Malasia (I)

NOTA DEL ADMINISTRADOR: Debido a un fallo en el antiguo servidor de imágenes habrá paginas en las que no se vean estas en su párrafo correspondiente, y ya que volverlas a poner todas en su sitio llevaría muchísimo tiempo se ha insertado al final de cada crónica un vídeo para poder verlas.

 

Decidimos quedarnos en la pequeña, en Long Beach, donde están la mayoría de Guesthouse, y la mayor oferta para hacer buceo y snorkel.

Cuando llegamos a las islas, después de 40 minutos en lancha rápida, comprobamos dos cosas:

La primera, que se depende totalmente de lancha taxi, para moverse, ya que la isla sólo tiene un camino a través de la jungla, para ir a la otra parte.

La segunda, que está preparada para el turismo, por todos los negocios que se encuentran en la playa, pero nada tiene que ver con la sobre explotación que sufren las islas de Tailandia.

También vemos que tiene un mar de aguas cristalinas, y arenas blancas, que hacen que el fondo marino, sea rico en vida, por sus peces y corales.

Hecho que hace que contratemos para el día siguiente una excursión de Snorkel, después de una peregrinación por los lugares que la ofertan, comprobando que todos tienen el mismo precio, al igual que los restaurantes.

Por la noche, damos una vuelta por los locales nocturnos de la isla, y vemos que como habíamos comprobado en nuestra anterior visita a Kuala Lumpur, la cerveza es cara en este país, pero que tiene un ron con sabor a vainilla, muy barato (3 €) la botella, que mezclándolo con zumo de piña, hacen las delicias de hasta el más abstemio.

 

EL PLACER DE BUCEAR… Y CURAR ENFERMOS

Por la mañana, salimos temprano, y cambiamos de hotel, a uno más barato, ya que en el día anterior carecía de bungalows libres. Después del desayuno, nos embarcamos junto con Henry, nuestro guía, que por su aspecto, parece el marido de Pocahontas, y este nos lleva a nadar a los lugares más maravillosos que un servidor ha buceado.

Tortugas gigantes, peces por doquier, corales, y hasta tiburones, que lejos de perseguirnos, huyen despavoridos ante nuestra presencia.

A la Vuelta, Motorman que no realizó las dos últimas inmersiones, comienza a mostrar síntomas de fiebre, y lo constatamos cuando llegamos a tierra.

Él nos tranquiliza, y nos dice que es del cansancio acumulado en estos días, que lo que necesita es descansar.

Por la tarde, la fiebre no ha bajado, por lo que cogemos una lancha taxi, y nos acercamos al otro lado de la isla donde en teoría hay  un médico. Cuando llegamos, el ambulatorio está vacío, y nadie responde a nuestras llamadas. Aun más preocupados, regresamos, y le administro un paracetamol, haciendo que la fiebre baje algo, y esperando a que al día siguiente se encuentre mejor.

Por la mañana, la fiebre ha bajado, pero no del todo, Motorman, rehúsa a que dejemos la isla, e ir al hospital. A través de internet, y por los síntomas que tiene, creemos que es una insolación, producida por la desprotección del día anterior, ya que él siempre lleva sombrero, y en esta ocasión  lo dejo en el hotel.

Lo dejamos en cama, y a un servidor, sólo le retumba en su memoria las palabras del padre de Motorman, que siempre me ha pedido que lo cuide.

Por la tarde, la fiebre ha aumentado, y no hago más que ponerle paños fríos en la cabeza, y llevarle bebidas frías, para que se hidrate, no puedo administrarle ningún medicamento, ya que se desaconseja en el tratamiento para la insolación.

Cuando me voy a la cama, pienso para mi, que a la mañana siguiente, quiera o no, si la fiebre continua, lo llevo aunque sea a rastras al hospital.

Por la mañana, la fiebre ha marchado, y la cara de Motorman, ya sonríe, aliviados todos, tomamos nuestro último día con calma en la isla, y decidimos no salir del hotel.

Pero por la noche, Motorman, ya recuperado perfectamente, decide salir en compañía de unos españoles que están en el hotel, yo por mi parte decido quedarme en compañía de Maruxiña, que no se encuentra bien, y comienza a tener un poco de fiebre.

EN LOS 80.000 RESTAURANTES

Por la mañana salimos de la isla, teniendo Maruxiña fiebre, y decidiendo nada más llegar a tierra, ir al hospital.

Yo por mi parte me debato entre irme a Tailandia o no ese mismo día, ya que tengo reservado un vuelo desde el sur a Bangkok para el día siguiente, para finalizar mi tratamiento con el dentista, algo ineludible, ya que lo tengo pagado, y perdería todo el dinero.

Nada más llegar cogemos un taxi, y derechos al hospital más cercano. Cuando Maruxiña sale, y después de haberle administrado medicamentos,  me tranquiliza, y me dice que me vaya para Tailandia, dejándola en manos de Motorman.

Regreso  Kuala Lumpur cuatro días después de haber dejado a Maruxiña, que me dice que está mejor, y la espero en la ciudad a que llegue con nuestro amigo.

Es en el hotel en el que nos alojamos la primera visita a esta ciudad, donde conozco a Adai, un chico de Kazakhstan, con el que entablo amistad al momento, y esperamos la venida de Maruxiña y Motorman.

Al día siguiente recojo a los dos del aeropuerto, y compruebo que Maruxiña, aunque se encuentra mejor, no está totalmente recuperada, por lo que en los dos días posteriores, los últimos en compañía de Motorman, la obligamos a que permanezca en semi reposo.

Cuando Motorman, marcha, nosotros decidimos viajar al noroeste, a Penang, una isla, y allí, alquilar una casa, por varios motivos, el primero, para parar de viajar, ya que llevamos un fuerte ritmo, y debemos de descansar. La segunda, para tener oportunidad, de aprender a cocinar, ya que Penang es la meca de la cocina de Asia, pues en ella viven malayos musulmanes, chinos, indios, y aborígenes. Cada uno de ellos con su propia cultura, religión, y gastronomía. Además Geogetown, la capital, cuenta con 80 mil restaurantes, casi un tercio de su población, muchos de ellos abiertos las 24 horas.

CON ADAI

De esta manera aterrizamos en el aeropuerto, y en los tres días siguientes, buscamos casa para alquilar. Encontramos una en una de las mejores zonas residenciales de la ciudad, donde todo son grandes casas, a excepción de donde vivimos nosotros, que son adosados.

Se la alquilamos por 400 €, a un hombre indio, de nombre Kuma, que es de una gran amabilidad, y para celebrarlo, nos invita a cenar ese mismo día que cerramos el trato.

Una vez limpiada, la casa, compradas las cosas necesarias, y alquilada una moto para el mes, necesaria para moverse por la isla, recibimos nuestra primera visita. Casi sin avisar, pero dando una gran alegría, en una tarde lluviosa, llaman a la puerta, y cuando abro, me encuentro con Adai.

Éste se encontraba en las islas Perhentian, y al recibir mi invitación, no se lo pensó dos veces, y vino a vernos.

Lo primero que hacemos, es marchar a alquilar una moto, y posteriormente a cenar, en un restaurante chino, en el que Maruxiña y yo, ya habíamos cenado antes, y hace los entremeses al vapor más exquisitos que hemos probado.

El día siguiente, lo pasamos visitando la ciudad, Chinatown, con sus casas coloniales, patrimonio de la humanidad. Little India, con sus tiendas, colorido, y música en la calle, que hace que el viajero se transporte por un momento a otro país.

Luego vamos de compras, ya que al día siguiente, tengo pensado levantarme temprano, para hacer salmorejo, y paella, y marchar a la playa. Cuando entro en el supermercado, me paso al menos una hora intentando decidirme por la variedad de especies, ya que hay una calle entera dedicada a ellas. Las hay de mil maneras diferentes, y todo está en otro idioma, por lo que en la mayoría debo de ir oliendo, y suponiendo lo que es cada cosa, todo un placer.

 

DUELO EN LAS COCINAS

Dicho y hecho, al día siguiente, marchamos a la playa, para pasar el día y que nuestro amigo, pueda degustar una muestra de nuestra gastronomía .

Queda encantado, y promete que al día siguiente, él será el cocinero, y nos hará un plato típico de  su país y su casa.

Por la noche, deja en adobo, chuletas de pierna de cordero, y por la mañana, comienza a cocinar.

Al degustarlas, junto con un vino de variedad shiraz, comprobamos, que además de lo buena persona e inteligente que es, lo buen cocinero.

Al día siguiente, acompaño a Adai, a la estación de bus, y lo emplazo para que nos volvamos a ver en un futuro, ya sea en el camino, o cuando regrese a España.

 

EDUCACION VIAL ORIENTAL

Un día después, recibimos la visita de Rizwain, amigo de Maruxiña a través del Facebook, y que viene a pasar unos días. Hacemos la misma rutina que con Adai, vamos en esta ocasión los tres en la moto, sin llevar casco uno, de nuestro barrio, a Chinatown, para alquilar una moto.

En un semáforo, nos para la policía, y cuando ya me temo, la lógica denuncia, los agentes, comienzan a hablarnos, y a decirnos que lo que hacemos no está bien, que podemos tener un accidente, y que uno de nosotros no lleva casco. Hacen que uno de nosotros (Maruxiña), se baje de la moto, y se ofrecen a acompañarla hasta un restaurante cercano, para que nos espere, mientras llevo a nuestro amigo a por su moto. Avergonzado, por el acto, y sin llevar receta por parte de los agentes, marchamos a por la moto, y posteriormente regreso a por Maruxiña.

Cenamos en Chinatown, y marchamos a casa, comentando incrédulos, la reacción de la policía.

Por la mañana, me acerco al aeropuerto, para recoger a Yani, la ibicenca, que va a estar un año viajando, y ha decidido honrarnos con su visita.

Pasamos el día cocinando, y Rizwan, me enseña platos indios, como la carne al yogurt, el nam, o los cuellos de pollo picantes.

 

PUERTO FRANCO

Por la mañana, marchamos todos de nuevo a visitar la isla, y a pasar el día en la playa, comiendo, bebiendo, viviendo, en unos días que siempre me ha dado por llamar de vino y rosas.

Al día siguiente, queremos ir a la isla de Langkawi, a dos horas u media en barco desde Penang, pero al levantarnos, vemos que el día está muy feo, y decidimos dejarlo para el siguiente.

Visitamos de nuevo la parte antigua de Georgetown, Little India, Chinatow, y sus alrededores, entre permisos horarios de la lluvia.

Además, aprovechamos para sacar los billetes de barco, para visitar Langkawi (17,5 € ida y vuelta), y contratar un taxi, para que nos recoja en casa.

Por la mañana vemos que el día es mucho mejor que el anterior, y vamos al puerto, y tomamos el ferry.

Llegamos a Langkawi, y allí mismo, un taxi, nos lleva a un hotel que habíamos reservado previamente.

Se encuentra muy cerca de la playa, y ya en un primer momento, comprobamos dos cosas, la primera que Langkawi, es puerto franco, por lo que el alcohol y el tabaco no tienen impuestos. Y la segunda, que es una isla llena de turistas, pero sin duda muy bella.

Por la mañana, alquilamos unas motos, y decidimos recorrer la isla, nos vamos directamente al norte, donde pasamos todo el día en una bella playa, y en su restaurante cercano, degustando platos locales, a un excelente precio.

Por la noche, al igual que el día anterior, visitamos uno de los locales que se encuentran en la playa, y ponen buena música en directo, entre piñas coladas que van y vienen.

Al día siguiente, decidimos alquilar un coche, ya que merece la pena, y de este modo, evitaremos el mojarnos, cuando el monzón nos haga su visita diaria…

Visitamos una playa del noreste, y posteriormente el funicular, que hay en la isla, donde un servidor rehúsa montarse, ya que es a mi entender, demasiado turístico, y algo que no es único en el mundo.

Posteriormente, marchamos en busca de una playa del norte, pero al llegar, vemos como los accesos están cortados por los resorts de lujo que hay en la zona, por lo que marchamos, a unas cascadas, y posteriormente a la ciudad, a pasar el resto de la tarde.

 

DE MÉDICOS Y DESPEDIDA

Por la mañana, Rizwan, marcha desde allí a Tailandia, y posteriormente nosotros marchamos de vuelta a Penang.

Al día siguiente, Yani, prosigue su camino por Malasia, y de nuevo nos quedamos solos en casa.

A los dos días, y ante la imposibilidad que la fiebre que visita a Maruxiña todos los días por una hora marche, decidimos ir al médico en Penenag. Éste al examinarla, y Maruxiña contarle sus síntomas, y que está enferma desde hace un mes, le aconseja a ella, que regrese a España, para que allí se haga más pruebas, y pueda descansar.

Maruxiña debe de adelantar su regreso a España, ya que tenía previsto regresar en Diciembre, para recuperarse, y volver el 11 de enero.

Antes de marchar, en el aeropuerto, ella me deja unas directrices a seguir en su ausencia, las que le prometo seguir al pie de la letra. Haz el cabra con la moto, metete por todos aquellos lugares, en los que conmigo no puedes, degusta este país, con la calma, y la tranquilidad que tanto te gusta, no vayas a ver a los orangutanes de pelo rojo y la Raflexia (la flor más grande del mundo) sin mí, y pórtate bien en mi ausencia, yo te prometo que el 11 de enero estaré en Kuala Lumpur.

Me emociono, cuando la veo desaparecer por los controles del aeropuerto, pero me consuela, su promesa de volver en enero, que marcha para estar mejor, y coger fuerzas, para continuar el camino.

 

EL TARAVITAZO EN ESTADO PURO

De nuevo el Taravitazo, prosigue como comenzó, en soledad, y en moto, por un país entero que descubrir.

Tres días después, abandono nuestra casa de alquiler, me despido de Kuma y su familia, que se han portado excepcionalmente con nosotros, y salgo de Penang.

Recorro el gran puente que separa la isla de Penang, con la península malaya, veo en el espejo retrovisor de mi moto, como la isla se empequeñece, mientras en mis cascos suena Nina Simone cantando Ain’t got no money, I got life (¿no tengo dinero?, tengo la vida, perfecta para la ocasión.

Con la diligencia que me da el no llevar en la parte trasera de la moto, a la que ha sido mi compañera de viaje durante 10 meses, pero con la carga del sentimiento de soledad, vuelvo a sentir el viento en mi cara, y el sol ardiente en mis brazos, mientras viajo por las carreteras malayas.

En el camino, comienzo a pensar en mi experiencia hasta el momento con el pueblo malayo. Un país diferenciado por tres culturas con costumbres y religión dispares, Malaya (musulmana), China (budista) e India (hindú),  pero que sin embargo conviven en perfecta armonía, y he visto con mis propios ojos, el enorme respeto, que se tiene unos por otros.

La mayoría de la población, musulmana, donde las mujeres van con el cabello oculto, y otras con el velo, y ni mucho menos exigen a las demás que lo hagan, incluso he podido comprobar, como en una misma familia, dos hermanas, iban diferentes, una tapada hasta su rostro, y la otra, sin ni tan siquiera ocultar su cabello.

Se interesan por las demás costumbres, y en absoluto rechazan lo foráneo, sienten una gran curiosidad por todo lo que rodea a las demás costumbres.

En el camino, comienzo a pensar, que es lo que hace que un país sea más avanzado que otros, ¿su economía?,  sin duda Malasia, está por encima de nuestro país, su capital Kuala Lumpur, está a unos niveles, que ni Madrid ni Barcelona, llegarán en 10 años. ¿Su cultura?, en este aspecto, Malasia, es multicultural, donde España solo llegó a serlo en tiempos de los califas, cuando convivían en armonía todas las religiones y culturas.

¿Sus recursos?, en este sentido, Malasia, también nos gana, ya que es rica en flora, fauna, minerales, y petróleo, además tiene una conciencia ecológica, anterior a la nuestra, preservando especies, y parques naturales.

¿La educación?, sin duda alguna, los niños malayos, nacen con una gran suerte, vivir en un país, donde debido a su multiculturalidad, aprenden además del respeto por los demás, tres idiomas, el Malayo, que lo hablan todos, el inglés, que es en el que se comunican unas comunidades con otras, y el chino, que toma fuerza en el país, debido a que es la segunda cultura del país.

No, sin duda alguna, a mi corto entender lo que a un país lo hace más avanzado, es su respeto por los demás.

Algo que en nuestra patria, andamos algo cortos, un país en el que solo aceptamos las críticas, cuando solo provienen de nosotros mismos, siempre y cuando no sea de boca de catalanes y vascos. Donde lo más valioso que tenemos, es nuestra diversidad cultural, y lo único que hacemos con ella es utilizarla unos en contra de otros, y meto a todos en el mismo saco. Sin duda alguna, en este aspecto, Malasia es un país que podría darnos lecciones.

No quiero llevar al lector a equívocos, ya que yo mismo, no quisiera tener por vecino, a un magrebí, un rumano, o una persona de etnia gitana, que no me respetara, pero de igual modo no me gustaría tener a un español, que hiciera lo mismo, o ni tan siquiera a esa persona que en las mañanas de los domingos se levanta a las 8  con fiebre de bricolaje, y comienza a hacer agujeros en las paredes, o montando armarios comprados en establecimientos suecos. Tampoco a esa persona empeñada en que los demás escuchen su música estridente, sin consultarle antes. Siempre he pensado, que la libertad de una persona, finaliza, donde empieza la de las demás.

 

INMENSOS PALMERALES Y PLANTACIONES DE TÉ

Así de esta manera, discurriendo quizás más de lo necesario, llego a Ipoh, localidad, donde los chinos, que son mayoría, se hicieron ricos con las minas de estaño, y llegaron a tener calles, donde albergaban en suntuosas casas a sus amantes.

Al haber abandonado la Lonely Planet, me dejo llevar por mi intuición, y consigo llegar al barrio antiguo de la ciudad, donde viejas casas coloniales, se pelean con nuevas estructuras, nada de interés para reflejar en estas crónicas o de manera gráfica, ya que las casas de Georgetown, son sin duda mucho más interesantes.

Paso en la localidad dos días, por dos motivos, el primero, ya sabéis, que me gusta recorrer las inmediaciones, y la segunda, porque mi ordenador, necesita ser reparado.

Aprovecho el día siguiente, para ir hacia el oeste, y recorrer, algo que no deja de sorprenderme de este país, las inmensas plantaciones de palmeras, donde se puede perder la vista contemplando este árbol.

Llego a pequeños pueblos, donde paro a tomar un té paná, que lo toman los malayos, que es con leche condensada. Aunque aconsejo al visitante que tome té tarik, que además lleva especies como canela cardamomo etc. y se mezcla echándolo de un cazo a otro como si se escanciara al igual que la sidra.

Es en estos pueblos donde compruebo que es el único lugar donde se quedan extrañados de ver a una persona no local, pero no porque no la hayan visto antes, ya que en este país viven también muchos occidentales, sino por la curiosidad, que les suscita, el pensar qué puedo hacer allí.

Vuelvo a la ciudad, bajo el monzón, que todos los días por la tarde, sin falta, tal y como si de una cita que tuvieran dos amantes novicios se tratara, hace su presencia por un mínimo de dos horas.

 

CURVAS Y FRÍO

Por la mañana, salgo sin mi ordenador que aún no está reparado, en dirección a Cameron Highlands, a 100 km. de Ipoh.

Cojo la serpenteante y magnífica carretera, que va ascendiendo hasta las tierras del té.

Conforme voy haciendo curvas con la moto, echo de menos dos cosas. El puño en mi costado derecho de Maruxiña, indicándome que vaya más despacio, y la compañía de Kiko y Marc, que sin duda alguna hubieran disfrutado de las curvas tanto o más que yo.

Llego a la cumbre, donde increíblemente paso frío en Malasia, de esta guisa, y acompañado de nuevo por mi inseparable compañero de viaje, el monzón, consigo llegar a la localidad de Tanah Rata.

Esta localidad, en lo más profundo de Cameron Highlands, en realidad, es un pequeño pueblo, que se dedica a solo dos cosas, a las plantaciones del té y fresas, y al turismo, que va a ver estas, y la raflexia.

Me hospedo en una Guesthouse, que me recomendó Yani, que va por delante mía en este país.

Después de una hora en una ducha de agua caliente, consigo entrar en calor.

 

MANTOS VERDES DE TÉ

Saco de mi mochila un libro que encontré en español, en una librería de Bangkok, y en la estupenda terraza de la guesthouse, comienzo a leerlo, ya que no pinta que la tarde vaya a mejorar.

Me percato, que en el mismo hotel ofertan tours para ver las plantaciones y la flor, a unos precios bastante caros. Por la noche, dando un paseo por el pueblo, compruebo que estos precios están cerrados, por lo que el viajero, o se va por su cuenta y riesgo, o pasa por el aro, de las agencias, y tiene que pagar un mínimo de 15 € por cabeza por medio día en todoterreno visitando los lugares de interés.

Por la mañana, y aconsejado por dos chicos de Bilbao, me dirijo a ver unas plantaciones de té, lo único a lo que me puedo dedicar en esta población, ya que esperaré a Maruxiña para ver la flor.

Cojo mi moto, y tomo caminos asfaltados, donde hasta a mi me da vértigo, por los ascensos, y descensos que tiene.

Llego por fin, a un lugar, donde todo lo que me rodean son campos de té, es algo precioso, toda la montaña, cubierta por un manto verde de plantas, salpicado, por algunos trabajadores que hacen sus quehaceres.

Tomo mis fotos, y veo como todoterrenos, pasan por mi lado, cargados de turistas, y se adentran por las plantaciones.

Decido seguirlos, y llego a lo alto de una colina, donde hay una torre a la que se puede subir, y desde allí se divisa, la selva y más plantaciones de té, pero que no vale en absoluto la pena.

Regreso de nuevo al hotel, llenando antes el depósito de gasolina de mi moto, compruebo que la jornada de hoy me ha salido por 0,5 €. Pienso para mí, que seguro que mi padre hubiera estado orgulloso de ver cómo me he ahorrado el dinero de la excursión, y haber visto prácticamente lo mismo.

Cuando llego al hotel, paso la tarde terminando el libro que empecé el día anterior, y quedándome ocioso por el resto del día.

Por la mañana temprano, marcho del hotel, ante la mirada aun atónita de los turistas, al verme con una moto tan pequeña, y que voy recorriendo el país.

Vuelvo de nuevo a Ipoh, donde recojo el ordenador, y prosigo camino hasta Lumut, donde cojo un ferri, por 3,75 € que me lleva a mí y a mi moto a la isla de Pangkor.

 

NEGOCIANDO HOTEL Y COCINA

Cuando llego, comienzo a recorrer la isla, buscando hotel, y comparando precios entre todos. En el segundo que pregunto, me hacen un precio de 16,6 €, por un bungalow nuevo, con aire acondicionado, y baño. El hotel está emplazado en un magnifico lugar, donde a sus espaldas se encuentra la selva, y justo en la puerta la playa.

Al final, y viendo que el precio no baja, decido continuar buscando, y comparando por la isla.

El dueño, un indio llamado Vijay, seguro de haberme dado el mejor precio de toda la isla, me deja marchar, sin intentar bajarme el precio.

Una hora después, tiempo en el que se tarda en dar la vuelta a toda la isla, parando en todos los hoteles, y comprobando que efectivamente, es lo mejor calidad-precio, regreso con intención de ver si consigo algún descuento mas.

Vijay se niega, y miro a su familia que se encuentra almorzando, entonces le digo:

–  Ok, me quedo por tres días, pero con la condición de que tu mujer me enseñe a cocinar comida india.

Comienza a reírse, y me dice que sí, dándome la mano, y palmeando mi espalda.

Inmediatamente, y sin darme oportunidad a que deje mi mochila en el bungalow, me hace sentar, y me pone por delante un maravilloso cuenco de pollo al curry, arroz, ensalada, y me comunica que tiene la cerveza más barata de toda la isla, 2 €, la lata de 65 cl. de Heineken.

Por la tarde, después de haber descansado de la estupenda comida a la que he sido invitado, comienzo a escribir la última parte de mi crónica de Myanmar. Termino cuatro días después, en donde sólo he escrito, y cocinado junto a la mujer de Vijay, platos donde he aprendido el secreto del curry indio para carne, a cocinar pescado con la salsa secreta de su mujer, y también he comprobado, que Vijay, me ha tratado como a un amigo, más que como a un cliente, al final me quedo 6 días.

En los últimos días, recorro la isla, y compruebo que tiene unas magníficas playas, que están vacías, ya que es temporada baja, que la carretera que la circunvala, es muy buena, y el carácter de los lugareños, es entrañable.

En mi último día en la isla, cumplo con una promesa que le había hecho a la mujer de Vijay,  Jyoti, enseñarle a cocinar paella.

Hago una paella de pollo, para 15 personas, el total de todos los trabajadores del hotel, y de los clientes que se hospedan.

Aconsejado por mi amigo Ayen, de Tailandia, lo hago con una variedad que hace las delicias de la familia de Vijai, 20 guindillas rojas, para dar un toque picante, quedan todos muy complacidos con ello.

 

MONOS Y LUCIÉRNAGAS

A la mañana siguiente, abandono el hotel, despidiéndome de todos, y dejando a Jyoti, un sobre con especias para preparar paella, que me pidió, y que llevaba en mi mochila desde que salí de España.

Dejo la isla con pesar, ya que me he encontrado muy a gusto con esta familia, que además de enseñarme a cocinar, me ha invitado a casi todo lo que he comido, y no ha dejado que pagara ni tan siquiera el último desayuno.

En el embarcadero, me indican, que solo debo de pagar el regreso de mi moto (1,25 €), mientras pienso, que es lógico, ¿quien en su sano juicio, iba a querer abandonar el paraíso?

Seguido por las indicaciones de Vijai, marcho hacia Kuala Selangor, una localidad, que en si no tiene mucho que ofrecer, excepto un parque donde por la noche se hace un recorrido en barca para ver las luciérnagas, y una colina, habitada por monos.

Después de una siesta,  ya ha anochecido, marcho al parque, que se encuentra a 6 kilómetros al este de la población.

Cuando llego al parque, compruebo, que el recorrido en barca, vale 10 € la barca, para cuatro pasajeros, pero al  ir solo, debo de pagar la totalidad. Espero infructuosamente en la taquilla, para ver si encuentro acompañantes, que quieran compartir conmigo bote. Harto me voy al embarcadero, y veo, que el recorrido que hace la barca, es solo a la orilla de en frente, también me percato, que cerca del embarcadero, hay un lugar donde se pueden ver a estos insectos. Armado con mi linterna comprada en Myanmar, me interno en el lugar, y veo como miles de luciérnagas alumbran un árbol, igual que si fuera un abeto de navidad.

Quedo maravillado por estos insectos, que siempre me has suscitado curiosidad. Lo malo, es que las fotografías, son casi imposibles, ya que la poca luz que hay en el lugar, hace difícil su captura gráfica.

 

SALIDA A BOXES

De regreso al aparcamiento, veo a dos mochileros, a los que les prevengo que no es necesario que paguen el precio del bote, ya que las luciérnagas, se pueden ver desde el lugar en el que he estado yo.

Para mi sorpresa, es una canaria Tatiana, y su novio francés Patrick, que acaban de llegar al lugar, y buscan hotel.

Conversamos, y al final deciden hospedarse en mi hotel, pasando el resto del día en compañía de ellos.

Por la mañana, después de la visita a la colina del pueblo, donde los monos se acercan sin vergüenza a pedir fruta a los visitantes, emprendo de nuevo camino.

El más accidentado hasta el momento en Malasia, ya que 5 minutos después de partir, habiendo puesto la rueda nueva a mi moto, pincho. Después, al pasar Kuala Lumpur, en la maraña de autopistas y carreteras que circunvalan la ciudad, me pierdo hasta en tres ocasiones. Posteriormente, el cielo comienza a cerrarse, y no llueve sino diluvia, con rayos, truenos y todo lo que el cielo puede llegar a tener en la despensa de la climatología, haciendo que inevitablemente tenga que parar por al menos tres horas. Prosigo camino, y cuando me encuentro muy cerca de Port Dickson, vuelvo a pinchar, en esta ocasión, debo de hacer 5 kilómetros hasta llegar a un taller para reparar la rueda.

Por fin llego a la localidad de Port Dickson, y las vicisitudes no acaban aquí, sino que me encuentro que estoy en medio de la celebración india parecida a la navidad, llamada Deepavali, por lo que la ocupación hotelera en este lugar de playa es casi total.

Comienzo entonces un viacrucis de hoteles, moteles, pensiones y lugares en el que poder pasar la noche, donde los que están libres son caros, y los baratos, están ocupados. Al final cuando la esperanza empieza a mermar considerablemente, y bajo una constante lluvia, encuentro ya de noche, un hotel de carretera, que tiene una habitación limpia, y a precio razonable.

Caigo rendido en la cama, y por la mañana, me percato que el lugar donde me encuentro, poco o nada tiene que ofrecer al visitante foráneo.

 

CON LOS PROTUGUESES DE MALACA

Port Dickson, es un lugar de playa, donde los peces comparten espacio con plataformas petrolíferas, y en los años 90 el bum inmobiliario, sacudió la zona, convirtiéndola, en lo que hoy en día es, algo parecido a una decadente Costa del Sol española, pero con menos oferta lúdica.

Paso el resto del día, en la terraza del hotel, viendo pasar los coches, y poniéndome al día en mis crónicas.

Por la mañana bien temprano, salgo del lugar, con dirección Malaca, ciudad que me han comentado, que vale mucho la pena.

Llego pronto a Malaca, pero no a mi hotel, pues se encuentra en un calle, de igual nombre a un barrio de la ciudad por lo que a toda la gente que le pregunto, me indica la dirección del barrio Jalan Portugués.

Llego a un barrio de pescadores, de las afueras de la ciudad, donde evidentemente no hay ningún hotel, pero sí veo que están montando una carpa, para algún tipo de celebración.

Pregunto a una persona sobre la dirección del hotel, y me dice contrariado que estoy en Jalan Portugués, le respondo, que no que la calle, entonces comienza a reír, y me indica como ir, no sin antes hacerme que baje de mi moto, y que me siente, a tomar un refresco.

En la conversación, observo que tiene acento portugués, y le pregunto por su nacionalidad, aunque es bastante obvia, ya que a la vista salta que es aborigen. El me dice que es malayo, pero que habla antiguo portugués, y que es el presidente de la asociación portuguesa de Malaca.

Cuando le pregunto sobre la carpa que están montando, me comenta, que durante los tres próximos días, van a celebrar los 500 años, de la llegada de los portugueses a Melaka, y que por supuesto estoy invitado a ver todos los actos, que además está contento que un español asista.

Me despido de él, prometiéndole mi asistencia, y marcho hasta el hotel, recomendado por mi amiga Yani, y que en absoluto decepciona.

Se encuentra en el precioso barrio antiguo de la ciudad, y está regentado por dos chicos que son pareja Penny (Taiwanesa), y Kent (Malayo), la amabilidad personificada.

Al abrir mi ordenador, compruebo que la reparación de Ipoh, ha sido una chapuza, y vuelve a estar roto. Kent, muy diligentemente, se ofrece a acompañarme a la tienda de un amigo suyo, para ser reparado.

 

TÍO DE NUEVO

En las horas posteriores, hago lo más español que se me ocurre, dormir la siesta. A las cuatro de la tarde, hora Malaya, un mensaje en mi móvil, proveniente de mi hermana mayor Rosario, me comunica que Pablo, mi tercer sobrino, e hijo de mi hermana Ana, acaba de llegar a este mundo.

En la tarde, decido comprar unas cervezas, para en la noche, celebrarlo con Penny, Kent, y otra taiwanesa que se hospeda en el hotel. Desde el Taravitazo, ahora en Malasia, le doy a Pablo la bienvenida, y brindo porque tenga una vida larga y feliz.

Por la mañana, recorro el barrio antiguo de Malaca, y veo la gran influencia portuguesa, y china que tiene la ciudad.

El sitio en donde se sitúa la ciudad de Malaca (Melaka en malayo) fue el centro de la historia del estado del mismo nombre. Fue la capital del sultanato de Malacay el centro del mundo malayo entre los siglos XV y XVI tras la salida de los malayos de Sumatra y antes de la llegada de los portugueses en 1511. Los siglos de colonización portuguesa, holandesa y británica así como el desarrollo de la cultura china ha influenciado la arquitectura de la ciudad.

La mayor parte de las atracciones turísticas se concentran en el pequeño centro de la ciudad.

Uno puede caminar por la Jonker’s Walk en la que se suceden una fila de casas-tienda pertenecientes a la arquitectura de Peranakan, y perderse durante horas. En el área de Bandar Hilir se encuentra la fortaleza de Famosa, S. Paul Hill y muchos museos.

 

CIUDAD PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

Otro lugar en el que se puede degustar la paz solo hallada en lugares de meditación y recogimiento espiritual, es Pulau Melaka, una isla formada por terreno ganado al mar, en la que al final está situada la mezquita de Masjid Selat. Muy parecida a la mezquita flotante de Georgetown, pero con mas encanto en mi opinión.

El 7 de julio de 2008 la ciudad fue incluida por la Unesco en la lista del Patrimonio de la Humanidad, algo desde luego muy merecido.

Por la tarde, marcho a Jalan Portugués, junto con Penny, y tres huéspedes más del hotel, haciéndoles un servidor de guía improvisado.

Llegamos al lugar, y como los actos aun no han comenzado, cenamos en la terraza de un restaurante, entre música portuguesa, amenizada por los dos grupos venidos de Lisboa, que ensayan antes de la función.

Ya después de la cena, comienzan los actos, abiertos por el presidente de la asociación portuguesa que me invitó, y el gobernador de Malaca, que ha venido para la ocasión acompañado, cómo no, de las cámaras de televisión, y numerosos medios de información.

Después del discurso, comienza la música, un total de 6 bandas, se van alternando en el escenario, mientras hacen las delicias del público. Entre la gente, coincido con Danuta, una chica catalana, que se encuentra de viaje, y con la que me quedo en el baile hablando hasta las tres de la mañana, hora en la que nos vamos, aunque la fiesta continúa.

Por la mañana, quedo con Danuta a comer, y me despido de ella, intercambiando información, y deseándonos ambos buena suerte en la continuación de nuestro viaje.

 

PUÑETERA INFORMÁTICA Y PASTELES CHINOS

Posteriormente, Kent, me avisa que mi ordenador, tiene un problema, y que debo de ir a hablar con la dueña de la tienda.

Cuando vamos a recogerlo, la dueña me da una mala noticia, solo hay posibilidad de arreglarlo, dejándolo por al menos 10 días, pues no tienen el repuesto, por lo que para mí es demasiado tiempo el estar parado en un lugar, y debo de marchar con la intención, de que a principios de diciembre, que vuelvo a Kuala Lumpur, intentar repararlo allí. Como consecuencia, deberé seguir escribiendo en cibercafés, locutorios o en los ordenadores de los hoteles cuando los haya.

A la vuelta, me percato que esta ciudad, tiene numerosas pastelerías, y me entero a través de Kent, que los pasteles chinos de la ciudad, son famosos en toda Malasia, algo perfecto, pensando un servidor, que en dos días, es mi cumpleaños, y será una ocasión perfecta, para invitar a tarta a Kent y Penny.

Paso la tarde de relax en la terraza de la calle del hotel, viendo el ir y venir de la gente, que se dirige al mercado nocturno, mercado que visitaré al día siguiente, ya que los sábados se encuentra saturado de visitantes.

Por la mañana, después de poner al día mis crónicas, salgo a almorzar, lo hago en un restaurante de la vieja ciudad, donde el plato estrella es Laksa. El Laksa, es una especie de sopa, cuyo ingrediente principal son mariscos, o al menos una pequeña representación de ellos, tres tipos de fideos, huevos, y alguna albóndiga de pescado china. Hay un par de variedades de éste, con coco, picante, y sin coco picante, pero con pescado de lata. Cuando lo pruebo y degusto lo delicioso del plato, quedo gratamente complacido, y decido tomarlo más a menudo.

En los días posteriores, me dedico a degustar con tranquilidad esta ciudad, a pasear por sus calles, a saborear el tiempo, junto a una bebida de cereza y lima, mientras unos abuelos juegan a las damas chinas. Recorro todos los recovecos, de la ribera de su canal, su barrio Kampung Morten, donde se puede apreciar la arquitectura tradicional malaya en sus preciosas casas de madera. El cementerio chino, y ver cómo las antiguas tumbas, se mezclan con las modernas, o simplemente el ser sorprendido por la tormenta diaria que el monzón deja caer sobre la preciosa ciudad de Malaca.

 

INDONESIA AL FONDO

También, un día subo con la moto, hasta Jalaban Puteri, el cabo más cercano a Indonesia, y dónde se puede apreciar el paso de barcos, por el estrecho de Malaca, mientras saboreando un té Tarik (Té con leche canela y otras especias), observo como unas pescadores reparan sus aparejos y redes de pesca, ante la atenta mirada de unos gatos, esperando algún manjar olvidado en las redes.

El día 3, es hora de partir, y dejar a tras la ciudad más bonita que he visitado hasta el momento en Malasia. Prosigo camino hasta la punta más meridional de la península malaya, para después bordear la frontera con Singapur, y comenzar de nuevo a subirla por la costa este.

Siento que en esta tierra, aún me aguardan lugares por descubrir, gente que conocer, y con la que seguir sorprendiéndome ante su amabilidad o su visión en la vida. Aún me queda por degustar su maravillosa gastronomía, de la que tengo un gran interés en continuar aprendiendo. Que retomar la costumbre que casi tenía olvidada, viajar sin prisa, sin tiempo definido por un visado, y sobre todo, con la libertad de tener transporte propio, algo que cada día va tomando más relevancia en mi pensamiento.

 

4 comentarios en «Malasia (I)»

  1. Hola!!
    Antes de nada quiero felicitarte por el nacimiento de tu nuevo sobrinito Pablo,siempre es una alegria la llegada de un nuevo ser a la familia.felicidades tambien a tu hermana.
    Y bueno…me ha encantado esta cronica,sus lugares,sus gentes,sus playas,su..todo,la verdad es que ese pais es una maravilla,me he quedado enamorada,seguro que la proxima cronica es igual o mejor que esta,a ver cuando tengo tiempo y la leo,ademas me encanta cuando haces tus reflexiones,me ha parecido muy amena.
    Asi que nada….sigue asi,disfrutando por todos nosotros,un beso y cuidate mucho.

  2. gracias por poner tu cronica con la letra en blanco es que en azul me cuesta trabajo leer ( los años ).Te veo muy bien sigue asi eres genial. Besitos

  3. Hola Lolailo total y absoluto,no sabes lo que me está sorprendiendo Malasia tanto por sus paisajes como por sus gentes,gracias por mostrárnoslo,como dice María José de la Corrala»hay que ver lo que estamos aprendiendo con el Antonio».Sabes que me encanta cuando te pones a reflexionar sobre el respeto y la convivencia,algo sobre lo que todos deberíamos pararnos a pensar.Tienes razón ha vuelto el Taravitazo en estado puro aunque también echamos de menos a Maruxiña.Besos y cuídate.

  4. <p><p>Hola a todos de nuevo.<br /><br />
    Quiero agradeceros a todos que hayais continuado en la lectura de las cronicas, a pesar de haber estado un buen tiempo sin publicar.<br /><br />
    Gracias Alfonso, por dejar un comentario, a Marta, por continuar en la lectura, Antoni, que ya veo que continuas al pie del canion, Ana y Olga mis queridas asturianas, en definitiva a todos los que anteriormente lo haciais, y continuais haciendolo. No me olvido de Pepi, hasta el momento la mas rapida y fiel en los comentarios<br /><br />
    Tambien quiero dar las gracias a Ciguatanejo, por haberse unido a la comunidad de taravitazos. No se quien eres, pero por leer mis cronicas, y decir las cosas con la contundencia de un B52, ya me caes bien.<br /><br />
    En fin gracias de nuevo a todos por vuestros comentarios y vuestra costancia en el taravitazo.</p><br />
    <p>Pd. Prometo no volver a dejar una cronica con letra en azul.</p></p>

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