NOTA DEL ADMINISTRADOR: Debido a un fallo en el antiguo servidor de imágenes habrá paginas en las que no se vean estas en su párrafo correspondiente, y ya que volverlas a poner todas en su sitio llevaría muchísimo tiempo se ha insertado al final de cada crónica un vídeo para poder verlas.
Después de una procesión de hoteles, donde encontramos de todo respecto al estado de los mismos, pero iguales en el precio (caros), al final decidimos quedarnos en uno cercano al puerto del río Yangon, White House Hotel, en el 69-71, de Kon Zay St. Donde las habitaciones van desde los 16 a los 20 $, con un magnifico desayuno incluido, y una amabilidad exquisita por parte del dueño.
En la salida para la cena, ya el dueño del hotel nos recomienda varios restaurantes cercanos, uno de comida local, otro de comida hindú, y el tercero de comida china, optamos por el segundo por su cercanía, ya que continuamente llueve.
LA PRIMERA CENA
Desde el primer momento en que pisamos la calle, nos percatamos de lo desvencijada que es la ciudad, ya que las aceras están llenas de socavones, en los que el visitante corre serio peligro de quedar lesionado por el resto de su estanca en el país. La cena es bastante buena, plato de arroz de dos colores con pollo, y multitud de aditivos para acompañar el plato, así como ensalada de col y sopa de lentejas, que rellenan continuamente según los cuencos van mermando. Los precios normales para comer o beber, al mejor cambio, son de 1700 Kyats (1,5 euros) el plato de comida, al mejor cambio, una jarra pequeña de cerveza cuesta 1$, el whisky local 3 euros la botella, lo más barato en bebida alcohólica, la Coca-Cola 1 euro, la cola local (muy recomendable, mejor que la anterior) 0,5 euros, y la botella de agua de 1l. 0,3 euros.
CAROS TRANSPORTES
Los transportes son bastante caros en comparación con los países anteriormente visitados, ya que el taxi desde el aeropuerto cobra después de un duro regateo 8$, variando, dependiendo de la antigüedad del vehículo. Elegimos un taxi de los años 70. El tren además de extremadamente lento a no ser que se disponga de un par de vidas para recorrer el país, y caro es muy poco recomendable para desplazarse, ya que el viajero debe de evitar el coger transportes que pertenecen al gobierno (trenes y aviones). Lo mismo ocurre en los establecimientos de este, ya que sería ayudar a enriquecerse a un gobierno ilegal y muy opresor con sus ciudadanos.
Desde que en 1990 el partido LND (Liga Nacional Democrática), encabezado por la premio Nobel de la Paz Suu Kyi, ganó las elecciones por una apabullante victoria, los militares no han querido traspasar los poderes, continuando con una constante opresión sobre toda la población, haciendo que toda conversación política por parte de los ciudadanos de Myanmar se convierta en pecado capital a ojos de los mandatarios.
Pero que el lector no se lleve a engaños, pues probablemente tal y como ha ocurrido en la mayoría de los países, cuando se ha derrocado un gobierno tirano, el posterior ha sido el mismo lobo con piel de cordero.
DINERO, MEJOR BILLETES NUEVOS
Sobre el dinero, hay que recomendar al visitante algo muy importante, y es que en la mayoría de los lugares de cambio (los mejores son joyerías situadas en el mercado central) sólo aceptan cambiar dólares de serie nueva, sin una sola arruga, ya que si las tienen el cambio se deprecia, además recomendamos que se hagan con billetes grandes (100 $), el mejor cambio que se puede encontrar es de 790 Kyats por 1$.
En la mañana siguiente, desde la terraza del hotel, podemos apreciar lo que ya constatamos en el día anterior: el estado de sus edificios coloniales, y la basura que inunda los patios y callejuelas traseras. Sin embargo este aspecto, aunque poco salubre, también le da a la ciudad un aire un tanto bucólico, ya que da la sensación de que en vez de coger un avión hayamos cogido una máquina del tiempo, que nos transportó a un lugar donde nada cambió hace mucho.
LAS NUECES LO INUNDAN TODO
Salimos del hotel, con la intención de marchar al lugar más visitado de la ciudad, y quizás del país, Shwedagon Paya, lo primero que nos percatamos a la luz del día, es la cantidad de manchas rojas que hay en el suelo con aspecto de sangre. No tardamos en ver la naturaleza de estas, son escupitajos de las nueces de betel de las que hablé en Vietnam, a los que todos los habitantes de este país son adictos, y escupen continuamente al suelo. Esto hace que en las pocas ocasiones que los lugareños sonrían, muestren lo deficiente del estado de su salud dental. La venta de las nueces, también llamadas buyo, fue prohibida por el gobierno en 1995, sin embargo, esta ley en absoluto fue cumplida por los habitantes del país, ya que los puestos de este producto copan gasta los lugares más remotos.
SHWEDAGON Y SUS RELIQUIAS
Cuando llegamos a Shwedagon Paya, después del regateo con el taxi (1,4 euros), la gran cúpula dorada nos deja boquiabiertos. Ya en el acceso al monumento, después de pagar 6 $, la entrada, a Maruxiña le hacen que se ponga una falda, y a todos los visitantes que se descalcen, algo que se repetirá en todos los lugares religiosos del país.
El lugar está lleno de visitantes, ya que es el día de los mártires (afines al gobierno actual), y es festivo. Se accede al monumento por un ascensor, y luego una pasarela, desde donde se puede observar la ciudad desde un lugar privilegiado.
La construcción de Shwedagon Paya, va desde el siglo VI al X, y al igual que todos los lugares sagrados del continente asiático, tiene una leyenda sobre su ubicación y construcción.
Cuenta la leyenda que dos hermanos mercaderes conocieron a buda, este les entregó ocho cabellos suyos, para que los guardaran en el país de Myanmar.
Con la ayuda de varios espíritus, y el rey de la región, descubrieron la colina donde hoy en día se ubica la stupa, y donde ya se guardaban otras reliquias de buda. Cuando se abrió el cofre de oro que guardaba los demás objetos, acontecimientos extraños ocurrieron. Los sordos empezaron a oír, los ciegos a ver, los arboles dieron frutos y flores en época impropia de ello, y de los cabellos salieron rayos, que subían hasta el cielo, para luego descender a los infiernos.
Después de guardar de nuevo todos los objetos en su caja de oro, y posteriormente en una cámara, cerraron esta con una lápida recubierta de oro. Encima de esta se construyó una stupa de oro, luego otra de plata, otra más de cobre y oro, otra de bronce, otra de plomo, otra de mármol, y por último una de ladrillo.
Posteriormente la stupa cayó en desuso y olvido, siendo descubierta más adelante por el emperador indio Asoka, que llegó a Myanmar, encontró el lugar y mando talar toda la selva de alrededor, y reparar la stupa, para que fuera venerada por todos los budistas del mundo, convirtiéndose en un importante lugar de peregrinación para todos los creyentes de esta religión.
AUTÉNTICA JOYA ORIENTAL
En el recinto, en la parte central, preside la gran stupa dorada, que se alza con más de 98 metros de altura desde su base, culminado en el capullo de plátano que es el elemento final, recubierto de 13.513 láminas de oro de 30 cm. cuadrados. En el final de la parte más alta del capullo de plátano, el Hti, de siete alturas (ya contado en anteriores crónicas el por qué de las siete alturas) es de hierro, y oro, pesando más de una tonelada sin las campanas, siendo estas de oro y pedrería. En la punta más alta, se encuentra una veleta chapada en oro y plata, con 1.100 diamantes que suman 278 quilates, y como colofón en la parte más alta de la veleta hay un globo, una esfera dorada hueca con más de 4.351 diamantes incrustados de 1.800 quilates en total, pero sin duda la perla es el diamante que corona el globo que tiene 76 quilates.
Recorremos el lugar como se debe de hacer en todos los templos budistas, en sentido de las agujas del reloj, eso es de izquierda a derecha.
Sin duda lo mejor de este recinto, junto con la magnificencia de la stupa, y los diversos altares que hay alrededor de ella, es lo que tienen todos los lugares religiosos que hemos visitado, el silencio, y calma que se respira en el lugar. El poder compartir un tiempo de asueto con las familias que aprovechan el día libre, para comer en el recinto con sus familias, y que no dudan en invitarnos a sentarnos con ellos y compartir su comida, dejando bellas estampas en mi cámara, y en nuestra memoria.
Finalizamos la visita, y nos dirigimos, justo en frente, para visitar otro templo, el segundo más grande que hay en la ciudad de Yangon, Botataung Paya. Lo que más llama la atención de este lugar es sin duda los elementos Kitsch, y que a diferencia del resto de las stupas, Botataung Paya esta hueca, y se puede Caminar por el interior de ella.
Lo malo es que después de visitar Shwedagon Paya, todo lo posterior parece insignificante y de poco valor arquitectónico.
EN EL TREN CIRCULAR A TRAVÉS DEL TIEMPO
Habiendo saciado nuestra hambre arquitectónica y cultural momentáneamente, decidimos recorrer la ciudad y sus inmediaciones, de la mejor manera, y más barata, coger el tren circular que dura tres horas.
Nos dirigimos a la estación central, una perla que el visitante sin duda no debe dejar de ver, no por su arquitectura, ni porque se trate de algo único en el mundo, sino porque hace que el viajero tome conciencia real de en el país que se encuentra.
Los trenes, la estación, el trayecto que se recorre, y las gentes del lugar hacen que uno realmente se sienta viajero en el tiempo.
Ver el ir y venir de personas con productos, algunos familiares y otros extraños, cargados sobre sus cabezas, las familias que han venido a la ciudad para acopiarse de artículos que en las aldeas aledañas a la ciudad no encontrarían, el paseo continuo de vendedores ambulantes que intentan calmar la sed, hambre o vicio de los pasajeros del tren, la subida o bajada de las personas, o simplemente el billete de tren o los antiguos e incómodos vagones donde se viaja, es sin duda una de las estampas que más vale la pena saborear. Todo por 1 $ el trayecto, aunque se debe de prevenir, que este va directamente al gobierno.
Finalizada la jornada, regresamos de nuevo al hotel, no sin antes parar en una de las tabernas que copan la capital, con aspecto de décadas pasadas, y donde se respira un ambiente vivido solo antes en bares de mi pueblo de cuando contaba tan solo 5 años de edad.
POR LOS MERCADOS
En el día siguiente lo dedicamos a pasear por los mercados de la ciudad, que no tienen desperdicio ninguno, tanto por los artículos curiosos que se venden, como el ambiente que se respira en ellos.
Paseamos por las calles paradas en el tiempo de la capital, sonriendo cuando vemos pasar los destartalados autobuses que llevan las puertas abiertas, y cuando van parando para recoger o dejar a los pasajeros, los cobradores que viajan en el interior, asoman sus cuerpos, y van gritando la dirección de estos, convirtiéndose en parte del paisaje urbano de la ciudad junto con los numerosos puestos de Buyo, que copan las aceras. También paseamos por los barrios musulmanes, y por las mezquitas adyacentes al mercado, viendo el trasiego de sus gentes, y escuchando como banda sonora de fondo la llamada a la oración a los fieles, haciendo que el lugar aumente en interés, para el visitante.
CON MIS LONGYI NUEVOS
Cerca de uno de estos mercados, me hago con un Longyi, por 3 euros, el cual no tardo en ponerme con la ayuda del dueño del hotel, y para regocijo de todo transeúnte de la capital en ver que un extranjero adopta sus costumbres. Recibiendo clases particulares de todo varón, que no duda en acercarse, desabrochándome la prenda, y haciendo que repita una y otra vez el proceso de abrocharlo y desabrocharlo con el nudo que hace que evite quedarme en paños menores en mitad de la calle.
A decir verdad, es una prenda muy fresca y cómoda, de no ser porque cada poco hay que repetir el proceso de abrocharla.
En el día posterior, salimos del hotel, con la intención de marchar a Pyay, localidad al norte de Yangon, por la mejor carretera del país, que hace que la peor de las carreteras vietnamitas, sea buena. Esto hace que el autobús sea el más económico en relación distancia y precio, 4 euros el trayecto, ya que los autobuses cobran no por la distancia, sino por el estado de las carreteras, por las distintas compañías que realizan los trayectos, o si uno es extranjero o local.
Seis horas después llegamos a la ciudad, en la estación de autobuses, cogemos un moto taxi, que nos hace de guía en la procesión de escoger hoteles, quedándonos en el que tiene mejor calidad precio Myat Lodgin House en el 222 de Bazaar St., 10 euros la habitación limpia con ventilador y baño muy limpio pero compartido.
Por la mañana, damos una vuelta a la ciudad, a sus mercados,.
UN GIGANTESCO BUDA
Visitamos lo más interesante de esta Shwesandaw Paya, (una impresionante pagoda, a la que se puede acceder por ascensor o por escaleras, y de entrada gratuita. En el interior de la zedi, que mide un metros más que la de Yangon, se dice que alberga cuatro mechones de buda, y en el interior de una urna de oro, otra reliquia más que se saca una vez al año, un diente, por lo que empezamos a pensar, que el pobre buda murió desdentado y calvo a manos de los coleccionistas de reliquias. Desde la cima de la colina donde se encuentra la pagoda, el visitante puede disfrutar de unas excelentes vistas de la ciudad de 360º, y de un inmenso buda que mide casi 10 pisos de altura.
El otro atractivo de la ciudad, se encuentra a 14 km. al sur, en la pequeña localidad de Shwedaung, con el único atractivo de tener el buda con gafas más grande del mundo, por lo que ante los precios que solicitan los taxistas (40 $), o el alquiler de motos 1,5 euros la hora, mas gasolina y algún que otro incremento inventado, decidimos dejarlo.
BUEN PAN Y MAL INTERNET
Pasamos el siguiente día viendo la vida cotidiana de los lugareños, probando los pasteles típicos de Myanmar, unos salados con cebolla y hojaldre, y los otros de masa de almendra y hojaldre, lo suficientemente grandes como para hacer de ellos un buen tentempié, así como los hornos de pan que se encuentran a pie de calle, donde hacen un rico pan hindú.
También comprobamos, lo difícil que es encontrar internet en este país, y cuando lo hay lo lento que va, haciendo misión casi imposible el comunicarnos con nuestras familias y amigos en España, o poder enviar mi crónica de Camboya.
En la mañana siguiente, nos dirigimos a la estación de autobuses, para intentar conseguir el billete para Ngapali, localidad situada al oeste del país, y con las mejores playas de este. Por un trayecto de unos 280 km. quieren cobrarnos 10 euros el billete, por lo que pensando que nos quieren cobrar en exceso, decidimos marchar con nuestras mochilas, hasta las afueras de la localidad, y allí intentar parar un autobús que vaya con la misma dirección que queremos.
AUTOBUS CARO Y MIXTO
Cuando llegamos a un peaje, paramos, y uno de los chicos que trabaja en él nos informa que el precio que nos indicaron en la estación, es el correcto, y el mismo que le cobran a la gente local. Resignados a tener que pagar la tarifa, permanecemos en el lugar hasta que llegue un autobús con destino a Taunggok, localidad al norte de Ngapali, y aprovechando para darnos un festín en un restaurante cercano.
En la sobremesa, el chico del peaje, llega para avisarnos, que hay un autobús, dispuesto a llevarnos, corremos como alma que lleva el diablo, hacia este, cuando llegamos, comprobamos que el autobús es bastante antiguo, y que no solo lo compartimos con más pasajeros, sino con numerosos sacos de arroz y otros productos que la gente local ha comprado, para llevarlos a sus hogares.
Tardamos un total de 11 horas, en realizar el trayecto de 220 km. donde debemos de pasar cuatro controles de inmigración, en los que debemos de dejar fotocopia de nuestros pasaportes y visado, algo que, ya prevenidos por el dueño del hotel, llevamos, numerosas paradas, tanto para dejar o recoger pasajeros y mercancías, o para rezar en los altares que hay en la carretera, y pasar dos puertos de montañas donde la carretera, es la peor pesadilla para un ingeniero de puertos y caminos.
Llegamos a las 5 de la mañana a Taunggok, donde agotados, decidimos quedarnos en un hotel cercano a la estación, y desplomarnos en la cama cuando llegamos a la habitación.
Y AHORA EN CABINA
Después de una ducha reparadora, y una comida, sacamos el billete para Ngapali, pero no en un autobús, sino en un camión, que transporta pasajeros, pero por un pequeño incremento de 1 euro, nos dejan ir en la cabina con el simpático conductor.
Después de un camino con puentes de madera que crujen y se tambalean al pasar el vehículo, y una carretera, donde el asfalto es comido literalmente por tierra y los socavones, llegamos en cuatro horas a Thandwe, localidad a tan sólo 10 km de nuestro destino final.
Dos moto-Taxi, recorren esta distancia con nosotros y nuestras mochilas, y realizando la posterior peregrinación en busca de hotel, donde al ser temporada baja, la oferta es mínima, ya que la mayoría están cerrados. Después de un regateo, quedamos al final en el hotel más caro que hasta el momento hemos estado, Memento hotel, situado en la carretera que va de Ngapali recorriendo la costa a una pequeña aldea de pescadores, 30 $ la noche con desayuno incluido. El hotel consta de un total de 20 estupendos Bungalós con unas magníficas vistas, y bien acomodados, el único pero, es que carece de internet, y que solo hay electricidad desde las 6 de la tarde a las 6 de la mañana, hecho apaliado por la amabilidad de todos los empleados del mismo.
Decidimos quedarnos en el lugar 5 días, por dos motivos, el primero el cansancio, y el segundo la enorme belleza del paraje.
A CASA DE MANUELLE
Después de una ducha, marchamos a comer a un restaurante cercano, donde comprobamos ya que a pesar de lo caros que son los hoteles, el marisco y el pescado es baratísimo, ya que una cena con langosta y pescado, regado con cerveza y refrescos, sale por 12 euros.
Por la mañana, después de un buen desayuno, me quedo en la terraza con maravillosas vistas del lugar escribiendo, mientras Maruxiña decide dar un paseo por la playa. 1 hora después, regresa, y me dice que recoja que nos vamos a comer, que ha conocido a una señora que la invita, desconcertado recojo todo, y marchamos, a unos 200 m. a la izquierda de nuestro hotel, caminando por la playa, llegamos a la casa de una mujer llamada Manuelle, que me recibe con una gran sonrisa, y me hace sentarme en unas mecedoras, bajo un árbol, y con vistas al mar, nos ofrece un café, y marcha a la cocina. Mientras Maruxiña me explica, que iba andando por la playa, y la señora la llamó, para conversar con ella, y que media hora después, la invita a comer junto con su acompañante, es decir un servidor.
Manuelle, después en una conversación, entre sardinas frescas asadas, y sus dos perros Rosi y Yaky, nos cuenta, que ella trabaja en temporada alta (de octubre a marzo, temporada seca) en una isla cercana vendiendo collares y otras artesanías realizadas con conchas que busca en la playa. Que tiene pretensiones de próximamente abrir un restaurante, pero por no tener dinero, será trabajadora de un empresario que invertirá el dinero en abrir el mismo.
También nos cuenta que su marido trabaja como vigilante en un hotel 12 horas al día 7 días a la semana por 25 euros al mes, que es poco, pero seguro.
Después de la comida, decidimos regresar a cenar, ya que el dinero que le podemos dejar a un restaurante, se lo podemos dejar igualmente a esta simpática mujer, con la que Maruxiña ha hecho muy buenas migas.
Decidimos dar un paseo por la playa, y acercarnos a la aldea de pescadores que se encuentra a unos dos kilómetros, contemplando en el camino, el quehacer de los pescadores, y magníficas estampas.
De regreso al hotel, y después de un baño en el mar, caemos rendidos en una siesta, perjudicados aun por el duro viaje de los dos días anteriores, hasta la cena.
INSTRUCTIVA CENA
A las 6 en punto de la tarde, cuando el bello atardecer comienza, regresamos a la choza donde Manuelle vive junto con su marido. Debajo del porche de la casa de nuestra cocinera, y alumbrados con la luz de una linterna, deleitamos una magnifica cena, de gambas rebozadas, verdura tabuda, que es parecida a la que se hace en témpura, y pescado, todo ello acompañado de diferentes salsas. A cada plato asalto constantemente a Manuella, sobre los ingredientes y el modo de su preparación, para cuando regrese a España para gusto o disgusto de mi familia y amigos, poder cocinarles los platos que a lo largo de mi viaje voy probando.
Posteriormente, se une a nosotros el marido de Manuelle, que regresa cansado de su jornada laboral, y en la sobremesa Rosi y Yaky, acaban con los restos de la cena, que asciende a un importe de 8 euros con bebida incluida.
Cuando nos despedimos, quedamos con nuestra cocinera particular, para cenar todas las noches juntos, ante la gratitud de ella, que nos obsequia con dos collares que ella hace.
En el desayuno del día siguiente, vemos que ya no somos los únicos inquilinos del hotel, ya que hay una familia de varias personas de nacionalidad china, que nos saludan con una gran sonrisa.
Mientras comienzo a escribir mis crónicas teniendo como telón de fondo el mar, y los cangrejos, que juegan al ¿a que no me coges? con las olas del mar, uno de los niños chinos, se interesa por las fotografías que voy archivando, y entablo con él una pequeña conversación, que termina, cuando el anfitrión de la familia, llega con una bandeja donde hay un pescado cocinado en salsa picante, y me obsequia con él.
Nos quedamos perplejos, ante la amabilidad de este, y se lo agradecemos, mientras pensamos que hasta el momento con la mayoría de viajeros que nos hemos topado que han estado en China, nos han comentado que los habitantes de este país, son un poco descorteses.
BUSCANDO INTERNET CON LOS PESCADORES
Marchamos al pueblo de Thandwe, para poder contactar con nuestras familias, ya que es el único lugar que tiene internet. Según nos aconsejó Manuelle, cogemos los Tuc Tuc, que llevan a él, por 1 euro los dos, y que van llenos de pescadores, cargados con pescado para vender en el mercado de este pueblo.
A nuestro regreso, por el mismo medio, vemos que las vendedoras, también hacen que el transporte pare, a cada grupo de casas, para intentar vender a voces el pescado que no pudieron en el mercado, haciendo que sea una estampa de lo más gratificante.
Cuando regresamos al hotel, El anfitrión de los chinos, que se llama Cheng Bao Seng, se acerca a nosotros, y con una sonrisa de oreja a oreja, nos ofrece que les acompañemos en la cena. Nosotros, accedemos gustosamente, pero antes debemos de decirle a Manuelle que esa noche no cenaremos en su compañía.
CENA DE GALA
Para la cena, decido ponerme la única prenda que llevo en mi mochila, que es lo más apropiada para situaciones de este tipo, mi camisa blanca, junto con el Longyi. A mi salida del bungaló, los vigilantes del hotel, me miran de arriba abajo, y en un santiamén, me hacen que repita una y otra vez la ceremonia de abrochar y desabrochar la vestimenta tradicional, a la vez que me ponen las mangas de mi camisa a la altura adecuada, quedando abrumado por la amabilidad.
Cheng, es dueño de una compañía eléctrica en Myanmar, lleva trabajando en este país 7 años, y ha invitado a su mejor amigo de la infancia, y un cuñado de éste junto con sus familias de vacaciones por el país. Viajan todos en un todo terreno, que conduce el chófer de Cheng, un birmano de fácil sonrisa.
La cena, sinceramente, es una de las mejores comidas de marisco que hasta el momento hemos tomado en este país, toda de pescado con diferentes salsas, y cangrejos frescos comprados en el mercado local por Cheng, y rociado con una excelente salsa, de la que me hago con la receta.
Finalizada la velada, y estando en clara deuda con Cheng, intercambiamos emails y teléfonos, para que a nuestro regreso a Yangon, la deuda quede saldada en la cena de despedida de este país.
INTRIGANTES PAPELES
En mitad de la noche, sufriendo de insomnio, me salgo fuera del bungaló, para ver si el sonido de las olas me relaja, y puedo volver a los lugares donde me encontraba felizmente, sumido en el sueño más profundo. Contemplo entonces refugiado en las sombras de la noche, una estampa curiosa, varios cangrejos, arrastrando caracolas que utilizan como casa, campan por las inmediaciones del hotel, en busca de alimento en los jardines aledaños, y veo a los dos vigilantes nocturnos que no se han percatado de mi presencia, como uno llevando un legajo de papeles, charla animadamente con el otro, señalando una y otra vez a los papeles.
Vuelvo a la cama mientras la última escena queda en la retina de mi memoria, y la curiosidad hace que decida averiguar por mí mismo en la siguiente noche que es lo que se traen entre manos los vigilantes nocturnos.
Por la mañana, desayunamos temprano en compañía de nuestros amigos chinos, con los que en la sobremesa de la cena, intercambiamos impresiones de los diferentes que son nuestras culturas, e invitándonos mutuamente a nuestros países.
Al finalizar el desayuno, y hacernos las fotos de despedida, nos despedimos cariñosamente, y emplazándonos de nuevo con Cheng, para vernos en la capital.
A medio día nos vamos a ver a Manuelle, que nos recibe felizmente acompañada de sus dos perros, y que insiste en invitarnos a almorzar, pescado seco y frito, todo un manjar.
En esta ocasión, nos pone al día de la situación en la que se encuentra el país, de los impuestos que debe de pagar un pequeño negocio a la policía (10 Euros mensuales, casi la mitad de un sueldo mensual), y que la situación es muy difícil que pueda cambiar.
Nos despedimos de ella, y quedamos para la noche, donde ha prometido, hacernos cangrejos, gambas, pescado, vegetales tabuda, y algún que otro plato birmano.
REGALANDO MANJARES
Posteriormente, marchamos a Thandwe, para intentar de nuevo ponernos en contacto con nuestra familia, y amigos, ya que la conexión es pésima, y en el día anterior, poco o nada pudimos hacer.
A nuestro regreso en el tuc tuc, llevando con nosotros unos batidos de chocolate, vemos que al conductor del transporte lo acompaña su hijo de unos 8 años, y decidimos obsequiar a este con un tetrabrik, este se lo guarda inmediatamente en el bolsillo de su raída camisa, tocándolo constantemente, para asegurarse que sigue allí, y no se ha caído.
Cuando un hombre sube en una parada, disimuladamente, le pregunta a éste que es lo que le hemos dado, y el señor le responde de lo que se trata, y de la manera que se toma, con la pajita, perforando el agujero que tiene. Nos percatamos, que probablemente es la primera vez que este chico, disfrutara un manjar que en este país solo está permitido a muy pocos, ya que tiene un precio elevado para ellos: 50 céntimos.
Llegamos al hotel, y después de desembalar los artículos que hemos comprado, jabón para lavar, y una linterna, la cual es muy necesaria, para poder caminar por la noche ante la ausencia de alumbrado en la vía pública, marchamos a casa de Manuelle.
OPIPARAS CENAS Y DURO ADIÓS
Si en el día anterior la cena fue buena, en el de hoy no se queda ni mucho menos atrás, después de haber dado habida cuenta de todo, empezamos a comprender la falsa ilusión que teníamos de que cuando dejáramos la moto, y empezáramos a andar más, adelgazaríamos.
Nos despedimos de Manuelle, y le comunicamos que el día siguiente, será el último que permaneceremos allí, que aunque el lugar y la compañía son de primera, debemos de continuar camino.
Ella con un reflejo de tristeza en su mirada, nos da las buenas noches, junto con su marido que acaba de llegar tras otra larga jornada de trabajo.
El día siguiente, lo aprovechamos para hacernos con el billete de autobús, de regreso a Pyay, consiguiendo que nos recoja del hotel, y que el precio llegue a los 12,5 euros por persona. También hacemos la colada, y disfrutamos del último día de un chapuzón en las cristalinas aguas de Ngapali.
Por la noche cenamos con Manuelle, y en los que se han convertido en compañeros inseparables Rosi y Yaky.
Cuando nos vamos a despedir, Manuelle, nos dice que no lo haremos ahora, que en la mañana siguiente, antes de marchar, ella se acercara a nuestro hotel, para despedirse de nosotros.
Por la mañana, después del desayuno, Manuelle llega al hotel, y queda conversando con Maruxiña, mientras yo hago nuestras mochilas, a mi regreso del bungaló, me encuentro con que Manuelle como regalo de despedida, ha traído unos colgantes una pulsera, y dos pasadores para el pelo, hechos por ella con caracolas, además se ha intercambiado con Maruxiña los pendientes. Nos hacemos unas fotos de despedida con ella, mientras unas lágrimas afloran en los ojos de Manuelle.
Dejamos atrás a una buena persona, que nos abrió las puertas de su casa, me hizo descubrir los secretos de la cocina birmana, y nos entregó su amistad, hasta siempre Manuelle, por haber hecho que estos días sean inolvidables, le decimos, mientras marcha.
Abandonamos el estado de Rakhine, para regresar de nuevo a Pyay, a bordo de otro destartalado autobús, cruzando las montañas y campos de arroz, acompañados siempre de la mirada triste de los birmanos, que sin embargo sonríen complacientes cuando me ven con el longyi. Suena en nuestros oídos Tracy Chapman cantando Crossroads, para acentuar aún más el momento melancólico que nos encontramos.
En el mismo lugar que nos recogió el autobús que nos llevaba a Taunggok, nos deja ahora el que nos trae de Ngapali, siendo las dos de la mañana, y esperando siempre un tuc tuc, para ganarse un dinero. Regresamos al hotel donde nos alojamos en la última ocasión, y casualmente en la misma habitación, donde volvemos a caer rendidos.
DE VENDEDOR DE BEBIDAS A PROFESOR DE INGLÉS
Por la mañana, al solicitar información sobre horarios de autobús, y no entendernos la empleada del hotel, esta solicita ayuda de un hombre que se encuentra en las inmediaciones, y que habla bien inglés. Es cuando conocemos a Quoc, con quien entablamos una conversación, que continua en un café desayunando, y prosigue acompañándonos a ver el buda de las gafas, haciendo que nos ahorremos una buena cantidad de dinero, ya que pasamos de 40 $, a 1,8 euros, por el trayecto de ida y vuelta los tres.
Quoc, trabajaba de vendedor de bebidas en la puerta de un instituto, hasta que el gobierno lo echó de su casa, para construir un anexo del colegio, y le quitó su puesto de bebidas, y medio de vida, con el que ganaba 30 euros mensuales. Tiene 38 años y se ve obligado a vivir con sus padres, y a trabajar vendiendo bebidas a temporadas. Además va a clases de inglés, y aprovecha para practicar con cualquier extranjero que ve, y lo acompaña a donde quiera ir. Solicitó enseñar inglés en el colegio, pero al no poderle pagar por sus servicios, lo hace gratis.
Su concepto del gobierno es bastante malo, no sólo por lo que le hicieron a él, sino porque al tener contacto con los extranjeros, ve la realidad de lo que es su país. Nos cuenta que conoció a un amigo suyo canadiense, y éste trajo material sanitario para un hospital, obligándole el gobierno a que se lo diera a él, y no dejando que lo entregara en mano a los médicos que trabajan gratis.
También nos cuenta, que los hospitales del gobierno no son en absoluto gratis, y que cuando una persona está enferma, aunque pague, no se le puede realizar ningún tratamiento, ya que no se dispone de material.
EL BUDA CON GAFAS
Le preguntamos a Quoc cuanto nos costaría ir a ver el Buda de las gafas, y este nos comenta que se puede coger el transporte popular por tan solo 30 céntimos persona y viaje, por lo que decidimos que nos acompañe ya que no trabaja, y que nos haga las veces de cicerone, el accede encantado, ya que le interesa practicar el inglés.
Veinte minutos después estamos en el pick up con el resto de la gente, donde compartimos risas y miradas, dejándonos en el cruce de carretera que se encuentra a tan solo 400 metros del templo.
El templo del buda más grande con gafas, no dista mucho del resto, a excepción de la gigantesca figura, y que las gafas son de oro, además a sus pies hay una urna con gafas de personas que han ido al lugar, y Buda los ha curado milagrosamente de la vista, no volviendo a necesitarlas.
Además hay unos frescos que relatan la vida de buda en diferentes etapas, y cuentan las parábolas de este.
Posteriormente a la visita decidimos ir a comer en compañía de un amigo de Quoc, que tiene una tienda de libros cercana al templo, y con el que mantenemos una animada conversación sobre las diferencias culturales y políticas de nuestros países.
Veinte minutos después el amigo de Quoc recibe en su móvil una llamada de la policía, que le pregunta que hace con unos extranjeros y cuál es el tipo de conversación que mantiene con nosotros. Nos quedamos anonadados, con esto, y le comentamos que en absoluto queremos importunar a nuestros invitados, causándole algún perjuicio, viendo cómo funcionan realmente las cosas aquí.
Finalizamos la mañana con una comida típica de este país: ensalada de pollo, col y cacahuetes con salsa de coco, una delicia de la que también tomo nota.
Posteriormente Quoc, nos acompaña a la estación de autobuses, para sacar el billete Para Kyaukpadaung, y de allí debemos coger otro a Bagan, que está a tan solo una hora, ahorrándonos 5 euros por persona, al comprarnos él los billetes.
CONECTANDO CON LA FAMILIA Y COMIDA BIRMANA
Pasamos la tarde en un ciber café, al que nos lleva nuestro amigo, que tiene buena conexión, y hace posible que podamos ponernos en contacto con nuestras familias, y aplacar momentáneamente el desconcierto que les supone no hacerlo con la regularidad con la que la hemos hecho hasta llegar a este país.
Posteriormente nos despedimos de Quoc, no sin antes emplazarlo para que nos acompañe en la cena, quedando éste gratamente complacido con la invitación.
En la cena, Quoc nos pregunta qué queremos, le contestamos al unísono que comida Birmana, por lo que nuestro invitado, nos llena la mesa de platos birmanos. Pescado en salsa picante, vegetales fritos en wok, arroz, pollo en salsa, y sopa de bambú, todo un festín que tiene como telón de fondo unos cánticos. Cuando le preguntamos por la razón de estos, él nos contesta, que en la casa de al lado hay malos espíritus, y que cuando pasa esto la familia contrata a unas mujeres que se dedican a espantarlos estando todo el día con estos cánticos, incluso la noche entera.
Pienso para mí, que si fuera un espíritu, por muy malo que fuera, no permanecería en una casa donde hay semejante estruendo ni por un minuto.
DE PROCESIÓN
Finalizada la cena que tan sólo cuesta 6 euros, vemos que en la calle hay una procesión, donde en un carro tirado por personas, hay una imagen de buda, y en el que le sigue, todo un compendio de amplificadores, altavoces y tambores que van sonando. También le preguntamos por esta costumbre curiosa, que ya hemos visto en otras ocasiones, y nos contesta que suelen hacerlo, pasando por las calles, para que la gente les dé dinero, para poder mantener el templo.
Nos despedimos de nuestro amigo, y lo emplazamos a la mañana siguiente para desayunar con él y pasar la mañana, ya que ha sido uno de los días en los que más hemos aprendido de esta cultura y de este país, además nuestro autobús nos sale hasta las tres de la tarde, por lo que tenemos tiempo más que de sobra.
Por la mañana en la recepción de nuestro hotel, encontramos a Santi, un catalán que viaja con su pareja Natalia, con los que empezamos una animada conversación, que se extiende al desayuno, en compañía de nuestro amigo Quoc.
Nos da una alegría inmensa, el encontrar a dos españoles, con los que además comprobamos que tenemos muchas cosas en común, y que de disponer de más tiempo, seguramente tendríamos una buena amistad.
EMBUTIDO DE MARISCO
Los acompañamos a la pagoda principal de la ciudad, y pasamos la mañana juntos hasta la comida, en la que una vez más Quoc nos sorprende gratamente con los platos que elige, ya que acierta de pleno. Sobre todo destacar uno, del que repetimos hasta tres veces, se llama Shrimp Salad, compuesto principalmente de una especie de embutido que se hace con gambas y marisco, y que se mezcla con cebolla, un leve toque de jengibre, y zumo de lima, además hojas de lima maceradas en su zumo, que sirven como aditivo opcional, algo de lo más recomendable para todo aquel que visite este país.
En la puerta del hotel nos despedimos de Santi y Natalia, de los que espero tener noticias en más ocasiones, y posteriormente de Quoc, al que le agradecemos enormemente la amabilidad con la que nos ha dispensado estos dos días, y el dinero que nos ahorrado, dándole gustosamente éste para que lo use en lo que más crea conveniente.
INFERNAL RUTA Y HOTEL DE LUJO
De Pyay a Kyaukpadaung, hay 10 horas de autobús, por carreteras infernales, donde en ocasiones el ayudante del conductor, debe de bajar para indicar a este por donde debe de esquivar los enormes baches del camino.
En el viaje nos obsequian con un repertorio de videos musicales de lo más variopinto de este país, como uno en el cual sale un chico que es gay, que rompe con su novio, y que es consolado por una chica que se encuentra, y que cuando éste ayuda a la chica a levantarse del suelo, y le toca casualmente un pecho, empieza a replantearse su homosexualidad.
Llegamos a Kyaukpadaung a la 1,30 de la mañana, con nuestras cabezas aturdidas por los continuos baches, trozos de la carretera sin asfaltar, y los numerosos videos musicales.
Justo media hora después pasa un autobús, que tomamos, y ante nuestra inexperiencia y las horas que son, nos cobran cinco veces el precio normal, 5 euros por persona.
Llegamos por fin a Bagan, donde nos alojamos en un hotel que nos recomendó Santi y Natalia, que hasta el momento es el mejor en calidad precio de este país, 16 dólares la noche con desayuno, aire acondicionado, y un baño impecable y nuevo. Se llama New Park Hotel, en Thiripyitsaya Block N` 4, pero posteriormente descubrimos otro que es más barato, se llama Golden Hotel, situado en el otro extremo de la calle, en la misma acera sobre el número 20, y que vale 12 $ con las mismas condiciones.
En la mañana siguiente después del magnífico desayuno que nos dispensan, decidimos acercarnos a una agencia de viajes recomendada por Salva y Natalia, para sacar los billetes de autobús para ir al Lago Inle, otro punto de interés de este país.
Esta agencia muy recomendable, se encuentra muy cerca de nuestro hotel, se llama Ever Sky, en Thiripyitsaya Block N` 5. Realizamos gestiones varias con la amable chica que lo regenta, y le damos saludos de parte de Salva y Natalia de quien se acuerda perfectamente. Decidimos sacar además el billete de avión desde Mandalay a Yangon por 83 $, y evitar de esta manera hacer un camino de vuelta extremadamente largo por las intransitables carreteras de Myanmar, y evitar las posibles estafas de las que el viajero puede ser objeto por parte de las compañías de bus.
NUEVAS AMISTADES
En la agencia, vemos además a dos chicos que esperan a ser atendidos por Sazaa, que es como se llama la chica que regenta la agencia, y que al escucharlos hablar entre ellos, percibo que lo hacen en catalán. Diez minutos después estamos los cuatro hablando animadamente, y quedamos para cenar juntos, y poder intercambiar datos ya que ellos vienen del Lago Inle, y después quieren viajar a Laos.
Pasamos el resto del día descansando, y contratando para al día siguiente un coche de caballos, transporte habitual en esta localidad, para visitar los templos de Bagan, por 15 euros todo el día.
Por la noche nos vemos con Alfonso y Arnau, mallorquín y leridano respectivamente, que se encuentran de vacaciones como la mayoría de los españoles en esta época, algo que hemos notado bastante, ya que la mayoría de los turistas que hemos visto en esta localidad son de nacionalidad igual a la nuestra.
Después de unas cervezas, de lo que menos hemos hablado ha sido de nuestras pretensiones iniciales, pero vemos que nos compenetramos con ellos de gran manera, por lo que proseguimos la cena, hablando de todo menos del motivo que nos ha reunido, teniendo que quedar con mucho gusto por ambas partes para al día siguiente continuar.
CON NUESTRO COCHERO PARTICULAR
A las 8 de la mañana nuestro cochero May, nos recoge de la puerta de nuestro hotel, en el que debemos de pagar el ticket para poder visitar los templos 10 $ por persona. Antes de subir, el cochero proporciona a su caballo zapatos nuevos, para que este en perfectas condiciones para tener un placentero viaje.
Montamos en el acolchado coche, y comenzaos el recorrido por los templos de Bagan, donde desde el primer momento quedamos cautivados por la belleza del lugar.
Desde el año 1057 al 1287, época que el lugar fue invadido por los mongoles dirigidos por Kublai Khan, se construyeron 4.400 templos, quedando en la actualidad 2.230. Algo que puede dar una idea de que el viajero que viene a Myanmar no puede en absoluto obviar el visitar Bagan.
El apogeo de Bagan comenzó en el año 1044, cuando el rey Anawrahta subió al trono, y el último rey que estaba en él antes de la invasión mongol, fue Narathihapati en el 1287.
Para comprender la naturaleza de la cantidad de templos construidos, hay que remontarse al año 1044, cuando Myanmar transitaba de la religión Hindú y budista mahayana a la budista theradava. El rey Manuha de Thatn, envió a un monje budista a la región con la intención de convertir al rey Anawrahta a su misma religión, Esta iniciativa tuvo un gran éxito, y Anawrahta, acabó pidiéndole a Manuha textos sagrados y reliquias, pero este último, escéptico ante la conversión, se negó, por lo que Anawrahta, acabo invadiendo los territorios de Mahuna, y llevándose todo con el incluso al mismísimo rey. Posteriormente ante el fervor de la población, comenzó la construcción de los templos, convirtiéndose el lugar en un importante punto de peregrinación del budismo en el sudeste asiático.
VIA CRUCIS BUDISTA
Comenzamos la ruta por el templo de Gu-byauk-gyl, para pasar posteriormente a Gu-byauk-age, de los dos cabe destacar que tienen unos frescos dignos de ver, y de los que podemos disfrutar, gracias a nuestro cochero, que se encarga de solicitar las llaves a un amigo suyo.
Posteriormente, proseguimos el camino de tierra, viendo la vida de los habitantes del lugar, y como trabajan el campo, o transitan montados en los carros tirados por bueyes. . Pasamos por Thin-gan-yon, Lef-put-kan, y llegando a Nanda-yin-nya, y Tham-bu-la temple, y finalizando en Tayok-pyi Paya. En este último, se puede subir hasta la terraza superior, y admirar como los templos predominan el paisaje hasta donde la vista se pierde.
Posteriormente, paramos en una aldea, para tomar un refresco, donde nos espera una encerrona tipo turisteo, y una chica nos enseña la vida de las gentes del lugar, a cambio de intentar vendernos todo lo que puede, declinando en numerosas ocasiones las ofertas.
Proseguimos camino, y llegamos a Su-la-ma-ni Pahto, en donde en la planta baja, hay lo que en muchos otros se repite, en cada punto cardinal cuatro grandes estatuas de buda. Pero sin duda alguna, lo que más nos gustó son los magníficos frescos que alberga, y los mejor conservados.
Finalizamos la mañana en Dhamma-yan-gyi Phato, este templo tiene dos deambulatorios concéntricos, pero el del interior está cerrado. También cabe destacar que los techos están plagados de murciélagos, y el visitante debe de tener cuidado de donde pisa, ya que a todos los templos se acede descalzo, y de que es posible que salga con algún regalo de guano que lo acompañe durante el resto de la visita. Ya nos avisó una chica que nos acompaña durante toda la visita, y que habla muy bien el español, por lo que es un fiel ejemplo de la cantidad de turistas de nuestro país que visita el lugar.
GAZPACHO ORIENTAL Y LACADOS
Posteriormente marchamos a comer, y realizamos un peregrinaje por los restaurantes del lugar que en absoluto son baratos, hasta que encontramos uno que se adapta a lo que queremos gastar. Es un vegetariano, que en su carta tiene gazpacho, que una española que pasó por el lugar enseno al cocinero a hacer, para que ahora lo cobre a 3 euros. Yo eterno aprendiz de la cocina, no me resisto a darle también la receta del salmorejo cordobés con ausencia de jamón, y emplazando al cocinero a que no lo cobre caro, ya que es un plato barato, pero mucho me temo que hará un buen negocio con los turistas.
Después de la comida, de la que hemos conseguido que solo cueste 3,8 euros, pidiendo lo más barato que tiene todo el menú, proseguimos camino hacia algo que Marusiña tenía muchas gana de ver, una fábrica de lacados.
Llegamos, y ya la encargada de esta, nos recibe en la puerta, e inmediatamente nos enseña la fábrica, donde todo es absolutamente artesanal. Todos los objetos, se hacen de bambú, posteriormente se barniza hasta con 10 capas, y luego se pule. Después se hace el trabajo artístico, las mujeres con una paciencia y dedicación propia de artesanos, van dibujando con un pequeño bisturí dibujos, quitando capas del barniz, dependiendo del color que se le quiera dar a los motivos, se quitan las capas de barniz que se desee, hasta llegar a la capa de color que se pretenda. Algo que en absoluto está pagado con el precio por el que se venden los objetos.
De allí continuamos camino por el Bagan antiguo, flanqueado por los restos de murallas, y dominado por el edificio moderno, y cerrado en ese día, el museo nacional.
Llegamos a Nath-laung Kyaung, el único templo hindú que queda en pie, y dedicado al dios Vishnu, donde cabe destacar los relieves que hay en él.
Una recomendación al visitante, es que si decide no ir a ver este templo, al cochero se le pagará solo 12 euros, ya que está más al sur del recorrido, y es un pequeño engaño que hacen, para poderse llevar una propina, aunque sin duda los relieves que alberga este templo, valen la pena. Justo al lado hay otro templo, que alberga una gran estatua de buda, y una gigantesca copa para recoger las donaciones que hacen los creyentes, y que sospechosamente, está casi vacía.
Proseguimos con lo que ya se está convirtiendo en empacho de templos, sobre todo cuando visitamos el siguiente Maha-bod-hi Paya. Pues este pobre templo, además de no tener nada interesante, ha sufrido una remodelación muy adulterada, y el suelo está embaldosado.
REMATANDO LOS TEMPLOS
Llegamos a That-byinn-yu Pahto, al que se puede subir hasta lo más alto, y volver a contemplar unas magníficas vistas de todos los templos que hay alrededor. Es lo que más cabe destacar de este templo, ya que el interior, es soso, y nada tiene que reseñar.
Llegamos a Ananda Pahto, sin duda el más significativo de todos, y mejor conservado de cuantos se pueda visitar en Bago. El templo con forma de mazorca, alcanza una altura de 52 metros, y el interior tiene forma de cruz griega, fue construido entre el 1090 y 1105 por el rey Kyanzittha. En el interior hay cuatro gigantescas estatuas doradas de buda, que miden 9,5 metros, siendo originales sólo dos, las que miran al norte y al sur, ambas representan la dhammachakka mudra, que simboliza a Buda dando su primer sermón. Se dice que la pequeña esfera que sostiene la estatua encara al este, entre el pulgar y el dedo corazón, posiblemente representa a buda impartiendo enseñanzas budistas. Como curiosidad, cabe destacar que esta estatua además tiene los brazos extendidos, algo inusual en las demás estatuas de buda, fuera de este lugar.
El buda encarado al oeste representa la abhaya mudra, manos extendidas, en señal de no tener miedo, a sus pies hay dos estatuas humanas, que representan al rey Kyanzittha, y al monje que inicio al rey al budismo theravada.
Todo el templo guardado por unas enormes puertas, talladas en madera que hacen aún más bello si cabe este magnífico templo.
De allí marchamos al penúltimo templo que veremos, Law-kah-teik-pan, es un pequeño templo-cueva del que cabe destacar sus frescos.
Por último, visitamos Shwe-san-daw Paya, es el templo ideal para ver las puestas de sol, a su lado tiene una especie de hangar, que guarda una bella sorpresa, un buda gigantesco tumbado.
Desde lo alto del templo, se divisan una magníficas vistas, de toda la zona, el interior del templo no se puede visitar, por lo que si el día está nublado, algo aquea nosotros nos pasó, la puesta de sol pierde interés.
COMIENDO EN EL M2K
Volvemos agotados y con la mente sobrecargada de visitas a los templos, y del asalto continuo de vendedores de bebidas, y suvenir de niños y mayores que intentan ganarse la vida con ingenio y practicando una lengua extranjera, logrando arrancar una sonrisa del visitante.
Llegamos al hotel con el tiempo justo de ducharnos, y vernos con Alfonso y Arnau, con los que conversamos, y fumamos unos puros comprados en una aldea con tabaco, tamarindo, y maíz, envueltos en hojas de maíz.
Posteriormente marchamos a cenar, y una vez más tenemos que dejar el trasvase de datos para el día siguiente.
Por la mañana, nos reunimos con ellos, y visitamos el mercado y realizando con ellos las compras de recuerdos que quieren llevarse, para al final hacer caso a Santi y Natalia, e ir a comer al restaurante que insistieron que no debíamos dejar de ir. Se llama M2K, para más información, preguntar en la agencia que antes he reseñado, y sin duda tenemos que agradecer el que nos lo aconsejaran, ya que disfrutamos de una de las mejores comidas de este país, a un precio máximo de 2,5 euros con ensalada y zumo incluido, que hizo que la última comida junto a nuestros amigos, fuera más inolvidable que nunca.
Al final conseguimos darnos los datos que necesitábamos para continuar nuestros caminos, hasta acompañar a nuestros amigos a la estación de autobuses, fundiéndonos en un emotivo abrazo de despedida, esperando volver a verlos pronto.
Vuelvo al hotel maldiciéndome a mí mismo, por haber quebrantado mi norma de despedida breve, ya que esto ha hecho que me emocione al despedirme. Pero sin lugar a dudas, los momentos que hemos pasado con estas dos agradables personas, hacen que desde este blog, los emplace para que un día continúen camino a nuestro lado, y que cuando regrese a Barcelona, donde viven los dos, tenga una obligada llamada de teléfono que hacer. Hasta siempre amigos.
IMPOSIBLE AUTOBÚS
A las tres y media de la mañana, llega a la puerta de nuestro hotel lo que en teoría es un minibús, que nos trasladara hasta la estación de autobuses, para coger el bus que va al lago Inle. Es un autobús muy pequeño, con asientos insufribles, que apenas tienen respaldo, y un espacio extremadamente pequeño para viajar las personas que vamos en él. Cuando llegamos a la estación de autobuses, nos comunican que ese mismo autobús, es el que nos llevara al lago, en un trayecto que durara 13 horas, tanto Maruxiña como yo, damos un salto de nuestros asientos, y nos negamos a realizar el trayecto en este autobús, y nos bajamos de él. No es que nos hallamos aburguesado, pero Alfonso y Arnau, ya nos comentaron su experiencia en esté autobús, ya que ellos, vinieron en el desde el lago Inle, y en el trayecto, van montando personas, y sentándose en pequeñas banquetas de plástico, e incluso de pie, y por lo angosta que es la carretera, vayan vomitando, haciendo que el trayecto, sea una autentica tortura. También, porque en la agencia donde contratamos el viaje, no nos advirtieron que el autobús fuera de estas características, simplemente nos dijeron que no disponía de aire acondicionado, y no que los asientos de dos personas, fueran para una sola. Por lo que nos sentimos engañados, y porque para ir al lago desde Bagan, se puede ir también por Mandalay, en unos autobuses cómodos, y por un precio de un total de 20 euros, los dos trayectos, tan solo 9 euros más. Perdemos el importe del trayecto Bagan, lago Inle (11 euros), y le mostramos nuestra indignación a Sazaa, la que nos dice que nos devuelve la mitad del billete de su bolsillo, algo que nos negamos, pensamos para nosotros, que si los que lean estas crónicas, toman nota y hacen el trayecto como nosotros, con eso ya estamos suficientemente pagados.
ASÍ, SÍ
A las tres de la tarde, montamos en el mejor autobús que hasta el momento hemos cogido en este país, hasta con reposapiés, todo un lujo de transporte, que compensa con creces, el haber abandonado el de la madrugada. Transitamos por unas carreteras, llenas de tierra, badenes de agua, y donde hay que echarse a un lado de la carretera, cuando viene otro vehículo en sentido contrario.
Llegando de esta manera a Mandalay a las ocho y media de la tarde, tomando posteriormente una moto taxi de la estación de autobuses al centro de la ciudad, cerca del mercado central, por 2 euros por persona.
En un principio, tenemos la intención de alojarnos en un hotel que un uruguayo nos recomendó, pero cuando llegamos, nos encontramos que está completo, por lo que hacemos caso a los conductores del moto taxi, y nos vamos a otro de iguales condiciones, que se encuentra al lado, y que sale por dos dólares menos. Se llama Garden Hotel, en el N` 174, de la 83 street, con la 24 & 25 street, habitación con aire acondicionado, mini bar, baño en el interior y desayuno incluido por 15 $, las que no tienen aire acondicionado, y el baño compartido, cuestan 10 $.
POR FIN HACIA EL LAGO INLE
Ya cuando salimos a cenar, nos percatamos que el ayuno del Ramadán ha comenzado, ya que todos los alrededores de las mezquitas, se encuentran llenos de teterías a rebosar de musulmanes, que celebran la llegada de la noche con manjares propios de esas fechas, y regándolo con el rico té con leche que se toma en este país, herencia sin duda de la colonización inglesa.
Regresamos al hotel, con la mira puesta a que en el día siguiente, sacaremos el billete de autobús para por fin llegar al lago Inle, ya que a Mandalay regresaremos, para la luna llena, y esperando ver los alrededores de la ciudad, y las fiestas que se celebran para esta ocasión.
Por la tarde a las 6 cogemos el autobús, que tarda 10 horas en llegar a la localidad de Shwenyaung, situada 11 kilómetros al norte de Nyaungshwe, en donde se encuentran la mayoría de hoteles, para alojarse en las inmediaciones del lago.
A las cuatro y media de la mañana, nos encontramos ya en una tetería de Shwenyaung, haciendo tiempo, para poder llenar el taxi que nos ha de llevar hasta Nyaungshwe, ya que cuesta 7 euros, y compartido es más barato.
Una hora después, estamos entrando en Nyaungshwe, junto con un japonés. A la entrada de la localidad, hay dispuesto un peaje, para que los turistas abonen 5 $ por persona, para entrar en los alrededores del lago, por lo que tampoco hay que pagar a posteriori, para entrar a sus templos y pagodas, aunque, eso sí, se los queda todo el gobierno.
Llegamos al hotel que nos aconsejaron Alfonso y Arnau, que acertaron de pleno al hacerlo, ya que es muy confortable, y con un servicio de lo más amable, se llama Hotel Remember Inn, en Haw street, Nandawon Quarter. Bungalós por 12 $ con baño, ventilador, y una cama kilométrica, desayuno incluido, las habitaciones con aire acondicionado, se encuentran en el interior del edificio del hotel, con mini bar, y dos dólares más. Por consejo del encargado del hotel, nos quedamos en los bungalós, ya que nos comenta que no pasaremos calor, debido a que la temperatura es fresca, invitándonos posteriormente a desayunar, aunque no nos pertenezca ese día.
Caemos rendidos, y no nos levantamos antes de las 11 de la mañana, hora a la que salimos a dar una vuelta por la localidad.
TURISMO MASIFICADO
Nos percatamos de la cantidad de turistas que hay, y la de negocios dirigidos a estos, ya que el pueblo se encuentra repleto de agencias de viaje, restaurantes de comida europea, y a cada dos por tres, al viajero que pasea lo asaltan constantemente personas que le ofrecen hacer un tracking de tres días por los alrededores, algo que para nosotros es imposible, ya que el tobillo de Maruxiña, no se encuentra en su mejor momento. Pero lo que sí contratamos fue una excursión en barca para al día siguiente, por un precio de 12 euros la embarcación, por lo que aconsejamos a todos los lectores, que si se viaja en grupo de cuatro, tanto la excursión en carro por Bagan, como esta del lago Inle, saldrá a mitad de precio.
Paseamos por el mercado, viendo los productos propios del lugar, como puros, cuchillos, y telas, y haciéndonos con alguno de ellos que valen la pena.
Al día siguiente, nuestro barquero particular ya nos espera a la puerta del hotel, y de allí nos conduce al embarcadero, donde tomamos una barca, yendo por un canal, hasta llegar al gran lago de Inle. Una magnifica estampa se abre entonces a nuestros ojos, viendo el lago rodeado por las montañas, a sus orillas pequeñas aldeas, y en el pescadores que reman con una mano y un pie, mientras, con gran habilidad con la mano libre, arrojan o recogen las redes, y lo que queda atrapado en su interior. Es sin duda algo que merece la pena de visitar de este país, aunque venga acompañado del impuesto revolucionario del gobierno al turista, o del intento de aprovechamiento de las gentes que intentan vivir de los viajeros ocasionales.
Atravesamos el lago hacia el sur, llegando en primer lugar a Phaung Daw Oo Paya, un templo que es el lugar más sagrado de todo el lugar, en el que hay varias estatuas de buda, trasportándose por el lago en barcas cuatro de ellas en la fiesta de Phaung Daw Oo.
En el día que llegamos tenemos suerte, ya que en los alrededores del templo hay un mercado que es solo cada cinco días, donde las etnias, y artesanos, van a vender e intercambiar artículos con los habitantes de los alrededores del lago.
También cabe destacar la cantidad de bonitos puentes que atraviesan de un lado al otro los numerosos canales que hay en los alrededores del templo.
EN LA ALDEA FLOTANTE
Posteriormente, nos dirigimos a Nam Pan, una aldea flotante, paseamos por sus acuáticas calles, viendo las casas de sus habitantes sostenidas por varios pilares, contemplando el quehacer de sus gentes, que nos saludan afablemente, mientras quedamos boquiabiertos, viendo cómo viven rodeados de un medio impropio de nuestra raza, al que ellos han sabido adaptarse, y sin el cual no sabrían ya entender la vida.
Sin duda alguna es lo que más me impresiona de todo el recorrido, y hace que me haya alegrado de no haber pagado la ingente cantidad de 30 euros por persona que me pedían en Camboya, por ver algo que aquí estoy deleitando con entretenimiento, y por un precio mucho más ajustado.
Proseguimos camino sin tierra, para llegar a la aldea flotante de Kyaing Kan East, donde entramos ya en lo que es la ruta de los artesanos, algo, que por una parte es bueno, ya que podemos apreciar como realizan todo tipo de artículos las gentes del lago, de una manera puramente artesanal, y por otra mala, ya que intentan venderte todo lo que hacen, eso sí, sin atosigar al viajero, algo que se agradece.
HEBRAS DE LOTO
En la aldea de Kyaing Kan East, son conocidos, por realizar un minucioso trabajo, tejiendo togas, y todo tipo de artículos, con las hebras que sacan de los tallos de las flores de loto, y también tejen con seda. Pero que el viajero no se lleve a sorpresas posteriores, ya que todo lo que se teje con loto, es mucho más caro que cualquier otro tejido, un pañuelo tipo bufanda, puede llegar a costar 90 $, algo que sin duda no es caro, cuando se ve la complicada labor que tiene el sacar las hebras de estas plantas.
Posteriormente realizamos el recorrido por otras aldeas, siendo la primera parada. La aldea donde hacen cuchillos, de una manera muy trabajada, y artesanal también, con forjas antiguas, y sin otro medio que fuego, y martillos.
Pero si el viajero quiere ahorrarse unos dólares, debe de comprar todos los artículos que en el paseo turístico en barca le llevan a las fábricas, en el mercado de Nyaungshwe, en los puestos donde la gente de aquí suele comprar los artículos diarios, y donde el día anterior estuvimos comprando, y vemos ahora la diferencia con los mismos artículos, la mitad de precio.
PLACER DE FUMADORES
Después nos dirigimos a la aldea donde hacen cigarros puros, también de manera artesanal, y también al doble del precio que en el mercado anteriormente descrito. Pero es sin duda casi imposible el resistirse a probar y posteriormente comprar unos puros hechos con tabaco, plátano, tamarindo, azúcar moreno, y anís, liados con hoja de tabaco, pegados con pegamento de arroz, y con una boquilla hecha con hoja de maíz, sin aditivos químicos, y liados con las hábiles manos de las guapas chicas que trabajan con su cara pintada con tanaka (especie de crema hecha de madera que se ponen todos los birmanos, y que les deja una piel envidiable),todo un placer para un ex fumador.
Dejamos atrás la fábrica de tabaco, para dirigirnos de nuevo a Phaung Daw Oo, para comer. En esta ocasión el barquero nos lleva a uno de los restaurantes para turistas, que nosotros enseguida dejamos atrás, para irnos a uno que estaba en el mercado y que nos había gustado cuando estuvimos en él.
Comemos, mientras miramos el trajín de los camareros, viendo que alguno no cuenta con más de 8 años, que me hacen recordar tiempos pasados en la tienda de mis padres. También el barullo típico de las cocinas en pleno trabajo, acercándome a ellas, para ver los tejemanejes de los platos, y la concepción de estos.
Volvemos al restaurante donde el barquero nos esperaba, y comprobamos echándole un rápido vistazo a la carta de este que nos hemos ahorrado más de la mitad, al irnos a comer al mercado.
ORFEBRERIA EN PLATA
Proseguimos el viaje en barca, en dirección nuevamente a una fábrica, en esta ocasión de orfebrería en plata, mostrándonos como extraen el metal de la roca, y posteriormente hacen unos peces en plata típicos de la zona, y diversos objetos como collares, anillos, y demás joyas.
Cuando nuestro barquero ve con la rapidez con la que hemos acabado la visita y que no hemos comprado nada, nos pregunta si en realidad queremos parar en el siguiente lugar, que tiene tienda, y como atractivo una mujer de cuello largo (mujeres jirafa), a lo que los dos nos negamos, ya que lo de las mujeres jirafas, dejo hace años de hacerse, y se ha convertido en un mero reclamo turístico, parecido a una feria de monstruos.
EN LOS JARDINES FLOTANTES
Continuamos y nos dirigimos entonces a uno de los lugares más curiosos que hay en todo el lago, los jardines flotantes en Kela. Este lugar sin duda merece que el viajero se recree contemplando como el hombre con mucho trabajo y tenacidad, le ha ganado terreno al agua, y ha realizado estrechas hileras de tierra sobre el agua, aprovechando este medio, para cultivar, de todo. Pero sin lugar a dudas, el cultivo más extenso del lugar es el tomate, muy valorado en todo el país, el de esta región. Pasamos por numerosas calles, de agua, y con pequeñas hileras donde crecen las platas, y sujetadas por cañas, donde uno pierde la vista entre los curiosos cultivos.
Después y en último lugar, cuando comienza a llover, llegamos al templo de Nga Hpe Chaung (monasterio de los gatos saltarines), donde conviven cientos de gatos en compañía de los monjes, y estos los han adiestrado, para que salten por aros.
Damos una vuelta por el templo, viendo sus budas de estilo tibetano, y topándonos con numerosos gatos que campan a sus anchas por el suelo de madera, mientras coincidimos con monjes que leen, o están de visita en este tranquilo lugar, mientras la lluvia hace que mirar por la ventana, se convierta en todo un placer, teniendo como fondo los jardines flotantes o el trasiego de las embarcaciones.
UN POCO DE FUTBOL NACIONAL
Regresamos a Nyaungshwe, sobre las cuatro de la tarde, tomamos un té con leche en uno de los cafés cercanos al embarcadero, y repasamos las fotos que hemos hecho, deleitándonos de nuevo con las imágenes captadas, en lo que ha sido sin duda uno de los mejores días en Myanmar. Ponemos punto y final a esta magnífica jornada haciendo caso de nuevo a Alfonso y Arnau, y yendo a comer a los puestos cercanos al mercado, donde el plato principal, como no podía ser de otra manera, es ensalada de tomate, tomate de uno de los jardines flotantes del lago Inle.
La mañana siguiente la pasamos empeñados en que todo lo vivido el día anterior quede reflejado en las crónicas, y que pueda llegar de la manera más fresca a todos los taravitazos. En la tarde, después de almorzar, llegando a nuestro hotel atraídos por canticos y gritos, que dos días antes también habíamos escuchado, seguimos el rastro auditivo, hasta el campo de futbol de la localidad.
Decidimos pagar la entrada (50 céntimos), y nos encontramos que estamos en la semifinal del campeonato del estado Shan en el que nos encontramos.
Vemos unas estampas muy curiosas, donde aficionados de un equipo y otro se divierten con los tropiezos de los jugadores del equipo contrario y del propio, con el terreno de juego en un estado tan lamentable, que hace que solo se pueda predecir la dirección del balón cuando este se encuentra en el aire, ya que cuando rueda por el suelo, todo puede pasar. También observamos que uno de los equipos, va con la vestimenta de la selección española, y el contrario con la de la italiana, por lo que es fácil el decantarse con el equipo con el que vamos. También vemos que las líneas de banda las delimita el público, y aunque hay tres árbitros en teoría federados, la gente invade constantemente el terreno de juego, para ver alguna jugada que desde su posición le es imposible. Vemos también a los aficionados que se las ingenian para ver el encuentro desde fuera del campo sin tener que pagar la entrada, subidos a un árbol o trepando a la pared.
El resultado final es empate a cero, por lo que se tiene que ir a la tanda de penaltis, y todo el público, rodea inmediatamente la portería y el terreno de juego excepto la zona de la pena máxima. Cuando el portero del equipo que viste la elástica española para uno de los penaltis, los aficionados de este, llevados por la alegría, saltan y bailan al ritmo del que hace las veces de Manolo el del bombo, que aquí es el del tan tan.
Finalizado el encuentro, todos salen del campo, unos con alegría, y otros invadidos por la tristeza del perdedor, pero sin ningún tipo de altercado o trifulca entre los aficionados.
Regresamos al hotel, con el sabor en la boca aun de la experiencia futbolística, quizás el único lugar de la población, en la que no había ningún turista, por lo que aún es más auténtico lo vivido.
VUELTA CON PINCHAZO
Al día siguiente, recogemos todo de la habitación, y a las 5 de la tarde, deshacemos el camino que tres días antes nos había llevado desde Mandalay hasta Nyaungshwe, en tuc tuc, y no en el antiguo taxi, que nos trajo a la localidad cuando era la hora en la que los furtivos nocturnos marchan a dormir.
Llegamos de nuevo a Mandalay, después de un viaje accidentado, ya que la rueda del autobús pincha, y tardan en repararla más de dos horas, por problemas de herramientas.
Nos tomamos ese día, de descanso, y preparando el recorrido para el día siguiente, ver las ciudades antiguas, de alrededor de Mandalay, contratando para ello, un guía local, que nos promete que no pagaremos los 10 $ que cobra el gobierno a los turistas, por la visita a estos lugares.
En esa tarde, decidimos visitar en la ciudad la colina de Mandalay, situada en el extremo norte de la ciudad, y desde la que se puede ver todo Mandalay.
Cogemos un Taxi, que nos lleve al palacio primero, y posteriormente a la colina, y después de vuelta a nuestro hotel, por un importe de 6,5 euros.
Cuando llegamos al palacio, debido a que hay que pagar los 10 $ antes reseñados, solo vemos las murallas, y de allí marchamos a la colina.
LA COLINA A PIE
El taxi, nos deja en la falda de la colina, y de allí, comenzamos el ascenso.
Este se puede hacer de dos maneras, la primera en Trishaws (una especie de camioneta), o andando, nosotros optamos por esta última.
Comenzamos la ascensión a la colina, por sus escaleras, que constan de 669 peldaños, contados con fatiga por un servidor, además tanto el ascenso como el descenso hay que hacerlo descalzo, ya que nos encontramos en un lugar sagrado.
Paramos en el primer templo que hay, donde se encuentran tres huesos de buda, y un anciano que se encuentra en el lugar, se empeña en contarnos la historia, en un lenguaje que es mezcla del birmano y el inglés.
Continuamos ascenso, y llegamos a la mitad, donde un fiel que viene fumando todo el rato en la ascensión, compra unas flores, y nos obsequia con bebida fría, la cual agradecemos, y posteriormente, me hace que la ofrenda al buda, que hay en el lugar, la haga junto a él. Algo a lo que no puedo negarme, aunque en estos temas los lectores, ya saben que no soy demasiado creyente, pero por la amabilidad recibida, es lo mínimo que podemos hacer.
EN LA CIMA
Continuamos, y llegamos por fin a la cima, donde se encuentra una gran estatua de Buda, que mira hacia Mandalay, con su mano extendida, y señalando al palacio, y junto a él, hay otra imagen, ésta es de su discípulo Ananda. Representa, que en uno de los viajes que Buda hizo a Myanmar, llegó a lo alto de esta colina, en compañía de Ananda, y profetizó, que en ese lugar se erigiría una ciudad, que acabaría siendo la capital del país. No se equivocó, pues en 1857, Mandalay, pasó a ser la capital del país, en detrimento de Amarapura.
Descendemos, y cuando llegamos a la puerta, flanqueada por dos enorme leones, vemos a unos turistas, que quieren subir también a pie, cuando les digo los escalones que hay, rápidamente vuelven a su taxi, y marchan del lugar.
Regresamos al hotel, cenamos, y descansamos, pensando ya en la jornada ajetreada que nos espera al día siguiente.
TEMPLO Y ARTESANÍA
A las 8 en punto Moris, nos espera en la puerta del hotel, de allí vamos en primer lugar a Mahamuni Paya, el mejor templo a mi entender de las afueras de Mandalay.
Aprovecho para sacar unas buenas fotografías de éste y de las personas que se encuentran en el recinto rezando.
Pero sin duda lo que más me impresiona, son los accesos al templo, donde artesanos realizan todo tipo de trabajos, relacionados con la religión budista.
De allí nos dirigimos a lo que ya es típico en todos los recorridos que les hacen a los turistas, el paso por unas tiendas de artesanía, donde hacen bordados, y diversos trabajos en madera.
Desistiríamos gustosamente de estas visitas, pero a nuestro guía Moris, le pagan por los turistas que lleva, y no queremos dejarlo sin esa pequeña propina que lo hace tan feliz, una camiseta, o el pago de un litro de gasolina.
Posteriormente, nos lleva a lo que mi entender es una auténtica vergüenza, el monasterio de Maha Ganayon Kyaung.
TURISMO DE CONSUMO
Y digo vergüenza, porque gracias a la Lonely Planet, que está haciendo un gran daño a todo lo auténtico de los países, y convirtiéndolo en mero espectáculo bochornoso, erradicando la identidad de los pueblos, para que estos trabajen al servicio del todopoderoso dólar que trae el turista. Al llegar vemos hordas de turistas agolpados a lo largo del trayecto que va desde los dormitorios de los pequeños monjes hasta el comedor, al igual que si se tratara de un espectáculo circense, haciendo fotografías a bocajarro de los niños, incluso parando y entorpeciendo en su quehacer.
Me niego a permanecer allí, y decido quedarme en el aparcamiento con los conductores de autobús, hasta que nuestro guía finaliza la visita junto con Maruxiña.
Luego, vemos otro par de talleres donde tejen seda, y las trabajadoras, la mayoría chicas que no pasan de los 18 años, trabajan 12 horas diarias, con solo 2 días libres al mes, y con una paga de 20 mensuales.
Por fin llegamos a la colina de Sangaing, donde hay un templo en lo alto, y a medio camino de sus 386 peldaños se encuentra un altar custodiados por niños monjes, que al verme, se me acercan a curiosearme. Me piden posteriormente, el hacerse fotos conmigo, a lo que no me niego, ya que les divierte enormemente.
De allí marchamos a Inwa, que fue capital del reino birmano, casi 400 años, y por la que sólo se puede ir a sus monumentos de dos maneras, a pie o en coche de caballos. Nosotros después de un buen regateo, donde Moris hace las veces de mediador, conseguimos rebajarlo a 5 , la mitad de los demás.
Vemos en la visita, Baya Kyaung, el palacio de Namyin, del que lo único que queda es una torre torcida, debido a un terremoto, y Maha Aungmye Bonzan, un monasterio, del que sólo podemos ver el exterior, ya que nos hemos negado a sacar el permiso de 15 $ por persona, para poder visitar todos los monumentos, dinero que va única y exclusivamente a el gobierno birmano.
Pero en los alrededores, hay varios templos, que no vienen reseñados en las guías, como Le-htat-gyi Paya, del siglo XV y que a mi modo de entender, tienen tanto que ver como el reseñado anteriormente.
EL PUENTE DE TECA
Marchamos a Amarapura, la penúltima capital del reino birmano, donde lo más interesante de ver es su puente peatonal de teca, que cruza el lago Taungthaman. Allí, el atardecer, deja unas estampas preciosas, como el retorno de los pastores de patos, que regresan a sus hogares, en barca, y pastoreando a grandes manadas de patos en el río.
Siento decir a todos los lectores, y para alivio del administrador del blog, que la mayoría de las fotos del puente de teca, así como las del resto de las ciudades antiguas, y el festival de la luna llena, se encuentran en mi ordenador en España, por lo que las veremos a la vuelta de Maruxiña de allí, después de Navidades.
De vuelta al hotel, y después de pagarle a nuestro guía Moris, lo prometido 20 $, y que lo hemos rentabilizado, ya que hemos podido hacer las visitas, sin pagar el permiso al gobierno, y nos regateó el coche de caballos, cenamos y nos desplomamos en la cama rendidos, y esperando al día siguiente, terminar con la visita a las ciudades antiguas de Mandalay.
ANTE LA GRAN CAMPANA
Por la mañana, nos dirigimos al embarcadero, para tomar el barco que nos llevara a Mingun, a 11 km de Mandalay, y donde se debe de pagar 3 $ por persona, para la visita de sus monumentos, algo a lo que rehusamos, pretendiendo esquivar los distintos controles que hay dispuestos para ello.
Nada más desembarcar, el viajero se encuentra con Pondaw Paya, no es demasiado bonita, pero que sirve de aperitivo, para la posterior visita a los demás templos.
Luego, cerca de la carretera, se encuentra Mingun Paya, un santuario hueco, y de grandes dimensiones, que se encuentra agrietado, por el terremoto de 1838, y donde en su interior los fieles, se arrodillan y rezan a Buda.
Este santuario, fue construido por el rey Bodawpaya, pero murió antes de su finalización, y las obras se pararon en el 1819. De haber finalizado, hubiera sido la Paya mayor del mundo con una altura de 150 metros.
De allí, marchamos y pasamos por la campana de Mingun, según algunos la mayor campana del mundo, hecha en bronce, con un peso de 90 toneladas, 4 metros de altura, y 5 de boca, yo desde luego no me atrevería a pensar lo contrario.
PÉTREO PASTEL DE MERENGUE
Posteriormente, visitamos el plato fuerte a mi entender, y no Mingun Paya, sino Hsinbyume Paya. Entramos evitando el control de la entrada, accediendo al templo por una puerta lateral.
Para describir este lugar, no hay mejor calificativo, que el que le dio Ani, una taravitaza Parece un inmenso pastel de merengue.
Construida por el sucesor de Bodawpaya, Bagyidaw, en al año 1816, y posteriormente después del terremoto, fue reconstruida por su sucesor el rey Mindon en 1874.
El rey Bagyidaw, la construyó en honor a una de sus mujeres, la mayor, la princesa Hsinbyume. En el interior tiene la reproducción de la Sulamai Paya, que se haya en lo alto de un monte, según el plano del cosmos budista, el monte Meru, que ocupa el centro del universo.
Al contrario de lo que el lector pueda pensar, las siete alturas en terrazas onduladas que rodean la Stupa, no significan en esta ocasión, los siete procesos budistas, para llegar a la perfección, sino las siete cordilleras colindantes del monte Meru.
EN LAS FIESTAS DEL NAT
Finalizada la visita, y casi la mañana, regresamos de nuevo en el barco a Mandalay, donde encontramos a Jose, un catedrático de la universidad de Barcelona, y con el que quedamos para ir luego a la fiesta del Nat en Taungbyone, al norte de Mandalay, que se celebra sólo una vez al año.
Los Nats, son espíritus pre-budistas fusionados de forma sincresística con el budismo. Durante una fiesta Nat, el Nat Kadaw (médium), baila y encarna al espíritu entrando en trance.
Cuando llegamos a la localidad, subidos en una camioneta, lo que nos encontramos en el lugar, es sin duda lo más auténtico que hasta el momento he visto y disfrutado de todo el país.
Todo el pueblo se encuentra de fiesta, y a lo largo de las calles, hay diversas casetas, y en cada caseta hay dispuesto un templo, y dentro tocan música atronadora, donde un hombre vestido de mujer, danza en trance, mientras las personas alrededor, bailan bebiendo licor.
Al entrar en las casetas, nos invitan a bailar y beber con ellos, al ritmo de la música, y al compás del alcohol ingerido.
Todo un espectáculo, acrecentado, por la magia que rodea este rito ancestral.
En las calles, también hay puestos de comida, bebida, e incluso atracciones, donde la estrella es una gigantesca noria, sin motor, e impulsada, por chicos que trepan con gran avidez y con su peso, hacen que esta gire.
Cuando el atardecer comienza a caer, marchamos de nuevo a Mandalay, encaramados Jose y yo en lo alto de la camioneta, y Maruxiña en su interior. Mientras el sol va siendo engullido por los campos de arroz, y el viento suave del ocaso, acaricia mi cara, saboreo el momento vivido y pienso en las gentes de este país, martirizadas por un gobierno autoritario, pero que hace que ellos, se aferren aún más a sus costumbres y a la religión, esperando que todo algún día pueda cambiar.
Por la mañana, tomamos el avión, que nos lleva hasta la capital Yangon, donde llegamos a nuestro antiguo hotel, y el dueño nos recibe amablemente.
CUMPLIENDO COMPROMISOS
Lo siguiente que hacemos, es llamar a Cheng, el empresario chino, que conocimos en Ngpali Beach. Éste amablemente, nos emplaza, para cenar juntos por la tarde.
Posteriormente recorremos la ciudad, para degustar los últimos días en ella, parada en el tiempo.
A las siete y media Cheng, junto con su chófer, nos recoge de nuestro hotel, y nos lleva a la parte alta de la ciudad, donde los restaurantes lujosos, contrastan con la miseria de los demás barrios de la ciudad.
Llegamos a un restaurante de comida birmana, y china, y Cheng, comienza a pedir platos, mientras la música de una orquesta ameniza la velada.
Después, en la sobremesa, Maruxiña y yo le entregamos
una memoria con canciones españolas, para que se acuerde de nosotros, y pagamos la cuenta, 50 , el doble del sueldo mensual de un birmano.
De regreso a nuestro hotel pienso en las diferencias sociales de este país, que al tener un régimen tan férreo, se acentúan.
Cuando Cheng nos deja en el hotel, nos emplaza, para al día siguiente, recogernos de nuestro hotel, y enseñarnos los alrededores de la ciudad. Nosotros que en un principio, pensábamos hacer las últimas compras, ya que es el último día en la ciudad, accedemos cuando nos comenta, que se piensa tomar el día libre, por nosotros.
DE TURISMO CON NUESTRO PODEROSO ANFITRIÓN
Por la mañana, a las 9 en punto, Cheng, y su chófer, ya se encuentran en la puerta de nuestro hotel.
En primer lugar, nos llevan a las afueras de la ciudad, a la localidad de Twante, situada a unos 24 km., atravesando el rio Yangon. En esta población, el interés principal es Shwesandaw Paya, un templo que se encuentra en una pequeña isla, dentro de uno de los canales del delta del río, y a la que se tiene que acceder con barca.
Nuestro anfitrión, previamente, además de pagar la entrada y el viaje en barca, ha comprado unas pequeñas palomitas de maíz. Cuando llegamos al templo, vemos el por qué, cientos de peces se agolpan en la orilla, y esperan a que los visitantes les echen las palomitas, esto es una costumbre que da buena suerte.
Luego en su interior, visitamos el templo, y los diferentes altares que se encuentran en él.
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Posteriormente regresamos a Yangon, donde vamos a un restaurante chino, conocido por nuestro anfitrión, y éste nos agasaja con una magnifica comida china.
La sobremesa, la pasamos en un parque zoológico de la ciudad, en el que hacemos un recorrido en coche, y podemos ver a los monos, ciervos, y algún elefante que se encuentran en semi cautividad.
Finalizada la visita al parque, y a uno de sus lagos, donde hay unos pececillos que habitan en él, que nos muerden las pieles muertas de los pies, algo por lo que otros pagan dinero, en centros de estética.
Marchamos al cementerio inglés. En el reposan los restos de los soldados, ingleses, y birmanos, que murieron en la defensa inútil de Yangon en la Segunda Guerra Mundial.
Posteriormente, y con el atardecer cayendo, marchamos a cenar a un restaurante familiar también chino, y en esta ocasión, no dejamos ya que pague Cheng, aunque continua insistiendo en pagarlo todo.
EN EL TEMPLO ILUMINADO
Finalizada la cena, insiste en que debemos de ver Shwedagon Paya por la noche, en un principio, me muestro reticente, ya que la hemos visitado, y hay que pagar de nuevo, para ver algo ya visto, pero ante la insistencia de nuestro amigo, accedemos.
Algo que posteriormente agradecemos, y recomendamos encarecidamente al viajero, ya que es todo un espectáculo, el ver este templo iluminado por la noche.
Regresamos al hotel, y nos despedimos de nuestros amigos, que han sido unos perfectos anfitriones, y emplazamos a Cheng, para que el día que regresemos a España, nos haga una visita, y que pueda conocer nuestro país, de la mano de estos dos taravitazos.
Volamos a la mañana siguiente a Bangkok, no sin antes tener que pagar 10 $, por persona, por abandonar Myanmar. En esta ocasión me deshago de los billetes que no han querido en los lugares, por estar doblados, insistiendo a las autoridades, que es lo único que tengo, y aceptándolos a regañadientes.
Thwà ba oùn meh Myanmar, Hello Malasia.
Llegamos a Bangkok, en medio de una fuerte lluvia, y donde debemos de esperar la venida de Ángel (Motorman).
En estos días, acentúo más si cabe, mi pensamiento sobre Thailandia, que es un país, que ha perdido su identidad, y que todo está hecho por y para el turismo.
Es el motivo por el que me niego a escribir sobre éste, ya que como dije en anterior ocasión, flaco favor le haría.
Tan solo destacar, que mi estado de ánimo por encontrarme en un país que aborrezco, se ve en gran medida incrementado, por la visita sorpresa de Alfonso y Arnau, que han decidido regresar antes, y marchamos los cinco a islas del sur de Tailandia.
También destacar a Teresa, una viajera empedernida, que conocimos en Mandalay, y con la que quedamos en Bangkok, para salir a tomar unas cervezas.
En las islas del sur, conocemos a dos gallegas, y una catalana, Carla, que es lo más positivo que puedo sacar de mi experiencia en este país. .
Por lo demás, todo abarrotado de turistas, y cada vez que se tiene que cambiar de transporte, va en tour organizado, y en plan borreguero, algo que siempre me negué a hacer.
Las tres provincias del sur de Tailandia, se encuentran ausentes de turismo, ya que hay grupos terroristas separatistas en la zona, y han secuestrado a varios extranjeros.
Pues los tres un servidor, Maruxiña, y Motorman, cruzamos la frontera con Malasia andando, y entre fuertes controles del ejército, un 3 de septiembre.
Nada más llegar a Malasia, mi estado de ánimo sube por las nubes. Es un país de gente encantadora, y nada que envidiar a Tailandia, en sus playas o jungla.
Decidimos ir a las islas Perhentian, dos pequeñas islas, que se encuentran en el noreste del país.