la fila, en mis pensamientos, intento hacer un pacto con ese mismo Dios que nos pueda dar un salvoconducto, hasta llegar a nuestro destino. Poco a poco nos vamos acercando, llegando a lugares donde la lluvia ha pasado, o donde aún está por pasar, y así hasta el final de trayecto.

Paramos en un pequeño pueblo de carretera, llamado NaPong, que nada tiene que ofrecer salvo sus carnes asadas, y su rico arroz semi cocido al vapor, por lo que es jornada de transición.

DIOS CIELO

Por la mañana, continuamos camino, en la carretera, descubrimos estampas de la vida diaria de los laosianos, de los medios de transporte habituales, y de un encanto más que este país tiene para ofrecer, su cielo. Sé que esto puede sonar un tanto extraño al lector, pero en muy pocas ocasiones he podido disfrutar de el panorama que ahora disfrutábamos nosotros, un cielo limpio, sin polución, acentuado aun más por las nubes que son amas y señoras de él en la temporada húmeda, así de esta manera llegamos a Pakse.  Es una ciudad, con un aeropuerto comparable al de la capital, y con diversos servicios propios de una ciudad, incluso un consulado de Tailandia.

EN LOS CAFETALES

Cambiamos la dirección sur, por este, y vamos subiendo la meseta de Bolaven, donde se cultiva el mejor café de Laos.

Paramos en Pakxong, donde en un principio no teníamos pensado quedarnos, pero en la carretera hemos ido viendo varios desvíos que conducían a cascadas,

Posteriormente, paramos, en algo que al principio nos parece un espejismo, en el pequeño pueblo, hay un café, con wifi, no nos lo pensamos dos veces, y paramos para consultar el correo, mientras degusto un exquisito café, del que llevaba una eternidad sin saber nada de él. Al abrir el correo, recibo un más que agradable sorpresa, Yani, la ibicenca, después de haber leído mi última crónica de Laos, le ha dado un taravitazo, y ha decidido venir a hacernos una visita: en tan sólo dos semanas, nos encontraremos con ella.

Llevados por el exceso de cafeína en mi cuerpo, y de teína en el de Maruxiña, decidimos quedarnos en el pueblo, por al menos dos días, ya que estamos un poco harto de haber deambulado en los últimos tres días, por tres lugares diferentes, y porque creemos que el lugar vale la pena. Pero este pueblo, aun nos tiene preparada otra sorpresa: cuando preguntamos al dueño del café, un holandés, que está en este lugar por tres años, dónde nos podemos hospedar, nos recomienda un hotel, que está casi a la salida del pueblo, nos dice que es muy bonito, y que vayamos de su parte,

-”Decid que vais de parte de Mr. Coffe”, nos dice, mientras arrancamos nuestra moto, y nos dirigimos a él. Tomamos el camino indicado, y después de una subida, encontramos un gran hotel, con unas estupendas habitaciones, y unas vistas de lo mejor, y efectivamente, las habitaciones, valen 9 euros, y al decir que vamos de su parte, nos cobran solo 7.

La dirección es: Hotel Phu Thevada, Ban Bang Liang, Khum Nong nKieng Kham, en Paksong.

Las habitaciones muy confortables, y muy limpias, el restaurante un poco caro, por lo que aconsejamos a los clientes, que para realizar las comidas vayan al pueblo, donde les saldrá por la mitad de precio.

CAFÉ CON CHURROS

Pasamos la tarde relajándonos, en este segundo paraíso, que además cuenta con dos perros, que hacen las delicias de mi compañera, y con un paisaje de bella estampa. Ambos tenemos el mismo pensamiento, es fácil dejarse llevar por la belleza del lugar, y quedarse en él por un largo periodo de tiempo, como hizo en su día Mr. Coffe.

Por la mañana, nos levantamos decididos a ver los alrededores de Paksong, pero el tiempo no quiere que comencemos pronto, ya que cae lluvia. Nos dirigimos al pueblo, y en una tienda justo enfrente de Mr. Coffe, desayunamos un buen café, y unos churros vietnamitas, algo que no había visto desde que abandoné este país. Reposamos el desayuno, viendo en la carretera el quehacer diario de los habitantes de este pueblo, hasta que escampa.

EN LAS CASCADAS

Posteriormente, nos dirigimos a visitar las numerosas cascadas que se encuentran a las afueras de la población. La primera que decidimos ver, es la que se encuentra en el km. 40 de la carretera, de Pakse a Paksong, cogemos por un cruce de la misma, en la que un cartel ya indica que se encuentra a tan sólo 800 m. Al coger el camino, y ante la reciente lluvia, que lo ha dejado resbaladizo, Maruxiña decide bajarse de la moto, y quedarse en un bar cercano, yo por mi parte prosigo camino, aunque entiendo la decisión de mi compañera. Llego a un aparcamiento, donde pago mi entrada y la de mi moto 0,7 euros, luego dejo mi moto en el aparcamiento, donde se encuentran también varios restaurantes. Bajo una empinada y resbaladiza escalera, y el ruido del agua, ya se mezcla con el de la jungla, por fin llego a un claro, y ahí veo una espectacular cascada, con un salto de unos 100 metros, es una maravilla que el viajero no debe de perderse.

Luego subo en donde el agua de la cascada cae al vacio, compruebo que cerca hay una Guest House, donde quien quiera puede pasar la noche. Justo a 10 metros de la caída, me encuentro a un chico que se lava los dientes en el río, y le pido que me haga una foto justo en la caída del agua. Salgo del lugar aun maravillado, y busco a Maruxiña que me espera tomando un refresco, en la tienda de una mujer, que se encuentra separando los granos del café, para sembrarlos, le cuento mi experiencia, y le enseño las fotos.

SEGUNDAS CASCADAS

Posteriormente nos dirigimos a las cascadas que se encuentran en el km. 35, estas están situadas al lado de un hotel con casitas, no son tan espectaculares como las anteriores, ya que la caída es de tan solo 50 metros, pero sin embargo sí lo es el baño que me doy en el lago formado por la cascada en su caída. Debo de decir, que pocas cosas he vivido tan placenteras en mi vida, como el flotar en el agua viendo como un chorro de cientos de litros cae a tu alrededor, en un entorno de naturaleza salvaje, y lo mejor de todo, en completa soledad, tan solo con Maruxiña, y la naturaleza como compañía.

LA MEJOR SOPA

Regresamos de nuevo a la carretera, y en el km. 36.5 paramos en un pequeño restaurante, que se encuentra en el margen derecho dirección Paksong, justo antes de otro cruce que hay para ver otras cataratas. Doy tantos datos, porque en este lugar atendido por una atractiva laosiana, hemos comido la mejor sopa de este país, y además hace uno de los mejores cafés con hielo al estilo laosiano que probamos, todo por tan sólo 2 euros las dos personas.

Regresamos al hotel y pasamos la tarde vagando, y hablando con la familia, algo que ya se ha convertido en cotidiano los fines de semana, y que ellos esperan supongo con agrado, ya que intercambiamos vivencias, y hechos pasados a lo largo de la semana.

DE NUEVO BAJO LA LLUVIA

Al día siguiente continuamos camino, después de un café, y con un cielo que está indeciso de si decantarse por lluvia o sol, decimos adiós a Paksong. Pasamos por enormes cafetales, y recorremos la meseta de Bolaven, al ritmo que nos marca la somnolienta y sugerente voz de Fiona Apple en “Across the universo”, con dirección a Attapeu.

De repente, como si el salvoconducto que el Dios de la lluvia nos otorgo, hubiera caducado, la madre naturaleza, deja caer todo el agua que anteriormente esquivamos.

Conseguimos refugiarnos bajo una especie de cobertizo que atraviesa la carretera, y que sirve de control policial a camioneros, y que en ese momento se encuentra abandonado.

Vemos como diversas gentes se refugian también y después de un rato de descanso, continúan camino, bajo una de las lluvias más intensas que he vivido. Intercambiamos con los visitantes esporádicos del refugio, miradas y gestos, ya que ninguno habla inglés, alguno nos ofrece alguna fruta, para compartirla, otros viajan con sus hijos de corta edad en la moto, y algún soldado que se encuentra de permiso, carga con la maleta, sin destino definido. Todo ello haría la base para un buen guión de cine independiente, pienso, mientras fotografío el juego de unos niños en la cercanía de su casa, que han sido dejados por sus padres, mientras ellos han ido a trabajar.

Vuelvo a comprobar lo que en otras ocasiones: he visto en los laosianos, que sin tener riquezas, ni posesiones, disfrutan con tan sólo lo que la vida les ha dado, y que con una lluvia torrencial, y un balón desinflado, disfrutan como si en sus manos tuvieran el mayor tesoro del mundo.

CINCO EUROS EN RADIOS NUEVOS

Cuando deja de diluviar, y solo llueve, emprendemos de nuevo camino, media hora después de abandonar la meseta, la lluvia cesa, pero no los problemas, debido al peso que lleva sufriendo la rueda trasera de mi pobre moto, los radios de esta se rompen, y tenemos que parar, a que sean reparados. Un trabajo largo, que acaba dos horas después, y con un precio de 5 euros, pagados a un mecánico vietnamita, que no cesa de decirnos, mientras le vamos dejando los billetes en su mano, lo bueno que es Vietnam, y lo malo que es Laos, pienso para mí, que es la misma cantinela de todos los inmigrantes.

Una hora después por fin llegamos a Attapeu, lejos de encontrarnos una ciudad en medio de la nada, y bastante atrasada, nos encontramos una ciudad, que está en construcción, ya que están levitando varios edificios gubernamentales, e incluso un gran parque. También están poniendo la red de alcantarillado, y aunque los turistas brillan por su ausencia, tiene varios hoteles, incluso uno de ellos con internet, donde decidimos alojarnos, y donde está completo, o al menos eso nos dicen al ver nuestro aspecto, por lo que debemos de marchar a otro que se encuentra a las afueras, muy limpio, económico, y el dueño habla bien ingles. Su dirección es Guest House Attopeur, 16 B Nasay Thong Street, habitaciones con aire acondicionado 7, 20 euros, habitaciones con ventilador, 5,40 euros.

SINDA: CARNE Y VERDURA A LA BRASA

Además, justo en frente tiene un restaurante de nombre Food Garden, donde no hablan ni una palabra de inglés, pero tiene una comida exquisita, tanto como el servicio que dispensan. Precisamente en este restaurante cenamos, un plato típico laosiano, que no viene reseñado en ninguna guía, de nombre Sinda, es como suena al pronunciarse, de gran placer en el paladar. Es parecido a la fondue vietnamita, pero con la diferencia, que el centro de la fuente donde se cocina, esta abombada, y con agujeros, por donde sale el calor del carbón que hay debajo, y donde se hace a la brasa la carne, y en el lateral se cuecen las hojas de verdura, por lo que este plato recoge lo mejor de la comida laosiana en uno solo, parrillada, y sopa, todo para dos personas con cuatro bebidas 6 euros, propina incluida.

Por la mañana, salimos del hotel, y atravesamos Attapeu, y nos dirigimos dirección Vietnam, a 15 km, de la ciudad, y a 100 de Vietnam, nos desviamos al norte, y cogemos una carretera de asfalto nuevo, nos introducimos en aldeas, donde sus gentes al vernos pasar nos saludan sorprendidos de ver a dos extranjeros por estas tierras.

Cuando llegamos a un pueblo unos 20 km después, quedamos atónitos, al ver en un parque como monumento, un misil de construcción norcoreano, y custodiado por los mejores guardias que he visto en mi vida, una piara de cabras, algo realmente surrealista, y que sólo puede suceder en Laos.

Posteriormente, nos sentamos en un bar de la aldea, y contemplamos la vida tranquila de la misma, y el juego de los hijos de los dueños del bar donde nos encontramos, es una vida de lo más contemplativa que existe, en la que el reloj es un absurdo, y el tiempo, sólo se mide por las horas de sol y oscuridad.

Regresamos al hotel, y conversamos con el dueño, por toda la tarde, en compañía de la lluvia, que cae al atardecer, hasta que llega la hora de cenar, y marchamos a comer lo mismo que el día anterior Sinda.

HOTEL JUNTO AL EMBARCADERO

Por la mañana salimos sin prisas, ya que la jornada de camino es muy corta, la mitad que lo habitual, sólo debemos de llegar a Sekong, capital de la provincia del mismo nombre, que tan solo dista 70 km.

A media mañana llegamos, buscamos hotel, y nos alojamos en uno que se encuentra justo al lado del embarcadero desde donde se cruza el río Xe Kong.

Maruxiña decide quedarse en el hotel, mientras yo voy a buscar la mayor cascada que tiene Laos, Nam Tok Katamtok, que se encuentra en la selva más remota de este país, y por caminos, de difícil tránsito cuando llueve.

Me dirijo otra vez sentido sur, deshaciendo el camino que media hora entes hemos hecho, a 31 km, en un cruce que solo indica Paksong, por un camino de tierra, giro a la derecha, y empiezo la aventura.

Cuando llevo recorridos tan solo 5 km. comienza a llover, y hace que me alegre que Maruxiña se haya quedado en el hotel, ya que mi moto en más de una ocasión patina, e intenta cruzarse en el camino. Decido parar en lo que no es una aldea, sino un poblado, sus gentes muy sorprendidas, enseguida me rodean, y me curiosean de arriba hasta abajo, incluso me piden que les deje escuchar la música de mi mp3.

Escampa 20 minutos después, y aunque el cielo amenaza con una fuerte tromba de agua, decido continuar camino, pues es una oportunidad única, y ya que viajo solo, es mucho más fácil el poder manejar mi moto en el barro.

Paso por tres pequeños puentes, en los que hay carteles que anuncian del peligro de desbordamiento cuando llueve, y 16 km. después de haber cogido el camino de tierra, el sonido del agua me indica que he llegado.

EN LA CASCADA IMPOSIBLE

Me desvío por un camino de piedras a la izquierda, y a unos 25 m. me encuentro en un pequeño mirador, cercado con dos cañas de bambú, como aviso del peligro que hay detrás. Veo entonces, lo más precioso que he visto hasta el momento: una cascada con un salto de al menos 125 m. Me quedo boquiabierto, y emocionado, ante la belleza del paisaje, en plena selva, en mitad de la nada esta maravilla ausente de turistas, hoteles, o tienda alguna de suvenir, y como única banda sonora los habitantes de la selva, que rivalizan con el estruendo del agua al caer al vacío.

Intento plasmar con mi cámara, desde lo alto del mirador la belleza de lo que yo estoy viendo, algo imposible, no puedo ni llegar ni a una milésima parte de lo que se ve, por lo que intento bajar por los acantilados que hay alrededor.

Salto las cañas y comienzo a descender, hasta que en el cielo, el segundo trueno de aviso de una gran tormenta, hace que me pare en seco, sé que si comienza a llover, de la manera que la naturaleza me avisa, lo voy a pasar mal. Me encuentro en mitad de la selva, a 17 km. de cualquier aldea con comunicación, y bajando por unas rocas, que nada más comenzar a llover, se llenaran de torrentes de agua, haciendo casi imposible de nuevo el ascenso hasta donde esta mi moto. Lleno de una responsabilidad ilógica en mí, doy vuelta y comienzo a ascender de nuevo el camino bajado, llegando hasta mi moto, junto con las primeras gotas de lluvia, y abandonando el lugar, cuando en el suelo ya hay charcos. Cuando comienzo mi camino de regreso, pienso para mí que quizás este lugar no quiera desvelar toda su belleza, nada más que a aquellos que deciden hacer el camino que lleva hasta el. También ruego al destino, algo que se que será imposible, que este maravilloso lugar quede como está ahora, impertérrito al paso del tiempo, y fuera del alcance de toda tienda de suvenir, restaurante y hotel, ya que solo así, conservará la hermosura que ahora guarda.

Cuando llego por fin a la carretera asfaltada, igual que si de una broma del destino se tratara, deja de llover, miro atrás, y veo las nubes negras que ya están en lo más profundo del lugar que acabo de abandonar. Tengo la sensación, que la madre naturaleza, me ha dado una sola oportunidad, de llegar a este lugar, para luego hacerme marchar, y que a los lectores de mi blog, solo pueda enseñarles unas pobres imágenes que en absoluto hacen justicia del lugar de donde acabo de salir.

Posteriormente, en la carretera de regreso a Sekong, varios carteles en diferentes cruces, indican también la existencia de otras cataratas, que decido ir a ver, pero en la que todas palidecen si se compara con la maravilla que acabo de ver.

¿ULTIMOS LAGARTOS?

Regreso al hotel, donde le cuento lo que acabo de ver a mi compañera, y posteriormente, marchamos a comer, y luego al mercado, donde las etnias van a vender los productos que han arrancado a la naturaleza. Hay desde vegetales hasta lagartos, que hacen que me entristezca cuando los veo, ya que hay unos vivos, al lado de otros que están descuartizados, señalándoles el destino que les espera a estos últimos. Pero quien se atreve a decirles a unas gentes que llevan haciendo esto toda la vida, y forma parte de su cultura, que dejen de hacerlo, que al final no tendrán nada que cazar, cuando los mayores culpables de que no tengan nada que cazar sea el mundo que llamamos civilizado.

Finalizo mis penúltimas crónicas de Laos, desde la terraza del restaurante del hotel, viendo el ir y venir de las barcazas cruzando el río con coches y camiones, mientras al lado juegan niños en las aguas del Se Kong.

En estas casi dos semanas, he podido disfrutar de la mayor belleza que he visto en mi vida, sin duda alguna el sur de Laos es de lo más bello y virgen que queda en el planeta, amenazado por la creciente tala, y por el paso imparable del progreso.

Sea como fuere y a falta de mi última crónica de este país, del que me queda por ver la ciudad de Pakse, y las cuatro mil islas, lo más famoso y visitado de él, llegando hasta la frontera con Camboya, creo que el visitante quedará siempre marcado después de haber pasado una temporada en Laos, ya que lo visto y vivido, junto con la amabilidad y sonrisa de sus gentes, hacen que piense que el día que alguien imaginó  el paraíso, en cierta manera pensó en Laos.

Nota para los taravitazos-

He recibido notificación de que hay gente que ha tenido problemas para colgar algún comentario en el blog, por lo que dejo mi email, tarramplin@hotmail.con , y mi nombre en facebook, Antonio Jesús García López, a fin de recibirlos personalmente. Un saludo a todos, y animaros a escribir, que ahora no tenéis excusa que valga.

 

2 comentarios en «Laos (II)»

  1. Hola antonio que bonitas son las fotos, te esta haciendo un buen fotografo y que bien te se ve.Tanto llueve por alli.Antonio el otro dia echaron por la tele españoles por el mundo y fue desde alli celebraron el año nuevo, lo de el agua, todo lo que cuentas tú en tu cronicas que bonito.Y que pobre cuanta miseria pero se les ve cara de felicidad a pesar de lo pobres que son . Recuerdos de mi marido y hijos que de vez en cuando te leen. Besitos y recuerdos de tu marta que ha sacado unas notas de lujo y la sofia que cada vez se parece a tí en lo traviesa y mala que es. Besos de mi parte para tì y tu acompañante.

  2. Genial,genial.Una pasada de crónica y de fotos.se nota que estabas alucinado,tienes una manera peculiar de transmitirlo.Qué paisajes más bellos y qúe forma de llover y nos quejamos aquí cuando caen cuatro gotas.Me han encantado las fotos de los niños bajo el diluvio y qué decir de las cascadas .Sigue así que estás madurando,ja,ja.Espero que no pierdas tu toque lolailo nunca,¿vale?.Un beso para tí y para Maruxiña.

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