CAMBOYA

CAMBOYA

 

Llegamos a Siem Reap, tan solo dos días después de atravesar la frontera, no ha sido por la tremenda prisa que pudiera tener, en ver los templos de Angkor, algo lógico de pensar, sino porque este país, es escaso en bellos paisajes, o ciudades.

FLORECIENTE CIUDAD

Todo esto queda compensado nada más entrar en la ciudad de Siem Reap, ya que hasta el momento es la ciudad más floreciente, limpia, y llena de atractivos para el viajero que hemos visitado en el país. Aunque la entrada por la Ruta 6 en dirección oeste, no dé quizás la mejor imagen de la ciudad, ya que se encuentra la estación de autobuses, y el mercado nuevo, junto con unos acerados inexistentes llenos de arena, que a la menor brisa, llenan de polvo a todo aquel que circula por esta carretera.

Lo primero, es la rutina que se repite cada vez que llegamos a un lugar nuevo, dar una breve vuelta por la ciudad, y elegir la zona donde queremos hospedarnos, y el hotel.

En esta ocasión, decidimos, en contra de toda lógica, el quedarnos en un hotel alejado de la zona turística, y cerca de la Ruta 6 y de la estación de autobuses, pero no por ello peor que los servicios que pueda ofrecer cualquier otro hotel de mayor atractivo al visitante por su ubicación en la ciudad.

Se llama Kristine Hotel, al lado de la estación de autobuses, las habitaciones cuestan 15 $, estupendas habitaciones con internet, y un servicio, que hace sombra a todos los lugares de donde hasta ahora nos hemos hospedado. Es algo caro para lo que estamos acostumbrados a pagar, pero todo aquel que visite esta ciudad, debe de tener en cuenta, que está en el lugar más turístico de toda Camboya, en la perla arqueológica del sudeste asiático, y en uno de los lugares más famosos de todo el mundo, por lo que se debe de venir  mentalizado para ello, esto se traduce, a que la estancia y visitas a los diversos lugares que ofrece la localidad y sus alrededores, son caros, en comparación con el resto del país.

EN LA MOTO REMOLQUE

Al día siguiente, decidimos ir a visitar el pueblo flotante de Chong Kneas, situado a unos 15 km de la ciudad. Para visitarlo, si no se dispone de vehículo, se puede ir en moto remolque (toda una experiencia, sobre todo por su aspecto, ya que recuerda a un choche de caballos)(foto 05), lo malo es que te llevan hasta un embarcadero, y de allí para visitar el pueblo, se debe de alquilar una barca, con un elevado coste por lo menos a nuestro entender, de 30 $ por persona, siendo un viaje corto, y lo peor es que tiene el monopolio de estos viajes, una compañía coreana, que se queda con los beneficios, y los trabajadores, apenas cobran 150 $ al mes. Cuando nos dicen los precios, nos falta poco para decirles donde se pueden meter el viaje.

Regresamos a la ciudad, pensando que pueblos flotantes hay muchos en el mundo, pero templos de Angkor solo los que hay aquí, por lo que al día siguiente, nos esperamos que la puya sea aun mayor.

Pasamos el resto del día, paseando por el barrio antiguo, y por el mercado que hay en él, comprando algún producto local para comer, y programando la visita a los templos del día siguiente, de la manera que nos sea más económica, y con la que podamos ver el mayor número de templos.

 

TEMPLOS Y PUYAS

A la mañana siguiente, a las 6 de la mañana, estamos ya de camino a los templos, las dos primeras puyas no tardan en llegar, al sacar las entradas, hacen la conversión del rial al dólar, de la manera más interesada para los dueños de la compañía que posee los derechos para la explotación turística de los templos, 20 $ por persona y día, además, no dejan entrar con vehículo privado, solo pueden acceder moto remolques, o se puede ir en bicicleta o andando, lo que supone que es imposible hacerlo en un solo día.

Tragamos saliva, dejamos la moto en el aparcamiento de las taquillas,  nos acordamos de toda la familia que tiene la explotación de los templos, que solo gasta el 10 % de lo recaudado en su mantenimiento, y no en los trabajadores, ya que ellos cobran poco, y en definitiva, también son unos explotados.

Hacemos cuentas, y vemos que la mejor manera, es verlo todo en un día con un Tuc Tuc, que además nos lleve a los lugres directamente, sin tener que perder tiempo en buscarlos por nuestra cuenta.

 

CON AYUDA POLICIAL

El policía que no nos deja entrar con la moto, muy solícito, nos llama a un tuc tuc, imaginamos, que se lleva mordida también, en fin, al final se compensa pues tenemos una suerte increíble, ya que nos toca un camboyano auténtico. Esto quiere decir, una buenísima persona: atento, cumplidor, y de un carácter muy dulce, sus servicios, por todo el día, ascienden a 15 $.

Para evitar las masas de los turistas coreanos y chinos que ya invaden el aparcamiento de las taquillas, decidimos realizar la visita de una manera diferente a la que la hacen los que viajan en tour programados.

Esto es, visitando los templos pequeños al principio, dejando para el final los dos platos fuertes Angkor Thom, y Angkor Wat, y como guinda Ta keo, el que es menos visitado y está más metido en la selva.

 

EL MAYOR EDIFICIO RELIGIOSO DEL MUNDO

Los templos de Angkor, fueron construidos desde el siglo IX al XV, y como ocurre a lo largo de la historia, son significativos de la época de mayor esplendor de los jemeres, cuando en esa época reinaban los reyes-dioses. La obra cumbre de los templos fue la construcción del mayor edificio religioso del mundo Angkor Wat, construido entre 1112-1152, la pared rectangular exterior mide 1.025 metros de largo, por 800 metros de ancho.

En primer lugar nos dirigimos a Pre Rup, construido a mediados del siglo X. Es un templo en forma piramidal, en tres plataformas. Como aperitivo es muy aconsejable, ya que es el primero para nosotros, y para muchos visitantes el último, ya que son famosas las puestas de sol desde allí, y nos empieza a dejar boquiabiertos, cuando subimos al último nivel, y vemos sus cinco torres.

Después nos vamos a Ta Som, construido a finales del siglo XII, con la visita a este templo, uno va entrando ya en calor, ya que se puede apreciar alguna escultura budista, y su restauración, está ya recién finalizada, puesto que estaba anteriormente ruinoso.

Continuamos con Neak Poan, que es un pequeño templo budista de finales del siglo XII, construido en el centro de una gran piscina cuadrada, donde antaño había cuatro estatuas y hoy en día solo queda una restaurada. Está rodeado por otras cuatro piscinas más, y tal vez el que menos merece la pena de visitar de todo el conjunto.

 

ENTRANDO EN MATERIA

Seguimos con Preah Khan (espada sagrada), construido a finales del siglo XII, este ya es un plato más contundente, y al viajero le puede dar una idea de lo que le espera. Es uno de los complejos más grandes, que forma un laberinto de pasillos abovedados, con cuatro entradas, coincidentes con los cuatro puntos cardinales, y con cuatro pasarelas, que cuenta en sus barandas, con estatuas representativas del Batido del Océano de Leche, aunque la mayoría de sus cabezas han desaparecido. Como curiosidad, cabe destacar que la entrada este, está dedicada al budismo Mahayana, con una gran puerta, y las demás veneran a Siva, Visnu y Brahma, con puertas más pequeñas indicando la desigualdad entre el hinduismo y el budismo.

Justo cuando terminamos de ver el templo, tenemos la gran suerte que comienza a diluviar coincidiendo con la hora del almuerzo. Junto con Meng, que así se llama nuestro conductor, almorzamos en un restaurante aledaño, regateando el precio de los platos de 5  a 2 $, ya que aún llevamos muy adentro la rabia contenida de este aprovechamiento por parte de los que dirigen este lugar por la visita a mismo.

Haciendo la digestión visitamos la ciudad fortificada de Angkor Thom, con una extensión de 10 km cuadrados, y construida por el rey con más esplendor de todos, Jayavarman VII, que reinó desde 1181 a 1219.

Angkor Thom, está cercada por una muralla de 12 kilómetros de largo, por 8 de alto, en su interior alberga varios edificios, siendo los más importantes Baphuon, el Recinto Real, el Phimeanakas, la terraza de los Elefantes, y lo que a mí me impresionó más de todos los templos, Bayon.

 

FUERTEMENTE OBSERVADOS

Este último, es un templo de pasillos y escaleras estrechas con 54 torres góticas, decoradas con 216 caras del dios Avalokiteshvara, con un gran parecido al rey Jayavarman VII. Sin duda este lugar merece la pena degustarlo con toda la tranquilidad del mundo, sentarse en algún rincón, y observar, mientras se es observado por todos los rostros que hay en el templo.

Finalizada la visita a la ciudad fortificada, y de que el dios de la lluvia nos honra con una fuerte presencia como es habitual todos los días, haciendo que nos refugiemos en un altar cercano, donde también se guarecen unos camboyanos. Posteriormente, nos dirigimos a Angkor Wat, el último de los grandes templos.

Nada más llegar al lugar, uno se percata que es lo más visitado de todo el complejo, por la cantidad de puestos de suvenir, y gentes que le ofrecen al visitante todo tipo de recuerdos.

Angkor Wat, fue construido como templo funerario para el rey Suryavarman II, que reino entre 1112 y 1152, y en honor del dios hindú Visnú.

Enseguida que el visitante atraviesa uno de los puentes para acceder al recinto, puede quedar cautivado por sus cinco grandes torres, que resaltan sobre toda la estructura, y que son símbolo del país, ya que también son el escudo de la bandera de Camboya.

El interior del recinto, en absoluto decepciona, con sus patios, el interior de sus torres, pero sobre todo el ambiente que se respira en él, cuando se puede ver en tranquilidad, es algo especial, sólo reservado a unos pocos lugares que he visitado.

Finalizada la visita de Angkor Wat, y cuando uno piensa que ya no puede ver nada que vaya a igualar en emociones como lo que ya ha visto, es el momento de visitar Ta Prhom.

 

LA GUIDA MÁGICA

Si hay un adjetivo que definiría a la perfección a este templo, ese sería mágico, ya que se encuentra tal y como en un principio lo encontraron los franceses, engullido por la selva, que se adueñó de lo que antaño fue suyo, y hoy en día, en una lucha desigual, los restauradores, pretenden devolverle el brillo que en su día tuvo.

Pasear por estas ruinas, en casi soledad, es sin lugar a dudas una de las mejores sensaciones que el conjunto de Angkor puede ofrecer. De los tejados de los templos, cuelgan raíces de árboles centenarios, que crecieron cuando la batalla se presumía ganada por la naturaleza, y que sus raíces poco a poco fueron engullendo literalmente a las piedras.

Salimos del recinto, y mientras regresamos en el tuc tuc, miro atrás y veo como poco a poco nos vamos alejando de esta maravilla. En nuestros cuerpos queda una mezcla de cansancio de estar el día completo de templo en templo, intentado digerirlo todo sin llegar a tener empacho, con el hormigueo que aun corretea por nuestros estómagos, igual que si se tratara de ese primer beso fugaz que se da a la novia de un verano quinceañero, y con las emociones aun a flor de piel, de haber visto sin duda una de las bellezas más grandes que el ser humano a lo largo de la historia ha realizado, los templos de Angkor.

 

CUMPLEAÑOS FELIZ

Antes de llegar a nuestro hotel, paramos en una pastelería, y le compro a Maruxiña una tarta de cumpleaños ya que ese mismo día cumple 28 años, día en que decidimos celebrarlo de la mejor manera, en una visita que jamás podremos olvidar.

Por la noche, mientras ella apaga las velas de su pastel, con el nombre de Maruxiña escrito con esfuerzo por una camboyana, y pide un deseo, yo secretamente para mí, no puedo evitar el pedir otro, regresar algún día a este lugar.

Por la mañana salimos de la ciudad, después de despedirnos de las 200 reverencias que nos profesa todo el personal del hotel, reunido a la salida.

Atravesamos de nuevo la ciudad, pero esta vez de distinta manera, rápida y sin apenas mirar atrás, siendo siempre fiel a mis despedidas de los lugares y personas que siempre me han llegado más al corazón.

 

PAQUEÑO PAÍS

Nuestro próximo destino es la ciudad de Sisophon, que se encentra al oeste del país, a tan solo 40 km, de Tailandia.

Pasamos una ciudad tras otra, hasta que llegamos a una que pensamos que es nuestro destino, la atravesamos, hasta llegar a una barrera, donde se encuentra un policía. Pensando que es un control rutinario, en un primer momento intento pasar, pero somos detenidos por el policía, que nos dice, que primero debemos ir al control de pasaportes, y que la moto no puede pasar.

Extrañado, miro el lugar, y me percato, que hemos estado a punto de meternos en Tailandia, si no hubiera sido avisado por la fuerza de la autoridad.

Riendo para mí, doy media vuelta, y me percato, que este país es tan pequeño, en comparación con los que ya hemos visitado, que las distancias que, en un primer momento en el mapa me parecen suficientes para una jornada en moto, en realidad, no son mayor de 100 km.

Llegamos a Sisophon, localidad en la que lo único que cabe destacar, es que no tiene mucho que ver, pero si un par de hoteles de muy buen precio, y alta calidad. Algo que se está convirtiendo, en uno de los atractivos de este país, a falta de mayores, y que me hice un corte de pelo, y afeitado por tan solo 1$, algo realmente significativo para mí.

Después de un par de días, donde aprovecho para finalizar mi última crónica de Laos, y realizar alguna revisión a mi moto, marchamos a Battambang, pequeña localidad, con el único atractivo de un tren de bambú, y lo que el viajero intente descubrir.

Nos alojamos en el hotel que hasta el momento es el más caro de todo el viaje 18 $ desayuno incluido, se llama hotel King, es un equivalente a un 4 estrellas en España no porque nos estemos aburguesando, sino porque los hoteles en la ciudad, o están llenos, o se encuentran demasiado lejos de los lugares de interés.

 

EL TREN DE BAMBÚ

Después de una ducha, nos dirigimos a ver el tren de bambú. El mismo se encuentra bastante escondido, por lo que aunque el amable personal del hotel nos da unas indicaciones, debemos de darle 0,33 euros a una moto taxi, para que nos lleve hasta el lugar.

El tren de bambú, no es otra cosa que una plataforma de madera de bambú, en lo algo de dos ejes y con un motor de una mula mecánica, que transita por un tramo de vía abandonada de unos 10 km, que va a una pequeña aldea.

En definitiva, es algo a lo que los turistas van por la única razón que lo pone en la mayoría de guías de viaje Lonely Planet, Routaire, etc., y que le deja dinero a una empresa, que se queda con la mayor parte de los 5$ por persona que cuesta el trayecto y mal paga a todos los empleados, algo muy parecido a lo que pasa en la gestión de los templos de Angkor.

Finalizada la visita al tren de bambú, decidimos darnos una vuelta por los alrededores de la ciudad, y las aldeas colindantes, algo muy recomendable para el viajero si se dispone de vehículo, ya que es un lugar poco turístico, y se disfrutara de bellos paisajes de cultivo, y del saludo constante de los camboyanos, sorprendidos del paso fugaz del visitante.

Por la mañana, nos dirigimos a Pursat, otra localidad que tampoco tiene nada merecido de reseñar salvo que si se pretende ir a la capital Phnom Penh, desde el oeste del país, es una ciudad de parada intermedia, para que el viaje no sea demasiado largo.

 

CUADRICULADA E INTENSA CIUDAD

El sábado, salimos temprano, con la intención de llegar pronto a Phnom Penh, conforme nos vamos acercando a la capital, nos percatamos, que el número de mezquitas musulmanas crece, así como el número de mujeres con la cabeza tapada. Señal inequívoca que en estos lugares el budismo pierde la hegemonía de religión absoluta, para ser solo mayoritaria.

Entramos en la capital, sorprendiéndonos de la cantidad de tráfico que encontramos, y de los edificios modernos que se construyen, además de lo fácil que es el orientarse en esta ciudad, ya que la mayoría de los barrios son cuadriculados al estilo de la Eixample de Barcelona.

Encontramos hotel en el barrio antiguo, cerca del “Old Market”, un mercado muy desvencijado, y nada atractivo, que se encuentra cerca del río Tonle Sap, navegable hasta el lago de mismo nombre, situado en el sur de Angkor, y que en esta ciudad, se une al Mekong.

La leyenda cuenta que esta ciudad fue fundada cuando una anciana llamada Penh encontró cuatro estatuas de buda en el rio Mekong. La señora las llevó a una colina cercana, y la ciudad que creció alrededor paso a llamarse Phnom Penh (colina de Penh).

Esta ciudad, fue capital del país, a partir de 1430, por la única circunstancia de su buena situación por los ríos, en detrimento de Angkor, ya que el río favorecía el comercio con Laos y China, y con el delta del Mekong, que daba salida al mar.

En un primer momento nuestras pretensiones, son de quedarnos al menos cuatro días, ya que debemos de hacer varias gestiones, encaminados a la solicitud de visado de Myanmar (Birmania), tanteo para la venta de mi pobre moto, ya que no es posible el viajar con ella a Tailandia u otro país que no sea de nuevo los ya visitados, y compra de varios artículos tecnológicos como tarjetas y memorias, ya que en Camboya, están exentos de impuestos, y es un lugar recomendado para su compra.

Además, la capital ofrece al visitante varios lugares de interés para su visita, como son el museo nacional, donde se encuentra la mejor colección del mundo de escultura Jemer, el museo Tuol Sleng, en el que se puede conocer más de cerca la barbarie del genocidio sufrido por los camboyanos, o la visita al palacio real.

El primer día lo tomamos de relax y descanso, por lo que lo único que hacemos es conocer el barrio antiguo, comprobando lo que es habitual en todas las capitales del mundo, que la comida y la estancia se incrementa, al igual que la oferta de lugares.

POR LOS MERCADOS

Por la mañana, salimos con la idea de acercarnos a los mercados, y dedicar casi todo el día a estos lugares, pues,  como antes he reseñado, debemos de hacernos con equipamiento para los dos.

En un primer momento visitamos el mercado central de Phnom Penh, llamado Psar Thmei, conocido entre los camboyanos por su gran cúpula, aunque no es ni por asomo una de las mayores del mundo, algo poco recomendable de discutir con ningún lugareño.

En él se encuentran en el centro, puestos de joyería y pedrería, y en las calles cercanas, otros artículos como ropa, maletas, y artículos de electrónica, además tiene una parte en el exterior, en la que el visitante puede degustar lo mejor de la comida camboyana, quizás al mejor precio de toda la ciudad.

Posteriormente, después de almorzar, nos dirigimos al Psar o Russei (mercado Ruso), recomendado éste, para las tarjetas y memorias USB, se puede comprar una de 16 gigas, por 12 euros, para mí al menos es barata.

También es el mercado menos visitado por turistas, por lo que aún conserva ese aire que a mí tanto me gusta de mercado tradicional, además otra serie de productos están mucho más baratos que en el resto de lugares de la ciudad, como arreglos de ropa, papelería, incluso peluquería, algo que por su aspecto poco atrae a Maruxiña.

Posteriormente y por ultimo visitamos el Psar Tuol Tom Pong, recomendado en las guías para la compra de suvenires, y ropa de marca a buen precio. Siento defraudar a todo aquel que lea esto, pero nada más lejos de la realidad, ya que todo son imitaciones y no de buena calidad de la realidad, y respecto a los suvenires, hay muchos puestos y todos de lo mismo, por lo que uno acaba teniendo la sensación, de que se encuentra en un Corte Inglés de todo a cien chino.

 

CRUZANDO EL RÍO

Finalizado el día, decidimos ir al otro lado de la ribera del río, para ver el atardecer sobre la ciudad. Cuando llegamos al otro lado, comprobamos que esta todo por hacer, ya que hay en construcción varios hoteles, y restaurantes, que dentro de poco la poca belleza que queda desaparecerá. Pero actualmente, se encuentran atracados los barcos que descansan del recorrido que hacen a diario en un sentido u otro. Que apurando los últimos días de incognito, de este lugar, hay numerosos camboyanos musulmanes, pasando la tarde en familia, o alguna pareja de jóvenes, que roza sus manos furtivamente, ante el descuido del familiar de la chica que los acompaña como imposición paterna. Todos sorprendidos de vernos allí, y posteriormente acercándose a curiosearnos, primero los que no tienen miedo, los niños, y luego sus padres, a los que les regalamos alguna sonrisa, y alguna foto, mientras el sol se esconde detrás de los edificios del otro Phnom Penh.

Cuando marchamos, un coro de críos corren tras nuestra moto, diciéndonos adiós, hasta que el cansancio de los pequeños músculos de sus piernas, les comunica que es hora de volverse.

 

UN POCO DE BUROCRACIA ORIENTAL

Por la mañana, decidimos arreglar lo del visado para visitar Myanmar, esta se encuentra entre dos calles muy conocidas de Phnom Penh, Mao Tse Toung Boulevard, con Norodom Boulevard. Cuando llegamos, solicitamos los impresos, y comienzan los trámites, para entrar a un país, donde los turistas no son demasiado bien recibidos, ya que se encuentra bajo un férreo régimen, y con el embargo más duro que tiene ningún país  del sudeste asiático.

Nos piden dos fotografías, el lugar donde nos hospedaremos por los 28 días que dura el visado, contrato de trabajo o nómina, y entrevista donde nos interrogan por qué queremos ir y a dónde tenemos pensado ir.

Después de mis banas explicaciones de que yo ya no trabajo, y ante la posibilidad de que me quede sin visado, tengo que decir que soy guardia civil, y que tengo pensado regresar a mi país, y no quedarme en su maravilloso país lleno de avances y libertades.

Se nos quedan los pasaportes por dos semanas, por lo que recomendamos a todos los que quieran hacerse visado, que lo hagan en la embajada de Bangkok, ya que pagando más de los 20 $ que nos cuesta a nosotros, pueden hacerlo en el mismo día.

Cuando salimos, en un principio tenemos la intención de visitar el palacio, y el museo nacional, pero a Maruxiña, se le ha despegado la retención, y necesita un dentista que la atienda.

 

UN REPASO CORPORAL

Comprobamos entonces, algo que no viene en ninguna guía, y que nosotros recomendamos, que los dentistas de este país, además de ser muy profesionales, son extremadamente baratos. Lo que a Maruxiña normalmente le cuesta 80 euros, le sale aquí por 11,5 euros, además, viendo los resultados, se hace una limpieza bucal por tan sólo 8 euros. Pienso para mí, que si llego a saber esto antes, me hubiera ahorrado el agobio pasado en Bangkok.

Posteriormente, y con la tarde echada encima, Maruxiña que lleva los pelos ya de una loca de un manicomio del siglo XIX, decide que es hora de ir a la peluquería. Esto normalmente no lo reseñaría en estas crónicas, si no fuera por dos cosas, la primera es que por lavar el pelo, cortarlo y peinarlo, le cobran 2 euros, y la segundo es que para hacerlo, con efectividad antes de cortárselo, se lo alisan, ya que de no hacerlo, temen cortárselo mal, ya que en su vida han cortado un pelo rizado.

Finalizada la tarde, buscamos en cerca de un centro comercial de nombre familiar (Sorya), una tienda donde comprar una cámara digital para mi compañera, y al final encontramos una justo enfrente de la puerta del centro comercial, llamada Diamond, atendida por una amable mujer, donde compramos la cámara con un ahorro del 50%, incluida funda y tarjeta de memoria.

Volvemos al hotel, después de un día entero de ahorro, para mi compañera, y pensando, que del día siguiente no pasa la visita al Palacio, y al Museo Nacional, dejando para el regreso la visita al museo Tuol Sleng.

 

PUDOROSA VISITA

Por la mañana, nos dirigimos por fin al palacio real, 6,5 $ la entrada, y un consejo para todas aquellas que quieran visitarlo, no dejan entrar a las chicas con camiseta de tirantes, ni con pantalones cortos y a diferencia de otros lugares no tienen túnicas ni faldas largas para prestarte mientras dura la visita.

Este palacio construido en 1869, no es nada en realidad comparado con el de Bangkok, actualmente sigue siendo la residencia del rey Sihamoni, por lo que hay alguna parte que no se puede visitar.

A decir verdad, lo más interesante de todo el recinto es la pagoda de plata, donde se encuentra lo más valioso tanto arquitectónicamente, como en valor monetario, ya que el suelo es de 5.000 baldosas de plata de 1 kg cada una. En el interior también se encuentra una estatua de Buda a tamaño real de oro macizo, y con 9584 diamantes, siendo el de mayor tamaño de 25 quilates, así como numerosas joyas y esculturas de gran valor.

El visitante debe de saber que no se pueden sacar fotografías del interior, pero si uno tiene un poco de ingenio, siempre puede arréglaselas para iluminar a todos los taravitazos.

Finalizado el recorrido que es breve, como ya he dicho en comparación con el palacio de Bangkok, con el que guarda gran similitud, nos dirigimos al Museo Nacional, lo que más ganas tengo de ver de la ciudad, y lo que a mi entender más vale la pena.

 

MUSEO DE TERRACOTA

El Museo Nacional (entrada 3$, no es necesario taparse y da más cultura que el palacio), tiene una estructura de Terracota, y fue construido entre 1917 y 1920.

Este museo consta de cuatro pabellones, en los que tampoco se puede sacar ninguna fotografía, a lo que hago caso omiso, por lo que si algún día entro en prisión, por este hecho, espero que entre todos los taravitazos, hagan una colecta para sacarme.

La mayoría de las estatuas son indias, desde el siglo V al XIV, entre ellas cabe destacar el combate de dos monos, o la estatua de Jayavarman VII, con su cabeza ligeramente reclinada. También cabe destacar una colección de budas, o una falúa real de madera, esta última de una época más cercana. Todo ello, junto con su magnífico patio, en el que también se encuentran unas estupendas estatuas jemeres, harán a buen seguro las delicias del visitante, donde podrá descansar del calor sofocante, mientras deleita todo aquello que le rodea.

Finalizadas las visitas, regresamos al hotel, con nuestro pensamiento puesto ya en el golfo de Tailandia, donde al día siguiente nos dirigiremos.

 

GRANDES PARRILLADAS

Por la mañana marchamos de la capital, y ponemos rumbo al sur, y después de tres horas de viaje con lluvia intermitente, llegamos por fin a la ciudad de Kep. Es una pequeña ciudad de provincia, exenta de buenas playas, pero donde se pueden deleitar unas buenas parrilladas, y los mejores cangrejos de Camboya a un precio casi de risa. Conseguimos dos kilos cocinados por 10 $. A decir verdad, es lo único que vale la pena de este lugar, ya que por lo demás es bastante austera en lugares para visitar, incluso el parque natural de Kep, al que se puede pasar con moto si se dispone de ella.

Posteriormente, nos marchamos a Sihanoukville, población que nada tiene que ver con Kep, ya que es muy turística, con unas magníficas playas, que están abarrotadas de gentes, a excepción del lugar donde quedamos, la playa de Otres. Es sin duda alguna el último lugar de esta población, que se puede decir que no está machacado por el turismo, pues en una playa de unos tres kilómetros de largo, hay tan sólo unas 10 Guest House y otros tantos chiringuitos para comer, que van de 5 $ por noche hasta 15 $  con aire acondicionado e internet.

 

ALGO DE BUCEO

Después de un día en la población, decidimos hacer un curso de buceo, porque las arenas blancas, las aguas cristalinas, y el fondo marino del lugar, tientan en exceso al visitante como para no hacerlo.

Al final de un largo periplo por todos los lugares de la ciudad que ofrecen esta actividad, optamos por Eco Sea Dive, en el 225 Eckareach St., regentado por una japonesa de nombre Kioko, y que resulta ser el más barato. El curso de open wáter, por dos días, con todo incluido, excepto la estancia en una isla remota, sale por 295 $, casi la mitad que en los demás lugares donde preguntamos, el único problema es que es todo en ingles.

Por la mañana, dejamos nuestra moto en el muelle, y montamos en barco, que nos lleva a una isla, que está situada a 35 km al sur, en total tardamos unas dos horas en llegar.

Cuando lo hacemos, sin tiempo para ver la isla, dejamos nuestras mochilas en uno de los bungalós y salimos a realizar mi primera inmersión en mi vida, ya que Maruxiña si ha hecho más en anteriores ocasiones.

La sensación que tengo en un primer momento es de agobio, ya que solo estoy pendiente de poder mantenerme con una flotabilidad adecuada, vigilar la presión en los oídos, etc.

La segunda, después de una comida, es muy diferente, empiezo a disfrutar de un mundo hasta ese momento desconocido para mí, ya que ni siquiera he realizado snorkel.

Contemplo la vida acuática, los corales, y sobre todo la sensación de ingravidez que te permite desplazarte por todo un mundo nuevo más que flotando volando. Es como estar en el interior de la pecera de un gigante, en compañía de animales, que anteriormente solo eran posibles de ver a través de un cristal, algo que recomiendo encarecidamente.

De vuelta a la isla, el barco marcha a la costa, y nosotros quedamos en la isla, siendo los únicos extranjeros que pernoctan en el lugar.

 

OTRO IDÍLICO LUGAR DONDE TODA DA IGUAL

Nos encontramos en una isla de unos 10 km cuadrados, donde sólo viven 90 personas en una aldea de pescadores, y otras tantas en otra aldea en la parte opuesta de la isla. Entre una aldea y otra solo hay selva, la electricidad solo está disponible por generadores y durante cuatro horas al día, no hay ni un solo vehículo, ya que no hay carreteras ni caminos para poder transitar por ella, solo senderos entre la selva, y unas playas vírgenes ausentes de turistas.

En la isla, solo hay dos albergues, propiedad ambos de dos centros de inmersión de Sihanoukville, y donde no hay nada más que buceadores que apenas pasan una noche, ante la ausencia de ocio que puede ofrecer el lugar, por lo que nos encontramos solos en compañía de los aldeanos, en un entorno más que paradisíaco.

Sumado a todo esto, los encargados de la Guest House, son de una amabilidad extrema, y la cocinera es excelente, por lo que nuestra estancia que en un principio iba a ser de tan solo dos días, acaba convirtiéndose en cinco.

En nuestra estancia vamos de la hamaca a las cristalinas aguas de la isla, de ellas a la estupenda comida, para luego regresar al agua y estar contemplando el fondo marino, terminando la tarde en compañía de los aldeanos, y de sus hijos, que además se han convertido en nuestro despertador, ya que a las 6 de la mañana nos despiertan con sus juegos y algarabía propia de su edad, pescando en los alrededores de nuestro bungaló, o cazando algún pájaro con sus tirachinas, y como colofón contemplar el bello atardecer de la isla, para poco después a la hora en que los aldeanos duermen, viajar nosotros también al país de Morfeo.

Puede que esto suene aburrido, pero puedo asegurar a los lectores, que este lugar, tiene un efecto sobre el visitante muy extraño, ya que desde el primer día en que desembarcamos, la isla atrapa a todo aquel que vive en ella. Haciendo que el tiempo no tenga en absoluto importancia, que los días pasen tal y como si fueran horas, y que el sentido de la responsabilidad o el quehacer diario, se relaja de una manera tan profunda, que todo da igual. Da igual que sólo se disponga de 4 horas de electricidad diaria, ya que igualmente uno se levanta al alba, y la oscuridad llega acompañada del manto del sueño. Da igual la ropa de la que uno disponga, ya que un bañador y una camiseta, es suficiente indumentaria para toda una vida. Da igual los horarios de comidas, ya que no hay demasiado que hacer, y siempre hay un pez que pescar, algún animal que cazar, o algún coco que coger. Da igual la educación de los hijos cuando se tienen, pues en este lugar es sin duda una magnífica escuela natural, que hace que los niños sean de los más avispados y felices que he visto en todo mi camino, con tan sólo 6 años, pescan con la habilidad de expertos, y los tirachinas en sus manos se convierten en armas mortíferas, para todo aquello que vuela, o todo animal que intenta escabullirse en su madriguera. Da igual el tiempo, porque en la isla para saber si es tarde o temprano, solo se debe de mirar al cielo.

Sin temor a equivocarme, es uno de los lugares más maravillosos de la tierra, que se merece que continúe siendo descubierto, sólo por buceadores expertos y ocasionales, que no pernoctan en el lugar por la falta de ocio en la misma, a excepción de estos dos taravitazos.

 

AMARGA DESPEDIDA

Nos vamos de la isla, con un sabor amargo, ya que no queremos marchar, y nos gustaría haber permanecido, por lo menos una vida más, pero el camino debe de continuar, y aún quedan muchas más cosas que ver y saborear.

Regresamos por la carretera que nos llevó a Sihanoukville, para parar en Kampot, capital de la provincia de mismo nombre, y donde nos alojamos en el que hasta el momento es el mejor hotel calidad precio en el que nos hemos estado

Nyny Guesthouse, Oussphea Village St. N` 1,

un hotel con calidad de un tres estrellas, por tan solo 7$, incluido Internet.

En esta localidad, permanecemos tres días, de la que hay que destacar varias cosas, la primera, es que es famosa en el mundo entero, por tener la mejor pimienta que existe, que tiene un puerto de montaña, donde hay una residencia veraniega abandonada de la década de los 60, con aspecto fantasmagórico, que se ha convertido en un atractivo para los turistas, y que tiene el mejor parque natural del país.

PRODUCTIVA TERTULIA

En el primer día, decidimos volver a la localidad de Kep, en la que ya habíamos estado antes, para darnos un festín de cangrejos, recién pescados. Allí nos encontramos con una grata sorpresa, ya que coincidimos con David, Eider y Ricardo, dos españoles y un argentino, que también intentan regatear el precio de los cangrejos a las mujeres del mercado. Decidimos comer juntos, y entablamos una amena conversación donde nos contamos nuestras vidas. Eider y Ricardo, barcelonesa ella y argentino él, son pareja, trabajan en la capital, y han acompañado a David, que ha venido de España para luego marchar hacia Laos y posteriormente a China.

La sobremesa, la hacemos con David, ya que la pareja debe de regresar a Phnom Penh, y comprobamos que David ya tiene muchas tablas en el difícil arte de viajar con mochila, ya que ha estado en varios países, Yemen, Myanmar, India, Nepal, Pakistán, y un largo etc. que hace que la charla se convierta en un interrogatorio por nuestra parte, para tener una idea aproximada de lo que nos espera, y así pasamos el resto de la tarde, en un café junto al mar. En la tertulia, sale a relucir, la inminente venta de nuestra moto, y David decide que es una buena ocasión para comprarla, ya que le hablamos de las múltiples ventajas de viajar con ella por Camboya y Laos, y los pocos inconvenientes que tiene.

Por lo que decidimos volver a vernos en la capital, a nuestro regreso, y que se quede con nuestra moto.

 

DURA DESPEDIDA

Regresamos al hotel, con un sabor dulce por encontrar a unos compatriotas, que son buena gente, y un tanto amargo por aproximarse la hora en que tenemos que deshacernos de la compañera más fiel que he tenido hasta el momento, y con la que he compartido más tiempo en todo el viaje que llevo. Aunque por otra parte también pienso, que no he podido encontrar a ninguna persona mejor que David, para que se quede con ella, pues tengo a buen seguro que la tratará tan bien como nosotros.

A la mañana siguiente, decidimos ir al parque natural y puerto de montaña de Bokor, cuando cogemos la carretera, a pocos kilómetros, nos encontramos que la carretera está cortada por obras, y que no nos deja pasar, por lo que nos tenemos que dar media vuelta y nos quedamos sin la visita a este lugar. Sin embargo aprovechamos para ver el ir y venir de moto-remolques cargados con lugareños, ver alguna que otra imagen que nos ofrece el lugar, o el conversar con algún paisano, mientras nos obsequia con un coco recién recogido de las palmeras.

Entramos a Phnom Penh, en la última ruta que hacemos a lomos de nuestra moto, intentando degustar los últimos kilómetros lo mejor posible, y maldiciendo a las autoridades tailandesas, por no dejarnos entrar en este país en ella.

No tardamos en encontrar nuestro antiguo hotel, uno de los mejores en relación calidad precio de la ciudad, y por este motivo, y como ya es habitual, debo de dejar la dirección Guest House Diamond, en el 54 Eo, St. 13, de Phnom Penh,

12 $ con aire acondicionado e internet.

Después de una ducha, lo primero es llamar a nuestros amigos Eider y Ricardo, para verlos, no tardamos en quedar para la cena, y poder conversar.

A las 6 de la tarde, Ricardo nos espera en su casa, con una cerveza bien fría como bienvenida, allí esperamos a su compañera, para luego ir a cenar, repasando la historia de unos y otros, mientras los platos camboyanos van y vienen, para continuar con la tertulia en su casa, y finalizar la velada en compañía de lo que ya son buenos amigos.

 

TARAVITAZO COCINILLA

En la mañana siguiente, la pasamos haciendo gestiones, de nuestra marcha del país, recogiendo el visado de la embajada de Myanmar y posteriormente, reuniéndonos todos a la llegada de David a la ciudad. En la reunión nocturna que tenemos en la casa de Eider y Ricardo, se me ocurre, pedirles un favor, algo que desde que salí de mi casa, es lo que probablemente más echo en falta, cocinar. Nuestros anfitriones acceden, haciéndome inmensamente feliz.

Por la mañana, salimos a comprar los ingredientes, para los platos que he decidido hacer, paella, salmorejo con ausencia de jamón, y humus.

Cuando empiezo a cocinar, Ricardo, se convierte en mi pinche improvisado, ya que al entrar en una cocina nueva, me encuentro como pez fuera del agua, y porque él está interesado en ver lo que preparo y de la forma que lo hago, para luego poder repetirlo, en ocasiones posteriores.

Cuando finalizo  toda la tarea, en la tarde y mientras friego los platos, disfruto de uno de esos momentos que ya tenía olvidados, el silencio de esas tardes, en las que mientras uno está en sus quehaceres, finalizando las tareas escucha el lejano sonido de algún pájaro, el silencio que inunda las estancias adyacentes, y por primera vez siento que estoy en un hogar.

En la cena, disfrutamos de los platos, en compañía del jefe de Eider, que también se ha unido al festín, para posteriormente hacer nuestra última salida por la capital de Camboya, a locales nocturnos, donde se mezcla la necesidad de algunas personas, por el sobrevivir, con ambientes bohemios llegando hasta locales donde nada tienen que envidiar a los mas alternativos de la ciudad condal de donde marché hace ya un año.

 

MUSEO DEL HORROR

Por la mañana, decido visitar el museo de  Tuol Sleng, lugar de tortura, donde a finales de los 70, en los tres años en los que duró la represión de los Jemeres Rojos, llegaban a asesinar hasta 100 personas diarias, después de torturarlas.

El lugar era un antiguo colegio, reformado para ser uno de los lugares donde más sufrimiento se ha padecido en toda la historia de este país.

Lo visito solo, ya que Maruxiña declina mi ofrecimiento para que me acompañe, ya que en absoluto es un lugar que quiere que le quede en la retina de su memoria, y en absoluto se lo reprocho.

Paseo por las aulas ahora vacías, y en las que solo quedan camas de hierro, donde se esposaba y torturaba a las personas, y otras donde se construyeron celdas, o los artilugios con los que se torturaba a las personas. En el patio, donde se ejecutaban a los que se creía enemigos del régimen del horror, aún quedan en pie como testigos mudos de la sinrazón los postes donde se ataban a los condenados. Un escalofrió recorre mi espina dorsal, y va creciendo conforme veo las fotografías  de las personas que allí fueron torturadas, sobre todo cuando éstas son de niños y ancianos.

Es sin duda un fiel reflejo de la capacidad de hacer daño a sus semejantes que tiene el ser humano, la única raza animal, capaz de dañar a sus semejantes, por meros sentimientos mezquinos.

 

O kom kap Camboya, Min Gala Ba Myanmar

Vuelvo al hotel, apara recoger a mi compañera, y marchar a casa de mis amigos, para despedirnos de ellos, y darles las gracias, por haber hecho que nos hayamos sentido como en la propia.

Unas horas después, un taxi, nos espera a la puerta de su domicilio, y allí nos damos el ultimo adiós, cuando el taxi arranca, el corazón me da un brinco, no sé porque, pero tengo a buen seguro que no será la última vez que veo a estos buenos amigos.

Ya en el aeropuerto, y por casualidad leo en un periódico abandonado, que han comenzado los juicios contra cuatro de los cabecillas del genocidio sufrido por los camboyanos hace más de tres décadas.

Pienso, mientras subo las escaleras del avión que me aleja de este país, que quizás si los camboyanos hubieran tenido más dinero, o hubieran bombardeado los medios de comunicación con noticias, los cines con películas, y dispuesto de mayor poder en los países de occidente, como paso en otro genocidio cometido hace 70 años, el tribunal de la Aja se hubiera dado más prisa en juzgar a los culpables.

Camboya a mi parecer, es fiel reflejo del refrán ”Hasta los perros callejeros conocen la casa del pobre“, sin embargo los camboyanos, continúan contestando con su sonrisa a las mías, incluso los niños pequeños que piden en la calle, o se acercan a nuestra mesa mientras comes, para que los invites si quieres.

En los días que hemos pasado en este país, he visto, que los camboyanos de a pie, jamás dejan a un anciano, mutilado o niño que les pida una limosna marchar con las manos vacías, mientras los que ocupan las altas posiciones en la clase social, pasan con sus todoterrenos de lujo mirando por encima del hombro, a toda velocidad, sin importarles quien puede haber en medio, compran artículos de lujo, con los que una familia camboyana, podría vivir durante dos décadas, cuando en este país hay multitud de extranjeros que se parten el pecho, por trabajar gratis y pagando en ONG.

Pero lo que para mi sigue siendo un misterio, es la sonrisa de los más desfavorecidos de este país, gente que le falta algún miembro de su cuerpo, que vive de la caridad de los demás, y que sin embargo sonríe con la más insignificante de las bromas que le pueda hacer.

Continúo viaje hacia Myanmar, hasta llegar donde mis ganas de conocer lo diferente, mi salud o cansancio puedan poner coto al camino. Pero lo que sin duda jamás podré llegar a descubrir es la pregunta que continuamente asalta mis pensamientos desde que entre en este país, ¿Por qué sonríen los camboyanos? Puede que sea porque es lo único que en su día los jemeres rojos, no fueron capaces de arrebatarle, o simplemente, porque es lo único que le queda a los camboyanos para ofrecer al visitante, sea cual sea la razón, solo me queda decir O Kom Kap (muchas gracias) por todo lo que me has dado Camboya.

Hacemos una parada breve de dos días en mi denostado Bangkok, en los que la lluvia nos da pequeñas treguas, para realizar las pocas gestiones encaminadas a poder tener efectivo en nuestra estancia en Myanmar, ya que es un país que carece de cajeros, y solo se puede cambiar dólares, en sus grandes ciudades.

Cuando aterrizamos en el aeropuerto de Yangon, el primer choque visual que tenemos, es que los hombres de este país visten con Longyi, una especie de falda, a la que me parece que no sólo me acostumbrare a verla, sino que intentaré llevar en el momento que tenga ocasión, durante mi visita. Conforme recorremos la capital del país en busca de un hotel, a primera vista, la descripción de ésta, sería la misma que Miguel Gila tenia para describir Grecia: ”Esta todo roto, y por empezar a construir”.

No hay que olvidar que Myanmar sufre un bloqueo internacional, solo roto por China, y aprovechado por la petrolera francesa Total, por tener un gobierno no elegido por el pueblo. Es por ello, que el país está anclado en la década de los 80, sus transportes, sus edificios (muchos de ellos recuerdan a la Habana), y sobre todo, y lo que más sufriremos, sus carreteras. Pero sin duda alguna, quien sufre más por este bloqueo, son los de siempre, el pueblo de Myanmar.

En memoria a Enrique Alonso, fallecido el 18 de julio del 2011

 

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