Japon

JAPÓN

Aterrizo en Osaka, llevando en mi mochila los prejuicios inevitables que acompañan a Japón. País caro, donde todo está en orden y cada cosa tiene su lugar. Nada que ver con la gran mayoría de países visitados hasta ahora.

UN REPASO A MIS PRINCIPIOS

Fiel a mi condición espontánea, me dedico desde hace un tiempo a disfrutar de lo que el cuerpo me pide y el camino me depara. Ya no intento ver lo máximo posible en mis visitas a los países, sino que mi atención se concentra en disfrutar del tiempo que estoy en ellos y lo que a mi juicio hace a los países interesantes y únicos. La manera de pensar y actuar de sus habitantes, es lo que realmente los convierten en algo original.

Pese a que Carl Jung dejo la sentencia más firme y precisa, sobre la condición humana a este respecto “Todos nacemos originales y morimos siendo copias” siempre hay detalles, que nos hacen diferenciados pero no diferentes, pues somos iguales en más de un 95 %, pese al empeño que pongamos.

Buscamos una y otra vez sentirnos diferentes a los demás, basándonos en patrones que encontramos en otros. A veces en aquellos que nos da un falso concepto de ser mejores, por el simple hecho de abanderar una marca en nuestro pecho, coche o vida.

Corremos el peligro de acabar siendo una vulgar copia a los ojos de la realidad y habiendo dejado en el camino, esa misma seña de identidad con la que nacemos y que en realidad nos hace originales y diferenciados.

Quizás ha hecho excesiva mella en mí, la visita a Corea del Sur, donde he visto, cómo un país ha perdido esas señas, para abrazar las de la falsa originalidad.

Sea como fuere, mi intención sigue siendo la misma, disfrutar con lo que hago, mientras lo hago, y el día que no lo haga, buscar otra cosa que me haga disfrutar mientras la haga. Sin fijarme en el juicio, pensamiento, actitud y en ocasiones recriminación de los demás.

Con 42 años a mis espaldas, no me puedo vanagloriar de tener posesiones, fortuna o patrimonio. Solo el hecho, puede que poco sustancial para algunos, pero prioritario para mí, de vivir la vida que exactamente quiero vivir.

Hacía tiempo que no escribía sobre lo que siento, pero el haber llegado a Japón, lo que para mí era la meta de Asia, ha despertado esa pasión, que en meses anteriores se aletargó. La causa de ese aletargamiento, no la sé, pero como ya he dicho antes, desde hace tiempo, me dedico a disfrutar de lo que el cuerpo me pide y el camino me depara. Sin más.

JAPÓN UNA MARAVILLA DE LA PRECISIÓN HUMANA

La perfecta manera que está diseñado el aeropuerto y los trasportes que salen de él, me da ya la idea de lo que Japón va a ser. Una maquinaria con precisos engranajes donde todo encaja a la perfección y todo funciona a su hora.

Ante la imposibilidad de que un japonés me acogiera en su casa a través de couchsurfing, (en este país debido a su cultura, es muy difícil que un japonés invite a un extraño a entrar en su casa), me hospedo en casa de Mustafá.

Mustafá es un egipcio que vive en Osaka y trabaja en una de las universidades de esta ciudad.

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Fiel a su cultura, Mustafá es un buen anfitrión, me recoge en la estación de bus de Ibaraki, uno de los barrios residenciales de Osaka. Mustafá, que trabaja a destajo, después de mi primer día en su casa, no lo vuelvo a ver hasta mi último de estancia. Pese a que él lleva en Japón solo tres meses, en el primer día, ya me da instrucciones concisas pero fundamentales, de que ver en mi estancia.

SIEMPRE NOS QUEDARÁ KIOTO

Me aconseja, que no puedo dejar de visitar Kioto, antes que todo. Al día siguiente es Kioto lo que decido visitar. Como ya he dicho antes, todo en Japón funciona con total precisión y es muy fácil el viajar de un lugar a otro. Las personas, a pesar de ser minoría las que hablan en inglés, no dudan en ayudar en todo lo que puedan.

Incluso cuando se les pregunta por una dirección, dejan lo que están haciendo y me acompañan hasta la misma puerta del lugar preguntado. La manera de actuar de los japoneses es eficaz, callada, calmada y llena de reverencias.

Es el país más honrado en el que he estado hasta el momento, pondré un ejemplo claro. En mi primer día, sentado en un banco, vi como dos ancianas delante mía, encontraron un billete de 1.000 yenes (8€). No paraban de preguntar alrededor, a quien pertenecía el billete. Ante la negativa de todos, decidieron entrar al comercio más cercano, para dárselo al tendero, pensando que alguna persona que salió del comercio lo perdió, por si esta volviera a por él. Algo que para la gran mayoría de las personas, incluido un servidor, de haberlo encontrado, simplemente hubiéramos pensado la suerte que habíamos tenido de encontrarlo. Sin más nos lo hubiéramos metido en el bolsillo y continuado camino.

Creo que ejemplos como este hacen de Japón, algo que hasta el momento no he visto en mi vida. Es por ello además de otras que se irán revelando a lo largo de esta crónica, que Japón y sus habitantes, sin duda son diferenciados del resto.

ALGO MÁS QUE CONDUCTORES

En el tren que me lleva a la ciudad de Kioto, voy sentado en el vagón donde está el conductor. El hombre sale en el trayecto que dura algo menos de 40 minutos, por tres veces, a hacer reverencias y a ver si algún pasajero tiene alguna duda o necesita ayuda. En los autobuses, el conductor, va con un micrófono, donde va explicando que paradas hace y que lugares interesantes hay cercanos.

Sin lugar a dudas, es un trabajo que yo no podría desempeñar, pues a buen seguro, que a los japoneses, los dejaría tan desconcertados, como ellos me dejan a mí. Llego a la estación central trenes de Kioto. Nada más bajar, me dirijo al punto de información turístico. Allí, hay una persona que habla español, aunque ya me defiendo en inglés, decido dirigirme a ella, para ver el nivel que tiene.

La mujer me dice – Hablo un poco de español; ¿Un poco?, pero si no tiene ni siquiera acento, pienso yo, mientras me da todas las instrucciones de cómo visitar la ciudad en un solo día y los lugares más relevantes. Decido comprar el billete de autobús para un día completo aconsejado por la de turismo. Con este ticket, el viajero, podrá viajar todas las veces que quiera tanto en metro o autobús por un día.

El autobús cuesta cada viaje 220 Y (1,70 €), al comprar el ticket de todo el día, se ahorra bastante, pues sale por 500 Y (3,70 €).

KIOTO: SEDE DE LOS EMPREADORES

Kioto, es la ciudad más antigua de Japón, se remontan al siglo VIII, cuando el emperador Kammu decidió que fuera Kioto la capital del imperio. Cuando más tarde los shogunes decidieron trasladar a Edo-Tokio la capital, Kioto fue la sede de los emperadores.

Kioto se encuentra congestionada por el tráfico, y a veces se tarda más en bus que andando, dependiendo de a dónde se pretenda llegar. Existen más de 1.500 templos en la ciudad, casi todos budistas. En menor cantidad hay también templos sintoístas. Al librarse de los ataques de la II Guerra Mundial, la ciudad conserva muchas viviendas y construcciones antiguas.

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Los templos y lugares a visitar más interesantes son los templos de Kiyomizudera, Ginkakuji, Kinkakuji o Golden temple y Chionin. Todos tienen una entrada que va desde 3 a 4,5 €, a excepción del último, que a mi parecer y porque fue el único que visité en su interior, es muy interesante. También es de interés el castillo de Nijojo, que tiene una entrada de 4,5 €.

El motivo de no entrar a los templos o al castillo, no es solo el económico. A mi pareja Yokito San, le prometí, que viajaría con ella y visitaríamos Kioto en otra ocasión. Es por lo que he decidido, dejar cosas por ver.

Los viajeros de bajo presupuesto, pueden hacer lo que hice yo, pasear por las calles, tanto comerciales como tradicionales y disfrutar de la ciudad y de otros templos que hay por doquier, sin entrada y muy bellos.

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35 Kioto (41)COMIDA SIN PROBLEMAS Para comer, aconsejo ir a los supermercados, donde hay bandejas de comida preparadas, por unos 3 €, o comer en los puestos callejeros, por un precio muy asequible. 37 Kioto (2)
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También si se sabe buscar y se tiene paciencia, se encuentran buenos restaurantes, donde un buen tazón de Fideos con tofu y sopa, cuesta poco menos de 3€. 39 Osaka (1)
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Al día siguiente, me doy cuenta de lo mal guía que es mi pareja Yokito San. La llamo por teléfono, para que me indique lugares que ver de Osaka (ciudad en la que vivió 5 años), y no es capaz de decirme uno solo.

– -Antonio San; me dice, – Yo en Osaka, vivía vida japonesa, del trabajo a casa y de casa al trabajo. Cuando tenía libre venia a mi casa en Hokkaido y cuando salía con los amigos en Osaka, siempre lo hacía en lugares cercanos al trabajo o mi casa.

Válgame Dios qué desperdicio de vida, pienso, mientras tomo el cercanías y luego el metro, para ir al distrito financiero de Osaka, Hommachi.

CIBERCAFÉS DE LUJO

Entro en un cibercafé, para conectarme a internet y chequear mi email. Me doy cuenta, que en los cibercafés de Japón, se puede dormir. Están preparados con departamentos individuales, donde se paga dependiendo del tipo de silla, sillón o futón (colchoneta en el suelo). Algunos incluso tienen ducha, pero lo que si tienen todos, es una gran colección de manga erótico.

También disponen de máquinas expendedoras de comida y en el precio está incluida la bebida. El viajero se puede alojar en un cibercafé por 10 €. Lo que no interesa es ir solo a chequear el correo, pues se paga lo mismo por 1 hora que por 8 h., 3,5 €. El distrito financiero de Hommachi, no tiene nada en absoluto relevante para el viajero, a excepción de un templo que hay en el centro y de la vida cotidiana de los trabajadores.

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EL SORPENDENTE SILENCIO DE LA GRAN CIUDAD

Me llama en especial atención, que Osaka, a pesar de ser la segunda ciudad de Japón y tener tráfico, es extremadamente silenciosa. Apenas se escucha ruido por ningún lado, todo está limpio y calmado.

Con sentarse en cualquier esquina, tomando un trago de la botella de agua rellenada del grifo (en Japón el agua del grifo es buena), el visitante, se dará cuenta del discurrir de la vida diaria de los nipones. También se pueden ver las tiendas con ofertas diversas y la manera de llamar la atención de los clientes. Decido visitar el distrito de Umeda, cerca de la estación central de ferrocarril. Esta zona, está llena de centros comerciales, que incluso tiene una gigantesca noria. Aquí el consumismo puro y duro, se da cita con todas las personas que quieran caer en sus redes y dejar pasar el tiempo, llegando incluso a perder la noción de éste.

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COMIDA EGIPCIA Y TOKOYAKI

En mi último día en Osaka, por fin llega Mustafá, que viene extenuado de trabajar, pero que se ofrece a prepararme un desayuno egipcio. También me acompaña a una cafetería donde él continua trabajando con su portátil y yo con el mío a escribir lo que tú estás leyendo.

Antes de salir de la ciudad, me indica que debo de probar la comida típica de Osaka, Takoyaki. Unos pasteles de harina y jengibre con pulpo muy deliciosos.

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Por la noche tomo el autobús nocturno a Fukuoka, última parada antes de ir al norte, a la isla de Hokkaido. En Fukuoka, me espera mi amiga Yoko, con la que coincidí en Bali y posteriormente me visitó hace dos años en verano en Córdoba.

CON MI AMIGA YOKO

Llego sobre las 6 de la mañana a Fukuoka, y Yoko llega una hora después. Posteriormente a los saludos, me lleva a un templo de la ciudad, donde es famoso por el Mikoshi.
El Mikoshi es una capilla portátil del sintoísmo. Los seguidores del sintoísmo creen que sirve como el vehículo de un ente divino en Japón a la hora de un desfile de deidades. A menudo, el mikoshi se asemeja a un edificio miniatura, con los pilares, las paredes, una azotea, un mirador y a un pasamano. Las formas típicas son rectángulos, hexágonos, y octágonos. La primera referencia que hay de un mikoshi data del año 749.
Los mikoshi en Fukuoka, son paseados en procesión a mediados de junio y son muy famosas sus procesiones.

También me enseña, las diferentes formalidades que hay que hacer en un templo, cuando se va a rezar.

Lo primero, hay que ir a la fuente que se encuentra en todo templo para lavarse las manos y enjuagarse la boca. Posteriormente, se acerca hasta la puerta donde se encuentra el templo principal y se reza y se pide lo que se desea, para confirmar el rezo o petición, se dan dos palmadas, se dan las gracias y luego se hace sonar un cascabel del que sale una cuerda. Por último y algo que todas las religiones tienen en común, en la caja de madera que hay en el altar, se deposita una donación monetaria.

En el templo, trabajan voluntarios, que lo limpian y mantienen, debido a promesas que han hecho o que se han cumplido.

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55 Fukuoka (10)AUTÉNTICO SUSHI Posteriormente mi amiga Yoko, me invita a un restaurante a comer el mejor sushi que he comido en mi vida. Empiezo a pensar, después de 5 días en Japón, que nada tiene que ver la comida japonesa, antes no apetecible a mi paladar, que sirven en otros países, con las delicias que estoy deleitando en mi viaje por el país. 56 Shusi en Fukuoka (16)

Dos amigos de Yoko, se personan en el lugar y después de las presentaciones, deciden llevarme a visitar una de las islas del sur de Fukuoka, unida a la península, por una estrecha carretera. Desde allí, las vistas son estupendas de un magnifico océano y de la ciudad de Fukuoka.

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BAÑOS TERMALES NATURALES

Posteriormente, deciden llevarme a un Onsen. Los Onsen en Japón, son como los jimjilban en Corea del Sur, saunas y spas, donde los lugareños se relajan tomando baños de aguas de diferentes temperaturas. En esta ocasión vamos a uno donde las aguas termales son naturales y no calentadas por máquinas.

A diferencia de los Jinjimban coreanos, en los Onsen, no se puede dormir. Además hay una norma, que dice que no pueden entrar las personas que tienen un tatuaje. Conmigo agraciadamente hacen una excepción.

Luego, decidimos ir a cenar a un restaurante, donde mis amigos de nuevo me sorprenden decidiendo un menú de lo más apetitoso, con diversos platos, donde hay que destacar las ostras y el sasimi (pescado crudo), todo regado con cerveza y sake japonés.

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Después de despedirnos de los amigos, mi fiel Yoko, conocedora de mis gustos, decide llevarme a la casa de su tío a las afueras de Fukuoka, para pasar la noche y el día siguiente.

CON EL TIO DE YOKO

El señor Kimitoshi, vive en una casa tradicional japonesa, el salón tiene dos estilos, el occidental con mesa y sillas y el japonés con tatami y mesa pequeña. Bajo ésta hay un hueco para poner un brasero que caliente todo el suelo de la planta baja.

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Los japoneses son muy reacios a invitar a un foráneo a su casa. Mi amiga Yoko que estuvo en mi casa cerca de dos semanas, hasta el último momento, no me dijo que podía alojarme en la suya.

Sin embargo, una vez que el visitante es alojado, es colmado de atenciones por parte de los anfitriones. A la mañana siguiente, mi amiga se ha marchado a trabajar y cuando bajo al salón, tengo el desayuno preparado y el señor Kimitoshi y su mujer, ambos jubilados, se encuentran trabajando en el jardín.

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Una vez finalizado el desayuno, el señor Kimitoshi, me acompaña a recorrer los alrededores de su pueblo. Vive en la prefectura de Saga, un pequeño pueblo, donde la mayoría de los habitantes viven de las labores del campo.

EXPLORANDO DESDE LA MONTAÑA

Después, decide invitarme a realizar un tracking a la montaña cercana, para ver las vistas de su pueblo.

A pesar de los 72 años que tiene Kimitoshi, se mueve con una agilidad sorprendente y hace que sude la gota gorda subiendo la montaña.

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Él estuvo trabajando en la universidad de Fukuoka y cada tres años hacía con la universidad un viaje a otro país, por lo que cuenta con un más que aceptable nivel de inglés además de conocimientos sobre las diferentes culturas. La conversación con mi anfitrión es de lo más agradable. Al regresar a su casa, su mujer nos tiene ya preparado el almuerzo, verduras y marisco al vapor, toda una delicatesen.

Regreso en el tren de la tarde a Fukuoka y quedo con Yoko a cenar Lamel, uno de los platos más típicos de Fukuoka. Sopa de cerdo con vegetales y fideos. A la mañana siguiente, me despido de Yoko, que me ha preparado un magnífico desayuno antes de marchar a trabajar.

POR FIN CON YOKITO SAN

Por la tarde tomo el avión hasta Tokio y al amanecer otro más hasta Sapporo, la cuarta ciudad de Japón y donde por fin me reencontraré con mi pareja Yokito San, después de cinco meses. Al llegar a Sapporo, Yokito San me recoge en el aeropuerto y marchamos a casa de su hermana, para descargar de mi mochila todo lo que llevo.

El hotel que hemos tomado, al igual que todos los hoteles de Japón, el check-in, no es hasta las tres de la tarde. Aprovechamos las horas que faltan para ponernos casi al día en diferentes aspectos. Después pasamos la tarde descansando y posteriormente por la noche salimos a cenar con una amiga. La temperatura en Sapporo es fría, pero nada que ver con la que me espera en el pueblo de Yokito San, situado en el noreste de Hokkaido, cerca de la segunda bahía más grande de Japón. En la cena, se reafirma más aún, que este país no es tan caro, una cena para cuatro, con vino y cervezas por doquier, sale por 75 €.

Al día siguiente, visitamos el templo de Hokkaido Jingu, el más famoso de la ciudad, donde el visitante, se deleitará además de la visita al templo, con un paseo por el bosque que lo rodea. Claro está, si el tiempo no se lo impide, estamos a día 4 de junio y la temperatura a las 12 de la mañana no es superior a 12º.

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Posteriormente, visitamos el Okurayama Ski, que es una montaña, donde hay un trampolín de saltos de ski y donde se celebraron los juegos olímpicos de invierno de 1972, los primeros juegos olímpicos de invierno que se hicieron fuera de Europa.

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72 vistas de la ciudad desde Okurayama Ski en Sapporo (15)

EL SORPRENDENTE PANCHICO Y LA CHICAS

A la mañana siguiente, visitamos un local de pachinco, uno de los juegos recreativos más famosos de Japón.

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Me deja con la boca abierta, ver la adicción que produce este juego en los japoneses, a quien considero cautos y tranquilos.

Los lugares de pachinco, son los únicos que hay en las ciudades a parte de los centros comerciales con aparcamiento gratuito. Disponen de guarderías para dejar a los niños, salas de relajación e incluso de cabinas, para quitarse el olor a tabaco de la ropa y no ser reprendidos por la pareja al llegar a casa.

Este juego consiste en introducir unas bolas metálicas en una maquinas e ir reconduciéndolas hasta unos agujeros específicos.

Luego visitamos la torre de tv, símbolo de la ciudad de Sapporo, situada en una gran avenida con jardines.

La ciudad de Sapporo, cuando no hace frío, invita al visitante a dar paseos, pues es tranquila y agradable a la vista.

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De vuelta al hotel, me fijo en unos locales situados en el centro de la ciudad, donde solo hay fotografías de mujeres con ropa ligera. Le pregunto a Yokito San por este negocio, y ella me hace entrar y comienza a explicarme, que anuncia locales, donde hay estas chicas trabajando.

En cada cartel, hay un letrero que indica hasta donde se puede llegar con ellas y el precio. Algunos indican, que solo se puede beber, en otros que se puede tocar y en los más atrevidos, que se puede ir con la chica al servicio. Pero lo que me deja más sorprendido, son los que dicen, que las chicas, son para posar la cabeza en su regazo para que limpien las orejas.

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No dejo de reírme, pensando en la manera que tienen de actuar y pensar los japoneses en más de un aspecto.

ENCUENTRO FAMILIAR EN LA TECERA FASE

A la mañana siguiente, salimos de Sapporo y viajamos hasta Baro, el pequeño pueblo donde vive la familia de Yokito San. Baro es un pequeño pueblo del noreste de Hokkaido, a 400 km de la ciudad de Sapporo. Cuando llego a la granja familiar Nakatsuka, una fría lengua de aire me da la bienvenida.

Estamos a 6 de junio y son las tres de la tarde, la temperatura no sube de los 5º. Más frío aún es el saludo que me dispensa el señor Nakatsuka, que se encuentra en sus quehaceres en la granja. Un konichiwa solitario en respuesta a la verborrea que le he soltado y que Yokito San me ha enseñado en japonés, para presentarme de una manera educada. Luego saludo al resto de la familia, madre, hermana, cuñados, abuela y sobrinos, que me saludan afablemente.

Posteriormente, en la cena, los hombres nos sentamos aparte de las mujeres y en el suelo. Ellas mientras, hacen la cena y van sirviendo. La conversación se vuelve más amena y suelta con los cuñados de Yokito San, con ella de traductora y a medida que las cervezas van cayendo.

El Señor Nakatsuka apenas bebe, pero espera a la sobre mesa para comenzar a interrogarme. Lo que más le extraña es mi modo de vida, que vaya de un lado a otro recorriendo países y sin tener un destino fijo.

Descubro entonces a una persona muy diferente a la que en primer momento me dio la impresión, por su frío saludo. Es de mirada viva, muy callado y pensativo, cuando habla es para decir algo que vale la pena y siempre mide sus palabras como si de un alquimista haciendo pociones se tratara. Finalizamos la cena y el señor Nakatsuka, me emplaza para el día siguiente, pues tiene pensado hacer una pausa en el trabajo, para una barbacoa de bienvenida.

Yokito San y yo nos establecemos en una casa que su padre tiene en un pueblo mayor que el suyo y que dista 25 km.

DISTENDIDA BARBACOA DE CARNE Y VIEIRAS

Por la mañana, en unas pocas horas que hay de sol pero no de calor, hacemos la barbacoa en una de las naves que tiene y donde guarda herramientas. Es increíble la cantidad de carne de todo tipo que traen y verduras recogidas en su huerto.

Pero lo que más me sorprende es los kilos de vieiras que traen frescas. El segundo lago salado más grande de Japón está a tan solo tres kilómetros, y el mar a 10. La familia sabiendo que me gusta el vino, no ha dudado en traer unas botellas, además de llenarme constantemente el plato, cuando éste empieza a languidecer.

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Los detalles hacia mí por parte de la familia no cesan en todo el periodo que permanezco en su casa. En los días posteriores, me dedico a pasear por la población de Engaru, donde está mi casa temporal y hacer visitas a la familia, que siempre me está agasajando y hace que me sonroje con tanta amabilidad.

COCINANDO EN JAPÓN HASTA CON ACEITE DE OLIVA

Me dedico a una actividad que me encanta y que la vida viajera, solo me permite en reducidas ocasiones, cocinar. Esto conlleva también, el ir a comprar a los diferentes lugares de la población. Allí me sorprendo nuevamente, por la abundancia de diferentes productos, a pesar de estar en un lugar bastante apartado, encuentro hasta aceite de oliva de Adamuz y Montoro.

También algo que antaño hubiera comprado y consumido sin pensarlo dos veces, pero que hoy en día, por convicción propia me niego, ballena. En una de las compras, me sucede algo muy curioso. Siempre que voy a un supermercado, tomo por ejercicio mental, el ir sumando el precio de todos los productos para hacer mi propia cuenta y retener en mi memoria lo que cuesta cada cosa.

Cuando llego a la línea de caja, observo como un paquete de queso, al pasarlo por la caja, aumenta su precio en 15 yenes. Se lo comento a Yokito San, y esta a su vez a la cajera. Un trabajador, va a comprobarlo y lo confirma. Subsanan enseguida el error y posteriormente, todos los empleados de línea de caja y los que se encuentran en el mostrador de atención al cliente, se levantan, me miran y hacen una larga reverencia.

Yokito San me comenta que es la manera japonesa de pedir disculpas. Una vez más me quedo asombrado, pero no tanto, como cuando mi compañera me comenta, que es muy normal, que los trabajadores, sea de la empresa que sea, hagan varias horas extras sin cobrarlas y voluntarias a lo largo de la semana, porque piensan que es lo mejor para la empresa.

El civismo que tienen los japoneses es el mayor que me he encontrado en todo mi viaje. Jamás tiran la ceniza de los cigarros al suelo, siempre llevan unos ceniceros portátiles. Aparcan en el lugar que tienen delimitado en todas partes. Cuando conducen, jamás utilizan el claxon y cuando paran en un semáforo, apagan el motor del vehículo, hasta que cambia de color.

Hay tiendas en todas las localidades, donde llevan ropa en muy buen estado, para que otros la utilicen gratuitamente, y después de un tiempo, la envían a países tercermundistas. Tienen lugares públicos, para hacer barbacoas y comer en parques. Estos lugares son parecidos a restaurantes, donde se juntan familias y amigos, pero no trabaja nadie en el lugar. El gas y la electricidad son gratuitos y cuando terminan recogen todo y lo dejan igual que lo encontraron. Para usarlos, solo hay que apuntarse en un papel que hay en ellos donde se indica el día y la hora que se pretende ir, y todo el mundo respeta el turno de los demás.

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LA FUERZA DEL BUEN EJEMPLO

Japón, se nota que es Japón, hasta en los lavabos públicos, donde casi hay que hacer un curso, para poder utilizar el retrete.

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En definitiva, la sociedad japonesa, funciona como un engranaje perfecto donde el viajero proceda del país que sea, se ve abocado a hacer lo mismo que los demás, sin que los locales se lo tengan que indicar. Simplemente por el hecho de no sentirse diferente a toda una gran comunidad. En los días que permanezco en la comarca, me dedico a recorrerla en moto o coche. Visito lugares de gran belleza, ver deportes que hasta el momento solo había podido ver en tv y visitar museos tan extraños como el que hay en la localidad cercana de Monbetsu, el Museo del Hielo.

A vivir las fiestas que se realizan en las diferentes poblaciones y participar con los japoneses en concursos de comida, bebida o el montaje de carpas para la realización de los eventos de manera gratuita al igual que la comunidad.

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Al mes de vivir en la zona y ante la ausencia de extranjeros, la mayoría acaba conociéndome y saludándome cuando me ve por la calle. Me invitan a sus casas a cenar y a participar con ellos en barbacoas familiares. La sociedad nipona ha entrado de lleno en mi corazón y los más de dos meses que paso en el país, se tornan un suspiro. A buen seguro volveré, pues mi pareja es japonesa y aun me queda mucho país por conocer. Pero no será esta la principal causa de mi regreso a Japón, sino el volver a ver a lo que ya son amigos y familia.

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9 comentarios en «Japon»

  1. Muy buenas Antonio,
    Un “Olé” a tu introducción en esta crónica. Todo lugar es aquí y todo momento es ahora, y tu camino…el día a día.
    Sorprendente Japón, y sorprendente su gente. Me ha parecido una cultura de lo más venerable. Integridad, decencia, moralidad, honestidad, respeto… cuánto tendríamos que aprender de ellos!!!.
    Me temo que de estar en Japón hoy no podría haber leído tu crónica, ya que lo estoy haciendo en el trabajo y esto allí sería impensable, no os chivéis. Qué forma más distinta de pensar a la hora de ir a trabajar. No creo que lleguemos nunca a igualarles en ese sentido.
    Gracias por la crónica, seguiremos viajando con vosotros.

  2. Hola!!!Por fin me he podido poner «casi» al día con tus crónicas,me falta Mongolia pero en breve la leeré!!Palabra de Campanilla.
    Me ha gustado la reflexión que haces y vaya suerte que tienes, o más bien,que has decidido tener por vivir de la forma que quieres.
    Tenía claro que Japón era un pais singular con su orden y sus costumbres, y tú lo reflejas muy bien en esta crónica.
    Espero que sigáis disfrutando de vuestra aventura. Bss a los dos!!

  3. Antonio, al final he decidido ponerme al día con tus crónicas, este fin de semana caen las dos que me quedan. Voy con la de Japón.
    La parte filosófica de la crónica me gusta más que la parte descriptiva, pero ambas partes son muy buenas…claro que unos nos decantamos por una parte y otros por otra… y aquí está la diferencia…» Tus lectores no son copias unos de otros «…
    Las fotos muy bonitas y buenas, pero me permites una pequeña crítica ¡ le faltan la chispa a las que nos tienes acostumbrados!… son como muy comerciales…
    La honradez de la que hablas del pueblo japones choca con nuestra cultuta,…jeje…aquí se pierde un billete a alguien y seguro, seguro que quién lo encuentra lo emplea bien empleado.
    Te voy a dar trabajo,…dices qué has encontrado aceite de Montoro y Adamuz,…mi encargo es » busca el del pueblo que seguro que anda por allí» …¡agotado!…
    Por último, Cuando hablas de que en Japón, se nota que es Japón, y que hasta en los lavabos públicos, hay que hacer un curso, para poder utilizarlos, que sepas porque no han ido muchos del pueblo por allí, porque en el pueblo en caso de un apretón … ni un pego seguro que hace sus necesidades en el suelo y salen corriendo…
    Bueno Antonio, muy guapos en las fotos que estáis vestidos de novios…se las enseñaré a la Rosalia…un abarazo para ti y para Yokito…

  4. Hola Lolailo.Muy buena crónica.La parte filosófica……me encanta.Me alegro muchísimo de que lleves la vida que quieres llevar.Eso es tan difícil y lo puede hacer tan poca gente que chapó por tí.
    Nos has dado una imagen creo que bastante completa de este país y quién lo iba a decir me ha llaamado la atención sus gentes,los tenemos por personas distantes y que sólo sirven para trabajar pero son mucho más.Claro que como muestra un botón,hemos conocido a la Yokito y esa chica vale un imperio( sobre todo por ser capaz de aguantar a un Lolailo total).
    Has despertado nuestra curiosidad por ese país y las ganas de conocerlo,muchas gracias.
    Las fotos muy buenas.Sin duda servirán para otro Artsur.
    Un besazo y a seguir disfrutando.

  5. Me ha encantado tu crónicas. Lo de los mayores me ha gustado que honrados. Me ha gustado ver a tu amiga yoko, y más a yokito san estay guapísimos vestidos de novios con los dos trajes mi enhorabuena. Y cuando vengáis por la victoria tenemos que hacer una barbacoa con chorizo y morcilla de aquí, BESITOS para los dos, de esta que te escribe que me tienes alucina con tu aventura. Ah!!! le dices a yokito que cuando venga que sea en la feria o la romeria que la vamos a vestir de gitana..

  6. Hola Antonio!!, me alegro de que hayas salido de ese aletargamiento del que hablas en la introducción… Ya en otros momentos hablaste de tus sentimientos pero esta vez te has reafirmado en el motivo principal de tu viaje sin final : estar viviendo lo que quieres vivir. Que nos lo cuentes con tu manera de ver las cosas y que de vez en cuando te muestres mas a ti mismo y tus sensaciones, es un placer para los que seguimos con avidez tu fantástico viaje. Por eso lo primero es darte las gracias. Respecto a la crónica… Como siempre me atrajo la cultura japonesa, sabía antes de empezar que me gustaría… Me doy cuenta de que lo que se dice de los japoneses es mas que cierto. Espero algun día comprobarlo en persona… Y como se que si tu viaje acaba algun día, lo hara en Japon, ya se que tengo casa allí. Lo dicho, gracias por enseñarnos el mundo como lo haces y sigue disfrutando de la vida que quieres vivir!! Arigatô, Go buji de

  7. Totalmente de acuerdo. Si necesitas compañero, en mi vuelta a Japón, estas mas que invitado. Tendremos que investigar mas esos curiosos locales y ver si es verdad.
    Muchas gracias por el trabajo de Eladio y el tuyo, que hacen posible la publicación de este blog.
    Pronto nos veremos.
    Saludos desde China.

  8. Para empezar quiero decir que como siempre me ha entretenido tu crónica y tus fotos, y que sin duda por lo que cuentas es un país que me gustaría visitar en el futuro (espero que no muy lejano), me llama la atención la honradez de esas personas que buscan al dueño del billete, siento decir que si eso pasa en este país habrían hostias para llevárselo, no tenemos solución!!!

    Sobre las saunas y los tatuajes creo que lo tendría jodido entrar, me veo en Marina D´or.

    Los locales del centro con los cartelitos de hasta donde se puede llegar con ellas me parece de lo más curioso.

    Todavía no se si reírme o llorar con lo de que es normal que los trabajadores hagan horas extras por el bien de la empresa, algo no va bien, o ellos o nosotros están equivocados, y temo la respuesta… Uf!!
    Por no hablar del tema barbacoa, parecido a como se deja aquí el campo después de una y lo de respetar el turno… sin palabras!!

    Bueno, son muchas las cosas que me han llamado la atención de esta crónica, sin duda una de las mejores por lo interesante del país y sus gentes.

    1. Totalmente de acuerdo contigo Juan M. en todo lo que has comentado, y como siempre gracias por comentar!! Nos gusta verte por aqui!!

      Por cierto, si decides ir a Japon y quieres un compañero de viaje cuenta conmigo!!

      Saludos

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