El Salvador

EL SALVADOR

“Uno de los grandes sinsentidos que tienen las guerras civiles, es que gran parte de los que luchan en ellas, no lo hacen en el bando que realmente sienten o piensan, sino en el que por desgracia les ha coincidido”.

Manuela López Maestre (mi madre).

Después de nueve meses sin poder viajar debido a circunstancias familiares. Salimos escopeteados de España con una sensación agridulce pues debemos de atravesar de nuevo Guatemala. País donde aparte de un puñado de buenos amigos, aborrecemos por los motivos que en su día expliqué.

En esta ocasión, nos acompaña un nuevo miembro que se ha convertido en nuestra mascota.

Vallecita, un posavasos hinchable con forma de unicornio y al que dotamos con una mochila (bolsa de productos El Polvillo, con ese nombre es difícil resistirse). Fue donada por unos buenos amigos, para que nos acompañe en nuestro periplo.

Gracias Antonio y Valle por esos días que me hicieron olvidar penas y soledad a base de cerveza, piscina y barbacoa. Esperamos poder corresponderos a ese gran corazón que tenéis. 

MARAS APARTE

Es inevitable que el viajero sienta algún resquicio de temor cuando decide viajar a El Salvador, debido a la mala imagen intencionada que existe de este país.
Nosotros, viajeros ya un poco experimentados, no pudimos evitar tener alguno.
Este temor nos duró tan solo el tiempo que tardamos en conversar con las primeras personas y comprobar, que una vez más, nada tiene que ver lo que se dice con lo que es. Este fue uno de los principales motivos que nos impulsó a viajar y ver las cosas por nosotros mismos.
No voy a hablar de Maras, lo único que al parecer publicitan de El Salvador. Por todos es bien sabida la historia de estas bandas, que curiosamente no nacieron en este país, sino en EE.UU.

Hablar de las maras sería tan estúpido como referirse a España hablando solo de la corrupción política y dejar a un lado todo lo demás.

Únicamente  espero darle al lector un perfil real y objetivo de lo que es El Salvador. Ya después de haberlo visitado, me atrevo a decir que es mucho más seguro que México o Guatemala. Los cascos de la moto, siempre los hemos dejado encima de ella al igual que todos los salvadoreños y a nuestro regreso continuaban allí. Incluso en ocasiones, nos hemos olvidado nuestra cámara todoterreno y jamás la tocaron.

No me harto de decir que un país no es solo su naturaleza, cultura o historia, sino que la  grandeza de los mismos, se mide por una combinación de estas tres aptitudes junto con la calidad humana de sus habitantes. Y en esto amigos, El Salvador está muy por encima de la media de todos los países que hemos visitado y a la altura de Cuba oriental y México, por nombrar países del mismo continente.

Un último dato para reflejar esta realidad. En todo nuestro recorrido por el país, solo una persona intento engañarnos con precios que no eran. Todos los demás, fueron de  una honestidad y amabilidad envidiable.

Por ello el visitante disfrutará más en la estancia en este país que a su vecino Guatemalteco. Me apuesto con cualquiera su sueldo de un año.

CUESTIONES TÉCNICAS

El viajero que pretenda visitar Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua, ha de tener especial atención al tiempo de estancia. Estos países tienen un acuerdo de libre circulación por un periodo de tres meses en total. Se puede realizar una extensión de otros 90 días en las oficinas de inmigración de los diferentes países de la zona. Debido a esto, al viajero que ingrese en El Salvador proveniente de Guatemala, no le pondrán sello en su pasaporte.

Para viajeros de larga estancia y con información contrastada con otros viajeros. Recomendamos que de tener que realizar la extensión del visado, lo haga en El Salvador, en cualquiera de las tres oficinas que tiene el país, San Salvador, Santa Ana o  San Miguel.

La corrupción de funcionarios en otros países puede hacerle pasar un mal trago al viajero. A nosotros en Santa Ana, nos ayudaron y trataron de forma profesional e intachable.

La tasa es de 25$ por persona y los requisitos y formularios están en este enlace https://drive.google.com/file/d/1upMGbeK7bVVowTEAX2hDf1wgSUGpkMXq/view

Al viajar en vehículo, el tiempo de estancia en El Salvador se limita a dos meses para estos. Como contrapunto, no se ha de pagar nada por ingresar el vehículo al país.

La documentación necesaria para entrar con vehículo en El Salvador se reduce al permiso de circulación y copia, impreso de salida del vehículo de Guatemala y copia, permiso de conducción y copia, pasaporte y copia donde también este el sello de salida del país proveniente.

En El Salvador no es obligatorio el seguro del vehículo.

La moneda que se utiliza en el país es el dólar. Recomiendo al viajero que quiera venir con efectivo de esta moneda, que los billetes no sean mayores de 20$, pues se encontrara que la generalidad de personas no le podrá cambiar.

Entramos en El Salvador por la frontera de Anguiatu, en tan solo una hora realizamos los trámites, aprovechando que es domingo y el tráfico es escaso.

YA EN SANTA ANA

Pasamos cerca del lago de Metapan, que al estar en la estación seca, esta menos vistoso. Por ello decidimos ir directamente a la ciudad de Santa Ana.

Allí, a la primera persona que encontramos, un repartidor de comida china,  le preguntamos por un hotel céntrico, limpio y que se ajuste a nuestro bolsillo.

Primer encuentro con un salvadoreño y primera grata sorpresa; – No se preocupen, termino con este pedido y yo mismo les acompaño.
Lo seguimos por la ciudad, hasta el mismo centro a un costado de la catedral donde nos indica el Hotel Libertad. Nos da la mano y también su número de teléfono por si necesitáramos cualquier cosa a lo largo de nuestro viaje por el país.

Esto que nos deja sorprendidos sobre todo viniendo de donde venimos, no es una circunstancia anómala, sino que se repetirá a lo largo del país.

 El Hotel Libertad, regentado por el amabilísimo Milton, está situado al costado izquierdo de la catedral, en la 1ª Avenida Norte y 4ª Calle Oriente, teléfono y Whatsapp (503) 2441 2455.

Las inmensas habitaciones del este hotel (alguna de más de 40 m2), son limpias, con baño dentro, wifi y aparcamiento para motos.
El hotel es una antigua casa palacio de mediados del XIX, un tanto ajada lo que la dota de un halo atractivo y muy parecido a las casas de La Habana.

Para que el viajero entienda lo semi-virgen en turismo que es este país, la mayoría de hoteles tienen dos tarifas y dos horarios. Una desde las 8 de la mañana hasta las 6 de la tarde y la otra nocturna, ya que la casi totalidad de clientes, son locales y utilizan las habitaciones bien para pasar solo la noche o solo  un rato.

Milton, de gran amabilidad y buen conversador, tiene experiencia con turistas y nos deja la habitación por todo el día al mismo precio que para una noche, 15$. Para estancias más largas, siempre se puede llegar a un acuerdo. Para bolsillos más acomodados, recomiendo el Hotel Sole situado en el número 14 de la misma calle que el Hotel Libertad a tres manzanas.
Habitaciones con muy buen gusto y donde los precios van desde 10$ por persona en dormitorio a 30$ la habitación doble privada con desayuno y  cocina.


Nosotros decidimos estar cuatro noches en Santa Ana, pues tanto la ciudad como sus alrededores son imprescindibles en la visita al país.

DE PUPUSAS POR EL CENTRO

Los lugares que recomiendo visitar en la ciudad, son varios. La catedral de estilo neogótico, la municipalidad, el teatro y el Casino, todos en la plaza central.


Además, en el Casino ofrecen buenos almuerzos a un precio normal en el país, 2’5$ por persona. La Iglesia El Calvario, las calles del centro y el mercado, también son de gran interés.

Para desayunos, almuerzos y cenas populares el mejor lugar está situado muy cerca del hotel Libertad a tan solo una manzana, el comedor Anita. Allí tanto la  dueña  como los empleados trataran al comensal como uno más de la familia, además de ofrecer unos platos de lo más suculento y económicos. El plato estrella tanto para el desayuno como para la cena en El Salvador, son las pupusas. Estas son unas tortas tanto de maíz como arroz, rellenas de diferentes productos siempre con  queso.

Nosotros hemos llegado a encontrar lugares donde tienen más de 15 variedades, desde diferentes verduras pasando por pescados en la zona de la costa a buenos chicharrones en la zona interior.

La masa de las pupusas y tortillas, la hacen en molinos distribuidos en diferentes zonas de las villas del país donde las mujeres diariamente hacen una procesión para recogerla y luego distribuirlas en las pupuserías. Estos molinos, en las horas más tranquilas, muelen cacao tostado con azúcar y manteca, para hacer chocolate.

Pero como no solo de pupusas vive el hombre, también se pueden encontrar platos muy variados y de buena calidad que harán el deleite del comensal.

Recomiendo que el viajero pruebe la gran variedad de quesos que existen en el país.

Hay un lugar que tanto a Yokito San como a mí nos tiene enganchados por calidad y diferencia sobre todos los lugares que hemos visitado y que al viajero le resultara igual.

Las heladerías El Sin Rival, empresa familiar nacida en Santa Ana, donde una de sus sucursales se encuentra en la Calle Libertad, cerca de la plaza central. También tiene sucursales en San Salvador y San Miguel. Helados 100% artesanales y naturales de frutas tropicales.

DE VOLCANES

Nuestra recomendación para los alrededores de Santa Ana, se centra principalmente en dos lugares. Los volcanes que se pueden apreciar desde cerro Verde (entrada cara 3$ para extranjeros). No indispensable, ya que en el camino si uno se las arregla, justo antes de la entrada, adentrándose 50metros en el lado izquierdo de la carretera, también se pueden ver. En la subida, al lado derecho de la carretera, hay buenas vistas del lago Coatepeque.

Aunque las mejores vistas al lago están desde los restaurantes cercanos a este.

No intentar circunvalar la carretera que rodea el lago, ya que una macula que tiene El Salvador, es que la ley de costa brilla por su ausencia. De este modo, será estéril el intento de ver la orilla del lago exceptuando un pequeño embarcadero, pues el lago está rodeado de casas y fincas particulares, que blindan cualquier acceso a éste.

Realizando el maltrecho camino que circunda el lago, en algunos lugares es solo un sendero donde solo puede pasar caminando (nosotros lo hicimos en moto a costa de nuestra seguridad), la Chapulina rompe la  amortiguación delantera.
Esto que en un principio puede parecer un contratiempo, a  nosotros nos dio  la  oportunidad de conocer a Ricardo, un chico de 24 años mecánico y manco debido a una  enfermedad. Si, el lector ha leído bien, mecánico y manco. Uno de los ejemplos de superación más grandes que hemos visto.
Como Ricardo nos decía más tarde mientras cenábamos pupusas; – Que le voy a hacer Antonio, si es lo  que me ha tocado. Yo a los tres días de que me hubieran amputado el brazo, ya estaba cambiando de lugar el embrague en la moto y corriendo con ella. A día de hoy, tengo un taller de motos, doy empleo a dos personas y yo sigo montando en mi moto. De nada sirve lamentarse, no hay otra que levantarse. Debido a su honestidad, profesionalidad y superación, acabamos siendo buenos amigos y quedamos en diferentes ocasiones.

Dejo su dirección y teléfono, ya que los moteros sabemos lo difícil que es encontrar un mecánico honesto y profesional.
Ricardo Antonio Rivas, C/ Diagonal Alfredo Granadino y 13 Avd., Sur, Santa Ana.

Telf. y Whatsapp +503  6142 0146.

CAFÉ CON EMPANADAS DE LECHE Y BANANA

Unos 40 km al sur de Santa Ana, se encuentra la ciudad de Sonsonate. Al estar cerca, permanecimos en nuestro hotel.

La ciudad de Sonsonate no es más allá interesante que la visita a la plaza. Sin embargo, justo a la derecha del ayuntamiento o municipalidad, se encuentra un lugar que el viajero si pasa por la ciudad no debería de perderse. Es un café antiguo donde sirven las empanadas de leche y banana más ricas que hemos probado, todo ello acompañado con un excelente café. El Salvador tiene uno de los mejores cafés del mundo, nosotros damos testigo de ello.

Si Sonsonate para nosotros no tuvo como ciudad demasiado atractivo, los alrededores si, o al menos uno de ellos.

Las Termas de Aguachapan, que son las más grandes de Centroamérica.
Allí el viajero, tendrá dos opciones en forma de centro turístico uno al lado de otro.
Se puede visitar el manantial, para nosotros lo más interesante sin tener que pagar. Pero igualmente recomiendo pagar la entrada a uno de ellos, para pasar el día  en las distintas piscinas con diferentes temperaturas, para relajarse en estas curativas aguas. El precio de la entrada en el más barato (los dos centros están uno junto al otro) es de 4’5$.

El otro lugar o más bien recorrido, que ofrecen los alrededores de Sonsonate, es el segundo lugar más turístico del país, la ruta de las flores.
La Ruta de las flores, es una iniciativa por parte de los alcaldes de los pueblos de Nahuizalco, Solcoatitan, Juayua (para nosotros el más interesante por ser más natural), Apaneca y Ataco. Que hace unos años, para incentivar el turismo en la zona, decidieron pintar con preciosos murales, algunas de las casas de los pueblos.

Aunque resulta un tanto artificial, recomiendo la visita a estos. Si el viajero desea alojarse en alguno de estos pueblos, recomendamos el de Juayua, pues los alrededores por su naturaleza, son de gran interés con diversas rutas.

SURFISTAS A GOGÓ

Salimos de Santa Ana, y nos dirigimos al lugar con más turismo de El Salvador, El Tunco. Esta población costera desbordada por surfistas tanto locales como turistas (en su mayoría estadounidenses), está llena de alojamientos y restaurantes. El viajero tendrá la sensación de encontrarse en otro país.

Recomiendo al viajero, alojarse en El Sunzal, a 2 km por carretera de El Tunco, pero a tan solo 100 metros andando por la playa de El Tunco.
El SurfersInn situado cerca de la carretera y a 200 metros  de la playa, es el lugar idóneo para bolsillos livianos.

Consta de habitaciones limpias con baño, wifi, cocina común y un inmenso jardín con acceso a la playa por 12$.
La familia de Antonio, atenderá a las mil maravillas a los  huéspedes en todo lo que necesiten. También alquilan tablas de surf, principal actividad acuática que se realiza en la zona.
Por favor, no perderse las pupusas de pescado que por la noche hacen justo enfrente.  Tanto el Tunco como los lugares aledaños, tienen unas magníficas playas donde al viajero si va con vehículo, no le costará demasiado encontrar muchas solitarias y de gran belleza. Nosotros que recorrimos absolutamente toda la costa de El Salvador (400 km aproximadamente), recomendamos particularmente la de La Perla. al oeste del Tunco y a unos 10 km. (pequeña pero muy bonita) y Toluca al este en el km. 49.5 de la carretera, larga y solitaria.

Del resto de la costa a excepción del Cuco, cerca de la Unión, en el extremo este del país, son parecidas a la de Toluca. El problema es como ya he dicho antes, la inexistente ley de costa.

UNA COSTA DEL SOL PRIVADA

En Costa del Sol, lugar de mansiones y grandes casas, llegamos a realizar hasta 10 km por la carretera de la costa, sin poder tener acceso a la playa, ya que no lo hay a no ser que se posea una de estas mansiones o se esté alojado en uno de sus lujosos hoteles.

Este hecho, no nos afecta demasiado, ya que nosotros viajamos en transporte propio (un gran hándicap para el viajero que visite el país en trasporte público, pues se pierde bastante tiempo) nos da igual hacer 1 como 10km. El problema lo vemos en los pescadores locales, que han visto como el  lugar donde han vivido siempre y del que depende su  trabajo, se ha privatizado, dejándolos sin recursos. Otro de los imperdibles de la zona, es disfrutar de los atardeceres desde los numerosos miradores que hay en la carretera de la  costa.

Nosotros que nos quedamos cerca de una semana en El Sunzal, aprovechamos también para recorrer la impresionante zona interior con paisajes tan sublimes como el café y miel que se puede encontrar. Aconsejamos una ruta que no dejará impasible al viajero. La que va desde El Zonte, atravesando Chiltiupan y llega a Jayaque. Carretera de curvas, empinada y recién asfaltada, que hizo que volviéramos a repetir en dos ocasiones.

CAFÉ, CAFÉ

Recomiendo comprar café en el pueblo de Jayaque, ya que es café de altura tostado  en vasija de barro. Toda una delicatesen a 2`5$ la libra.
Para probarlo, recomiendo un mirador que hay un par de kilómetros antes de la entrada al pueblo, donde un precioso café con unas vistas  hará que el tiempo se detenga. Este lugar, que se inicio con las donaciones de una fundación japonesa que Yokito San conoce a la perfección, lo recomiendo para tomar café, no para comprarlo, pues los precios en las tiendas o comedores del pueblo son más económicos.

Finalizada nuestra estancia en El Sunzal, tomamos la carretera de la costa, donde la autovía que está en construcción, hace que tengamos que echar mano de toda nuestra experiencia en la conducción y que lleguemos a La Unión, con tanto polvo como lo hacíamos en Mongolia.

EN LA UNIÓN
La Unión es una ciudad, llena de tráfico y polvorienta que no nos gustó demasiado. A pesar de ello, un grupo chino ha comprado una de las pequeñas islas que tiene el país en su frontera con Honduras y Guatemala, para hacer un hotel de lujo y traer cruceros.

La costa no tiene buenas playas, la mejor y más cercana es la de El Cunco a 20 km. Nosotros que ya estamos hartos de playa, decidimos quedarnos en La Unión y disfrutar de lo que es más apetecible de la ciudad y sus alrededores. El parque de  La Familia junto al faro y al atardecer se pueden ver buenas estampas del volcán Chaparrastique, el más grande del país.

La preciosa y fresca localidad de Conchagua a tan solo 4 km, cercana al volcán de mismo nombre, ofrece unas vistas a tres países, El Salvador, Honduras y Nicaragua.

El alojamiento con la mejor relación calidad-precio de La Unión, es sin duda Hospedaje Santa Marta. Regentado por la amable Marta y situado en 7ª avenida Barrio Norte, telf. y Whatsapp +503 7641 7005. Habitaciones limpias, baño dentro, wifi, aparcamiento, agua y café gratuito por 15$.

Es el lugar que suelen elegir los turistas extranjeros que suelen visitar la ciudad como atestiguan las fotos que hay en el hall.

BUSCANDO LA HISTORIA

Salimos de La Unión para adentrarnos de nuevo en el interior del país, buscando naturaleza e historia. Sin duda alguna, el lugar  indicado en el país es El Mozote.

Nada sabía yo a parte de lo que se escribió en periódicos o se reveló en la magnífica película “Salvador” de Oliver Stone sobre la cruenta guerra civil que duro 12 años en este país.

La primera vez, aquí en El Salvador que escuché hablar sobre la masacre de El Mozote, tanto Yokito San como yo teníamos claro, que para entender la desgarradora historia del país, la visita a esta aldea era obligada.

La cercanía en el tiempo de la guerra civil salvadoreña (1980-1992). Hace que el viajero, tenga la mejor oportunidad posible de conocer la historia como se debe de conocer. Directamente de los labios de las personas que la emprendieron y de los que la sufrieron.

Para ello y para no ser tachado de partidista de un lado u otro, reproduciré lo que refugiados, testigos y participantes de uno y otro bando me contaron.

Sabe bien el lector que me sigue, que no me tiembla la mano a la hora de contar calamidades o situaciones nada agradables. En esta ocasión y a toro pasado, aun se me hace un nudo en la garganta y los ojos se me nublan de lágrimas recordando estas tres entrevistas e intentando escribirlas con todos los detalles.

Por ello, el lector queda avisado.

Antonio, bando del ejército

Antonio, de carácter afable, bondadoso y risueño. Fue sargento del ejército en la guerra y hoy en día es panadero, repartiendo por la zona de El Morazán.

Llega a la tienda de José, situada en la plaza de El Mozote. Después de repartir el género, en la tienda, toda la bollería que no sirve para su venta por estar ya dura lo reserva para dar de comer a los perros abandonados.

José, al que le había preguntado ya sobre la masacre y mis intenciones de hablar con implicados en la guerra, me hace un gesto señalándome a Antonio, y me dice; – el estuvo en el ejercito cuando fue la guerra-.

Inmediatamente invito a Antonio a sentarse en las sillas que hay fuera de la tienda para conversar.

Sin saber aun sobre el motivo por el cual quiero hablar con él. Me da la mano sonriente y accede a sentarse.
Después de una conversación banal de cinco minutos, no quiero entrar a degüello, le pregunto directamente sobre la masacre y la guerra.

El semblante de Antonio, antes con sonrisa de oreja a oreja, cambia radicalmente y se torna serio y en un intento de rehuir de la conversación me dice.

  • Yo no estuve aquí directamente, solo se lo que las personas me cuentan, aquellos que tuvieron la suerte de escapar.

Le indico que no importa, que probablemente tenga más información de la que yo poseo y que seguramente con algún implicado habrá hablado.

Intenta de nuevo rehuir la conversación; -Es que este tema aun levanta muchas ampollas aquí, las heridas no están cerradas y mucho menos cicatrizadas-.

Recurriendo a la generosidad y buen carácter que le he visto, le replico; – çCuénteme lo que pueda recordar o quiera contar, yo solo quiero saber para intentar entender. No voy a juzgar a nadie solo quiero escucharlo, entiéndame usted por favor-.

Comienza su historia advirtiéndome antes, que lo sucedido allí, ni si quiera él con los  años lo ha logrado entender y mucho menos asimilar.

  • Fue todo culpa del Teniente Coronel Domingo Monterrosa. Él estaba al mando de un batallón con soldados, la mayoría jóvenes, que había sido instruido por los estadounidenses (CIA).

Fueron entrenados fuera del país, para ser controlados, manipulados y sugestionados de forma efectiva.

El 10 de diciembre de 1982 (fecha marcada fuego y sangre en la mente de todos los habitantes) soldados del batallón, llegaron a El Mozote. Comenzaron a matar a todos sus habitantes fueran hombres, ancianos, mujeres o niños.

Tres  días estuvieron realizando matanzas de personas, tanto en El Mozote como  en las  aldeas colindantes de La joya y Los Toriles, además de los caseríos (grupo de casas) cercanos.

Ahí puede ver usted que mataron hasta niños recién nacidos.

Señala el monumento que se encuentra en la plaza con el  nombre y edad de todos los que murieron.

Cuando le pregunto qué cree que puede impulsar a una persona a matar a un bebé, me responde con lágrimas en  los ojos; -No sé, dicen que los soldados estaban drogados-.

Inmediatamente, se levanta, se dirige a su coche, abre la puerta, se para, vuelve hacia mí, me agarra por el brazo y me dice con voz temblorosa.

  • -Mire usted, las guerras no tienen ningún sentido y menos la que hubo aquí.

Yo tuve en mi pueblo, que recoger del suelo a mi propio hermano con el cuello cortado por los mismos míos y darle sepultura. Después reincorporarme y continuar junto a personas que probablemente habían matado a mi propio  hermano. Eso es lo más cruel que he vivido en mi vida y como le dije, estos recuerdos aún levantan ampollas.

No quiero hurgar en la herida y ambos damos por finalizada la conversación con un  apretón de manos y deseándonos suerte.
Cuando me recompongo caigo en la cuenta que no le he hecho una fotografía. Pero Antonio, ya ha marchado.

Marisa, bando de la guerrilla

Cuando paramos en la oficina de turismo de El Morazán a pedir información sobre los alrededores de El Mozote y los lugares de interés. Melina, la trabajadora de allí que es de una profesionalidad impecable, me pregunta sobre lo que sé acerca de la masacre. Le contestamos que estamos intentando hablar con gente de todos los bandos para tener una idea más objetiva.

La cara de Melina se ilumina y me comenta que si tengo tiempo, puede llamar a una guerrillera veterana, que particióo de forma muy activa en la guerra.

  • -Tenemos todo el tiempo del mundo, el principal motivo  de nuestra visita a la zona es

éste, le comento mientras termino el vaso de agua que Melina nos ha ofrecido.

Después de unos minutos, llega una mujer entrada en la cincuentena, morena de pelo corto y rizado, semblante esotérico y con una mirada fija que da una idea de la vida experimentada que ha tenido.

Se trata de Marisa, guerrillera, enfermera y locutora en su día, de la radio revolucionaria Venceremos.

Con esa mirada fija, penetrante y desafiante que no cambia en la hora y media que pasamos conversando, me dice mientras nos saludamos; – Pregunte lo que quiera.

Sabiendo que Marisa está curtida en mil batallas y que maneja los medios mejor que yo, le indico que no he venido a preguntar sino a escuchar.

Un poco descolocada deja escapar una medio sonrisa y me pregunta; – ¿Por dónde empiezo?

-Por donde empezó todo; le contesto parcamente para evitar el camino que está acostumbrada a marcar.

Tengo la gran suerte que Marisa sufre de la misma dolencia que un servidor cuando tengo algo de qué hablar, incontinencia verbal. De esta manera, toma asiento, cruza las manos adoptando una postura más cómoda y comienza su relato. 

  • -A finales de los 70, El Salvador estaba bajo el yugo de un gobierno militar que oprimía al pueblo sin contemplaciones.

La situación era desesperante y fue de ahí que parte del pueblo salvadoreño se unió para combatir esta opresión.

La guerrilla se concentró sobre todo en la zona interior y norte del país, donde tenía mayor apoyo entre los trabajadores del campo.

Yo, que era muy joven en ese momento, no dudé en alistarme con la guerrilla. Nunca he sido de quedarme sentada en el sofá mientras otros hacen las cosas; argumenta una y otra vez a lo largo de su historia.

En un primer momento, me dieron un cursillo rápido de enfermería, donde las prácticas las realice con los compañeros heridos.

Posteriormente, también luché con  la guerrilla y fui durante un largo periodo locutora de la radio revolucionaria Venceremos.

Así estuve la mayor  parte de los doce años que duró el conflicto.

Cuando le pregunto sobre la masacre de El Mozote, Marisa sin cambiar su semblante me contesta.

  • Fue a consecuencia de las órdenes del Teniente Coronel Monterrosa y el gobierno, que aconsejados por la CIA, pusieron en práctica la operación Aldea Quemada, que se basaba en dejar sin agua al pez. Esto quiere decir, que destruían cultivos, ganado o cualquier otra cosa que pudiera facilitar el abastecimiento de la guerrilla.

Pensaban que tanto en El Mozote como en las aldeas aledañas, la población ayudaba a la guerrilla.

Era cierto, que algunos jóvenes que estaban en la guerrilla, tenían familia en esas poblaciones y de vez en cuando iban a visitarlas y abastecerse.

El 10 de diciembre, el batallón Atlácatl junto con soldados destinados en San Francisco Gotera, llegaron a El Mozote.

Sacaron a todas  las personas de sus casas y las llevaron a la plaza. Allí comenzaron a interrogarlos.

Posteriormente, los enviaron de nuevo a sus casas, con el apercibimiento de a quien saliera de ellas se les dispararía.

A la mañana siguiente, segregaron a los hombres y ancianos de las mujeres y niños.

A hombres y ancianos los metieron en la iglesia, y a las mujeres y niños  en otra casa de la plaza.

A los hombres comenzaron a torturarlos y posteriormente los mataron. Las mujeres y niñas fueron violadas y luego asesinadas.

Pero lo peor de la barbarie estaba aún por venir.

Con los niños se entretuvieron más y los asesinaron de diversas formas.

Hicieron una gran hoguera en el interior de la iglesia y los arrojaban uno por uno delante de las madres supervivientes.

Aquellos que gritaban demasiado mientras se quemaban, les disparaban para que no molestaran mientras violaban.

A los de más corta edad, un soldado lo agarraba de los pies, otro de los brazos y comenzaban a balancearlos como si fuera un juego. Cuando tomaba suficiente fuerza, los tiraban hacia arriba, mientras un tercero, con un cuchillo en punta lo esperaba a su caída.

El único niño superviviente de la masacre, Chepeto, contó la historia de cómo fue la masacre en su aldea.

El día que llegaron los soldados, el que contaba con unos 6 años de edad, fue separado de su madre y llevado al campo de fútbol junto con los demás niños.

Chepeto, que llevaba en su bolsillo unas canicas, invitó a algunos niños a jugar. Ajenos a todo lo que estaba ocurriendo, pasaban el rato.

De tanto en tanto, un soldado venía y se llevaba de la mano a un niño.

Poco a poco iban quedando menos y esto le extrañó a Chepeto, hasta el punto que en un descuido, se asomo detrás del campo y vio como dos soldados junto con uno de  los niños que se habían llevado, lanzaban una cuerda con lazo por encima de la rama de un gran árbol. Uno de los soldados, le colocaba el lazo al niño y a la señal de este, el otro tiraba de la cuerda ahorcándolo.

Horrorizado por lo que había visto, aprovechando otro descuido, Chepeto consiguió salir del campo de futbol y esconderse hasta que la noche cayó.

Posteriormente deambuló por el pueblo escondiéndose siempre que veía soldados.  

Consiguió llegar a una pequeña huerta que su padre tenía en el campo y allí permaneció tres días comiendo verdura y bebiendo agua de una quebrada.

Cuando la guerrilla llego días después a las aldeas e intentaron inútilmente enterrar a los muertos, ya que eran demasiados. Debido al estado de putrefacción en el que se encontraban los cadáveres y ante el riesgo de que el lugar fuera un foco de infecciones. Decidieron amontonarlos en la iglesia y otros edificios que aun estaban en pie. Luego los derrumbaron para que de esta manera quedaran sepultados.

En uno de los descansos, buscando agua y víveres, los guerrilleros encontraron a Chepeto. Este en un primer momento huyó, pero fue alcanzado y finalmente lo trasladaron a otro lugar, para que se hicieran cargo de él.

Los guerrilleros quedaron desolados ante el relato que Chepeto les contó.

Unos años más tarde el Teniente Coronel Monterrosa murió en un operativo montado por la guerrilla.

Marisa termina el relato sin haber cambiado un ápice su rostro y su mirada penetrante. Le hago la misma pregunta que le hice a Antonio; – ¿Cómo puede un ser humano llegar a cometer estas atrocidades?

  • -No sé, dicen que estaban drogados. 

Aprovechando que Marisa no tiene pelos en la lengua, le pregunto, si después de la guerra cambio algo en el país.

  • -Pues mire, resulta que el FMLN (partido que aunó a los guerrilleros), a la facción en la que nosotros luchábamos, cuando llego al poder, la dejó fuera.

Del tratado de paz que se firmo, no respeto apenas nada, exceptuando el derecho a manifestarse. 

Sobre los acuerdos a los que se llegaron para resarcir a los que estuvimos en la guerrilla, manifestó que no había dinero.

El partido contrario, Arena, cuando llego al poder tampoco hizo nada.

A los veteranos del ejército, tampoco le respetaron sus derechos. Las personas en el país, aun siguen teniendo necesidades básicas no subsanadas. Y casi todos los que han gobernado desde entonces, una vez acaban su mandato, se van fuera del país enriquecidos.

Inmediatamente le pregunto, si cree que la guerra al final sirvió para algo.

  • -Bueno, pues por lo menos nos podemos manifestar y podemos protestar.
  • -¿Y eso hace que valiera la pena las 75.000 personas que perdieron la vida en la guerra, siendo la mayoría  civiles?; le pregunto con indignación sin poder evitarlo.
  • -El pueblo estaba muy oprimido por el gobierno militar.

Como ya le dije antes, yo no soy de quedarme en el sofá viendo como otros luchan por mis derechos.

  • -¿No le parece ahora en la distancia y tiempo, que fueron manipulados?
  • -Claro, pero eso lo ve ahora una que ya tiene más experiencia; reconoce con una incomodidad que le hace por primera vez desviar su penetrante mirada hacia Melina atenta a la conversación, intentado buscar algo de complicidad.
  • -¿Cómo es la relación actualmente con los que sufrieron represión por parte de la guerrilla o con los que antes eran sus enemigos?
  • -Pues bien, aquí mismo, yo tengo una vecina a quien los guerrilleros le mataron a parte de su familia.

Ella sabe perfectamente que yo fui guerrillera y que los míos fueron los que los mataron por no querer colaborar y llamarnos vagos.

La veo casi todos los días y nos damos los buenos días. Aunque claro, sabemos que nunca seremos amigas.

-Con los que estuvieron en el ejército, cuando fueron las conversaciones de paz, decidimos hacer reconciliación, porque ya todos estábamos cansados de luchar. Ambas partes deseaban la paz.

Fíjese, que tanto los veteranos del ejército como los de la guerrilla, estamos juntos en una asociación para reclamar los derechos de ellos y nuestros que se firmaron en las conversaciones de paz y que luego ninguna parte de los políticos cumplió.

  • -¿No le parece una ironía un poco macabra, que actualmente estén luchando codo con codo junto a los que hace treinta años se estaban enfrentando y matando?
  • -Pues sí, pero se decidió que lo mejor para que nuestras reivindicaciones tuvieran más fuerza, era unirse en un solo grupo.

 Me levanto para dar por concluida la conversación, y le hago la pregunta del millón. Esa pregunta, que solo los coherentes y valientes tienen arrestos para responder con honestidad alejando la radicalidad, para hacer un digno examen de conciencia; – ¿Si volviera en el tiempo sabiendo lo que sabe, volvería a tomar las armas?

Casi de inmediato, sin pensarlo y como si tuviera la respuesta ensayada (quizás es una pregunta que ella misma se hace continuamente), sin perder la compostura responde.

  • Pues sí, ya le he dicho que yo no soy de las que se quedan en el sofá viendo como otros luchan por mis derechos.

No quiero ahondar más en el tema, pues seguiría teniendo la misma respuesta y no busco un enfrentamiento. Le doy dos besos a Marisa y le agradezco su paciencia y el tiempo que nos ha dedicado. Asimismo nos tomamos una foto juntos.

Me despido también de Melina agradeciéndole su atención quien ha hecho posible esta conversación.

José, civil, ningún bando

José, propietario de la tienda Rosita, que se encuentra en la plaza de El Mozote, es con quien más conversaciones he mantenido.

Sexagenario de carácter tranquilo, siempre me recibe de manera muy educada y con sonrisa en el rostro.

Cada uno de los cuatro días que permanecimos en El Mozote, al regresar por la tarde, me tomaba una cerveza junto a él y conversábamos por más de una hora.

Este es el resumen de nuestras conversaciones.

  • -Tú que eres de este pueblo, ¿Cómo viviste la guerra?
  • -Pues yo la verdad, es que al poco tiempo de empezar, decidí marchar del pueblo con mi familia.

Antes de eso, en varias ocasiones, habían venido guerrilleros y nos reunían para darnos charlas e intentar que los jóvenes se unieran a ellos.

  • -¿Hubo gente que se les unió?
  • -Claro que hubo un puñado que se unió. La vida aquí era muy dura, apenas teníamos para comer y ellos cuando daban las charlas, lo pintaban todo muy bonito. Que si ganaban todo iba a ser diferente. Que la riqueza se repartiría entre todos por igual. Que la justicia sería para todos y que nadie sería más que otro. Que nadie volvería a pasar hambre ni sería explotado.

-¿Cómo no se iban a unir, sobre todo algunos jóvenes?

Cuando dejaron las charlas y empezaron a presionar para que la gente se les uniera o le dieran las pocas cosas que tenían, fue cuando mi familia decidió marchar del lugar.

En San Miguel, la ciudad a donde llegamos, la situación era parecida, pero con el  ejército. Todo joven que se negaba a ser reclutado, era fusilado. Yo tuve que permanecer escondido durante mucho tiempo, para evitar una de las dos cosas.

  • -¿Cuando decidió volver a El Mozote?
  • Cuando la guerra terminó, el gobierno de por aquel entonces, facilitó el  regreso de los pocos refugiados que eran de aquí. Dispusieron camiones para transportar a la gente y realizaron alguna que otra obra común, para facilitar la vida de los que regresaban; señalándome un lavadero público que actualmente está en desuso. Este lo hicieron, así como la reconstrucción de la iglesia y el colegio.
  • -El problema es que después de la masacre el pueblo quedó totalmente destruido y llevaba deshabitado más de 10 años. Todo esto que ves ahora; vuelve a señalar con su dedo haciendo un giro de 360º, es todo nuevo. La selva se había tragado lo que en su día había sido un pueblo, ni siquiera quedaban las calles.

Con José, al que le tomé especial aprecio, tarde mas en hacerle preguntas que podían ser dolorosas.

  • -¿Perdió a muchos conocidos en la masacre?
  • -Puf, imagínese, en la masacre murieron casi mil personas. Esto eran pueblos pequeños donde todos nos conocíamos. Solo los que huyeron y algún trabajador que estaba en el monte sobrevivieron.

Gracias a los pocos supervivientes (un total de 17 entre todos los pueblos y caseríos) conocimos lo que pasó.

Yo conozco uno, que desde el monte vio como en su casa los soldados sacaron a su mujer embarazada y a su hijo, y los mataron ante sus ojos a chuchillo. Él por supuesto no se podía mover desde donde estaba, porque nada podría haber hecho y hubiera acabado igualmente como su familia. Imagínese que sufrimiento ha  padecido esta persona durante toda su vida.

  • -¿Cómo cree que una persona puede llegar a hacer semejantes barbaridades?
  • -Supongo que órdenes. También dicen que estaban drogados.

En uno de los días cercanos a mi marcha, José que había tomado confianza conmigo, con la mirada vacía, los ojos empañados y la cara desencajada, me confiesa.

  • -¿Sabe usted lo que me despierta por las noches, me hace perder el sueño y no poder dormir?

No saber cómo mataron a los niños de corta edad y a los bebes que no tenían más que unos pocos meses. ¡¿De qué manera?!.

Dicen que con cuchillo, pero no sé exactamente como.

José, sabe perfectamente cómo se entretuvieron en matar a los niños. Pero quizás busca otra interpretación de lo sucedido, para intentar apaciguar ese pensamiento que no lo deja dormir. Yo que ya había hablado con Marisa, inocentemente e intentando aliviarle, le contesto;

  • -En todas las historias que he conocido de crueldades similares, lo hacían de una manera rápida y eficaz para intentar no hacer sufrir a los niños y supongo que tampoco a sus propias conciencias. 

El día que me despido de José, nos damos un fuerte abrazo, nos hacemos una fotografía y nos deseamos suerte.

EN EL MOZOTE

El Mozote y los alrededores, no solo son interesantes por su historia. La naturaleza pueblos y cultura que proporciona al viajero hacen que la estancia sea necesaria un mínimo de tres días. Nosotros decidimos quedarnos un total de cuatro días.

En el pueblo de El Mozote, solo hay un hotel,  La Casa de María.

Este pequeño establecimiento regentado por María y su guapa hija Jacqueline, es sencillo, limpio y con los precios más bajos que hemos encontrado en todo el país. Habitación con baño fuera (cuando nosotros nos alojamos  estaban haciendo habitaciones con baño), aparcamiento y wifi por 5$ la noche y 30$ al mes.

María de gran amabilidad, nos pregunta una y otra vez si estamos a gusto en el hospedaje. Consciente que las actuales habitaciones son muy simples se preocupa constantemente por nosotros.

Yo acabo contestándole con una frase mía que arranca su sonrisa; “Honestidad, vergüenza y limpieza, nada tienen que ver con la pobreza” estamos muy a gusto señora.

Todas las mañanas y tardes María nos colma de atenciones con café y fruta. La visita a los dos monumentos erigidos como consecuencia de la masacre, uno en la plaza, el monumento histórico y otro a las afueras, el monumento a la reconciliación, son de visita obligada.

No marcharse de El Mozote, sin haber probado las pupusas de la pupusería cercana a la plaza. Solo hay dos pupuserías en el pueblo.

PANELA PARA EL CAFÉ

Es interesante y de gran belleza, el camino asfaltado que sale desde el monumento a la  reconciliación hasta cerca de la localidad de Meanguera. Son 14 km cuesta abajo que hacen que la caminata sea una delicia. Luego el viajero puede tomar un autobús de regreso por la carretera principal.

Nosotros que lo hicimos con la Chapulina, tuvimos la suerte de encontrarnos un lugar donde molían caña de azúcar y hacían panela y panela batida. Permanecemos en el lugar chequeando el proceso junto a los amables trabajadores. Es un proceso totalmente natural y del que aconsejo si el visitante tiene espacio en su mochila se lleve panela para endulzar el café. El café salvadoreño con miel de abeja o panela es un autentico espectáculo para el paladar.

La visita a Perquín, población que dista 15 km al norte de El Mozote, también es interesante por el museo de la Revolución. El precio es de 1$ para locales y 2 $ para extranjeros.

Es poco lo que hay que pagar y va destinado a la conservación del mismo.

Por favor, no visitar el lugar aledaño “Campamento guerrillero”, pues es una especie de mini parque temático que nada tiene que ver con la historia o la guerrilla. Para que el lector se haga una imagen, ofrecen vestir al visitante con ropa parecida a la  que llevaba la guerrillera para que se haga fotos a cambio de un precio por supuesto.

 Los pueblos  de Jocoatique, Torola y Villa del Rosario, también agradarán al visitante por la vista de sus caminos y sus plazas.

Por favor, si van a Torola, no se les ocurra comer en el comedor que está en la plaza frente a la iglesia. El único lugar de todo el país, donde la descarada propietaria nos quiso engañar y cobrarnos el doble.

Acostumbrados a la buena gente de El Salvador, repito que nunca nos han querido  estafar. No cumplimos la regla de oro numero uno de  El Taravitazo “Preguntar antes de ordenar”.

Aunque a la propietaria en esta ocasión, el tiro le salió por la culata. Mientras le recriminábamos la estafa que nos quería hacer, se equivocó en el  cambio y acabo cobrándonos menos.  Desde la puerta y enseñándole la vuelta, nos despedimos diciendo; – Señora, quien roba a un ladrón, tiene 100 años de perdón.

EN SAN FERNANDO

Si hay un lugar que por su naturaleza el visitante no debe de perderse en la zona, ese es San Fernando.

Los manantiales, pozas y cascadas hicieron que repitiéramos en el lugar.

A pesar de estar en la estación seca, un inconveniente si se pretende nadar en ríos o lagos. Estos manantiales tienen agua limpia que llenara de frescura y tranquilidad al que quiera visitarlos.

Recomendamos el lugar que poseen Florinda y José. Con un gran espacio para acampar y donde ellos ofrecen además comida (llamar antes +503 7219 436). Tanto el terreno como la zona de los manantiales, están impecables gracias al trabajo diario de José.


La entrada es de 1$ que pagamos gustosamente. En los dos días que lo visitamos, estamos totalmente solos.

Salimos de la zona del Morazán, que no nos ha dejado impasibles para poner rumbo al tercer lugar más visitado de El Salvador, Suchitoto.

Paramos en la ciudad de Chalatenango y hacemos noche, para aprovechar y hacerle los cambios obligatorios a la Chapulina.

En esta localidad de poco interés, hay dos hoteles de bajo presupuesto. Hotel San José, cerca del centro y pulguero por 8$ la noche, y Posada El Jefe a las afueras más limpio por 15$ con aparcamiento y  aire acondicionado.

Desde Chalatenango hasta Suchitoto hay dos formas de llegar. Una por carretera 60km, y la otra atravesando el embalse Cerron Grande con barcaza. Este embalse, es el mayor del país, 15km.

FERRY BAJO DEMANDA Esta última es la que escogemos pues no queremos perder la oportunidad de navegar con la Chapulina por El Salvador.

Desde las 7 de la mañana hasta las 6 de la tarde, el ferry funciona. No hay horarios, tan solo parte cuando hay suficientes vehículos o personas para realizar el trayecto.

El precio es de 1$ por persona, 5$ por motocicleta y una persona y 10$ por vehículo y conductor. La Ciudad de Suchitoto, a pesar de que sus habitantes sufrieron la devastación de la guerra, sus edificios fueron respetados y conserva todo el encanto colonial, que la convirtieron en patrimonio de la humanidad.

Hay una docena de hoteles en la ciudad para diferentes presupuestos. Desde el más antiguo abierto en 1995 y uno de los más lujosos, Posada de Suchitoto, con un jardín de más de 5.000m2, piscina y vistas al pantano con habitaciones desde 80 a 120 $.

Hasta el más barato y que recomiendo por ser de una calidad, precio, limpieza y servicio inigualable. Hotel Blanca Luna, en 1ª Calle Poniente, oferta desde habitaciones con baño compartido y ventilador por 8$ a habitaciones con baño dentro y aire acondicionado por 22$.

Nosotros elegimos una con ventilador, espaciosa y baño dentro por 15$.

Todas las habitaciones tienen derecho al uso de la cocina, nevera, wifi y agua filtrada gratis. Pero lo mejor del hotel son sus magníficas terrazas que recuerdan a un patio cordobés, y por encima la gran calidad humana de Rigoberto y Juan, los dos empleados.

Para comer recomiendo dos lugares. El primero, al que nosotros solemos ir por la buena comida, trato y calidad de productos, se encuentra en la plaza, Pupusería Nenita. No ir al que está en el costado izquierdo, ya que oferta lo mismo y los precios son el doble.

Si se quiere disfrutar de una buena comida  salvadoreña y mexicana, además de unas agradables vistas al pantano, recomiendo el Hostal Los Sánchez, en la 4ª calle Oriente.

Suchitoto es una ciudad, que recuerda mucho a Antigua, pero cuando no estaba aun corrompida por el turismo. El viajero en seguida se dará cuenta de ello, ya que puede mantener conversaciones largas y distendidas con todos sus habitantes, sin que le pidan nada a cambio.

THE RANCH

Nosotros hicimos amistad con Francisco, un transportista al que le gusta el campo más que a una liebre. Francisco nos invitó a una jornada en un rancho, donde lo ayudamos en una simple tarea e hicimos una barbacoa. Luego recogimos mangos y frutos diversos para el disfrute del paladar de Yokito San.

Posteriormente, nos mostró unas aguas termales que se encuentran cerca de la cascada Los Tercios.

La cascada Los Tercios, es muy visitada por sus columnas de basalto. Es mejor visitar esta cascada en la estación de lluvias, pues cuando nosotros lo hicimos, estaba sin agua.

En la oficina de turismo de Suchitoto (amabilísimos y muy profesionales todos los trabajadores de estas oficinas en el país), Ana María, nos recomendó las actividades culturales de Suchitoto (tuvimos la suerte de asistir a conciertos, danza y teatro) además de varios lugares para visitar cercanos a la ciudad. Nosotros recomendamos la carretera a Cinquera, la misma que va a la cascada los tercios, por las vistas al pantano. En Cinquera también hay un museo de La Revolución.

Tejutepeque, por su hermosa plaza y los lugareños, siempre atentos y con ganas de conversación.

Ilobasco, además de tener una hermosa iglesia, es famoso por la cerámica.

Allí es de obligada visita, el Centro de Desarrollo Artesanal (CEDART), donde el visitante, podrá observar a los artesanos que realizan trabajos en barro, aún de una forma artesanal. Son muy famosas las miniaturas de barro, y un buen recuerdo de El Salvador.
En el centro, no solo se puede ver cerámica, sino que tiene cabida todo lo que los artesanos de la zona desarrollan, como orfebrería y diseño de prendas.

 Uno de los seis días que estamos en Suchitoto, decidimos visitar San Salvador por la cercanía, 40km.

EL SALVADOR

Sabe el lector, que en absoluto somos devotos de las ciudades. San Salvador no es una excepción.

El horrible tráfico hace que aun yendo con la Chapulina, tardamos casi una hora desde las afueras hasta el centro.

De San Salvador, destacaremos la visita al centro histórico donde se encuentran los atractivos culturales. Allí podrá visitar el palacio Nacional, el Teatro Nacional, el gran mercado y el museo de la Moneda.

Pero a nosotros lo que más nos emociono, fue la visita a la Catedral, donde en su cripta se encuentra el primer santo de Centroamérica, Monseñor Romero.

Monseñor Romero, fue tremendamente crítico con la represión que el gobierno militar Salvadoreño cometía contra el pueblo.

Se convirtió en un implacable protector de la dignidad de los seres humanos, sobre todo de los más desposeídos.

Por su actitud, osada y plena de justicia (por la que se gana mi respeto y devoción), estuvo nominado al hoy tan denostado premio Nobel de la paz.

En varias ocasiones, fue presionado, para que abandonara el país amenazándolo de muerte. El de ideas claras e inamovibles, siempre respondía valientemente “Pastor que abandona a su rebaño, no es pastor”. Sus homilías se convirtieron en una cita obligatoria para todo el país cada domingo.

El domingo 23 de marzo de 1980 Monseñor Romero pronunció su última homilía, la cual fue considerada por algunos como su sentencia de muerte debido a la dureza de su denuncia: “en nombre de Dios y de este pueblo sufrido… les pido, les ruego, les ordeno en nombre de Dios, cese la represión”.

Por esta actitud y valentía, fue asesinado por un francotirador el 24 de marzo de 1980, hecho que sucedió mientras celebraba un funeral en la Capilla del Hospital de la Divina Providencia en San Salvador.

Al funeral de Monseñor Romero, asistieron casi cien mil personas, que también fueron represaliadas por el ejército, disparando contra ellas en la plaza de la catedral de manera indiscriminada.

Dejamos la capital, siendo este nuestro último destino en El Salvador.

COLOFÓN

El Salvador nos ha dejado huella imborrable, por la amabilidad y carácter de sus gentes. Por la diversidad de su naturaleza y sobre todo el haber podido aprender de su historia.

Es por ello, que El  Salvador lo consideramos uno de los países imperdibles de Centroamérica. 

Ruego al viajero, que visite este pequeño pero interesante país. Que se deje llevar por su gente sin miedo alguno, pues nada debe temer y mucho lo que tiene que ganar.

Por favor, háganlo rápido, pues El Salvador está a punto de explotar turísticamente, y sé a ciencia cierta, que nosotros los turistas, somos un cáncer globalizado, que envilece países y habitantes.

A la memoria de mis tíos Cuesta y Noni.

El, sabiduría y bondad en esencia.

Ella me enseñó que en la vida las personas tienen que ser fieles a ellas mismas y disfrutarla plenamente.

Gracias por todo lo que me enseñasteis y me disteis. Hicisteis que mi vida fuera más feliz.

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