Malasia (III)

NOTA DEL ADMINISTRADOR: Debido a un fallo en el antiguo servidor de imágenes habrá paginas en las que no se vean estas en su párrafo correspondiente, y ya que volverlas a poner todas en su sitio llevaría muchísimo tiempo se ha insertado al final de cada crónica un vídeo para poder verlas.

Llego a Mersing, escuchando Tiny Dancer de Elton John, por lo que desde un primer momento me da muy buenas sensaciones aunque no tenga pensado el pasar en ella más de una noche. La razón es bien sencilla, desde allí, cogeré un ferry con dirección a Pulau Tioman, una isla del Sureste de la península malaya, donde me han advertido dos cosas. La primera, que debido a la época del monzón, no encuentre transporte, y la segunda es que si llego a hacerlo, no encuentre ningún lugar para hospedarme. La primera la soluciono, nada mas llegar, ya que saco un billete de ferry para mi, y debiendo dejar la moto en Mersing, puesto que en la isla, solo hay una carretera, que no me va a servir de nada. La segunda, pienso para mí, que en una isla, de un país turístico como es el malayo, seria difícil, que no hubiera ningún hotel abierto, por lo que poco me preocupa esta situación.

 

LA ISLA MÁS BONITA DEL MUNDO

Me voy al hotel más barato y limpio que encuentro, por 5 euros, habitación, con baño fuera, que ni tan siquiera tiene ducha, solo un cubo con agua, poco me importa, ya que por una noche solo, me vale. Paso el día finalizando y enviando mi crónica, en lo que se ha convertido ya en mi segundo hogar, los cybers.  Pienso en la frase “La política, hace extraños compañeros de cama”, miro a mi alrededor, y pienso que los cybers no se quedan atrás, ya que me encuentro acompañado de frikis, turistas ocasionales y adolescentes adictos a los video juegos.

Por la mañana a las seis y media de la mañana, me persono en el embarcadero, y me percato desde el primer momento, que los horarios de salida del ferry, son totalmente aproximados. Pues estamos en el barco al menos una hora más, esperando a que lleguen más personas, para que vaya completo.

El trayecto dura dos horas, cuando veo por primera vez la isla desde el ferry, contemplo sus dos puntas cársticas en el sur, que saludan al visitante, y me percato que Tioman, no es una isla cualquiera. Fue elegida en 1976 como la isla más bonita del mundo. Mucho ha llovido desde entonces, y por ese mismo motivo, desembarco en Salang, el lugar más al norte de la isla, con los mejores corales, las aguas mas cristalinas, y donde menos turistas hay.

Al desembarcar, descubro una magnifica playa, donde unos 8 hoteles con bungalós, varios restaurantes, y un par de escuelas de buceo rodean el muelle. Lo mejor sin duda, es que al ser temporada baja, nos encontramos un total de 12 extranjeros en el lugar. Además, debido a la situación de Salang, a donde solo se puede ir en barca taxi, o por un intransitable sendero a través de la selva, pocos más visitantes se pueden esperar.

Busco hotel, y descubro que solo hay abiertos 4, y decido alojarme al final, en uno donde me hacen el mejor precio, debido al duro regateo, y que como no hay demanda, mejor, poco que nada, piensan los dueños, 7 euros la noche, en bungalow con ventilador y baño dentro.

 

SIGUIENDO EL CABLE POR LA JUNGLA

Lo primero que decido hacer, inconscientemente, es adentrarme en la jungla, para intentar ir a la playa más cercana a la que me encuentro: Monkey Bay. Una lugareña, Rai, aborigen y musulmana, que tiene una tienda de material de buceo, ya me ha alertado, que es un camino, arduo, pero que no tiene perdida, ya que me puedo guiar por el recorrido del cableado eléctrico que suministra el lugar, y que recorre la selva.

Felizmente, me adentro y subo la cuesta más empinada de toda mi vida, teniéndome que agarrar a lianas, y a otra vegetación, para no resbalar, y acabar de nuevo en donde comencé. Además, he cometido un grave error, que jamás volveré a cometer, andar por la jungla en sandalias, exponiéndome a picaduras de toda clase de animalitos.

Cuando llego exhausto arriba, es imposible ver nada, todo lo tapa la maleza de la jungla, y lo peor de todo, no hay ni sendero, ni se ve ya el cableado eléctrico, por lo que debo de continuar camino, guiándome por mi instinto.

Al final opto, por guiarme por el oído, que me dice que el mar esta cerca, cayendo literalmente a la playa de Monkey bay, desde la selva.

Permanezco tumbado en el lugar desierto, y descansando al menos una hora, hasta que me percato, que hay una construcción en medio de la playa.

Llego a lo que hace más de cinco años tuvo que ser un intento de pequeño hotel, con tres bungalós alrededor, y que hoy en día, sólo está habitado por animales que huyen cuando entro en el lugar.

Decepcionado, ya que esperaba encontrar a alguien, para que llamara a un taxi, y me devolviera a Salang, sin tener que hacer el peligroso y cansado camino de regreso, no me queda otra que deshacer el camino que no es camino, hasta el lugar de partida.

En la vuelta, encuentro sólo a unos monos, que desde sus árboles, me miran extrañados de verme jadear una y otra vez, cuando tengo que trepar por las piedras, y resbalar continuamente en el barro.

Cuatro horas después de haber salido, por fin regreso a Salang, y cuando lo consigo distinguir entre los árboles, me da tanta alegría, como si hubiera llevado una larga travesía por el desierto, y hubiera encontrado un pozo de agua.

 

UNA LECCIÓN DE TRAVESÍA CON BODA AL FINAL

Cuando Rai me ve, me pregunta, si he llegado a Mokey Bay, le contesto afirmativamente con voz entrecortada, y ella me dice, que como es que no he seguido, hasta la próxima playa, Abc, donde hay unos cuantos hoteles. Le contesto, que me ha costado media vida llegar a Monkey Bay, que no se me ha ocurrido en absoluto seguir. Se desternilla, y me comenta, que he hecho el peor tramo de todos, que desde allí al resto de las playas es todo llano, y el sendero se puede distinguir perfectamente. También, me dice que cómo se me ocurre, irme por la selva, con un bañador, y unas sandalias, a lo que le contesto, que justamente he pensado eso mismo, cuando ya estaba casi a la mitad del camino de ida.

Enfadado conmigo mismo, por lo tonto que he sido hoy, decido recuperarme en las cristalinas aguas de la playa, y dejarme mecer por el contoneo de las olas el resto del día.

Cuando el sol comienza a bajar, marcho hasta mi hotel, y me encuentro de nuevo a Rai, que al verme no cesa de reírse de mí, ante mi simulado enfado.

Le pregunto que si al día siguiente al ser sábado, espera mas gente en la isla, a lo que ella me contesta que no, que ella misma sólo tiene su tienda abierta, porque está haciendo limpieza. Que estará cerrada por dos meses, ya que es temporada baja, que por la mañana marcha a Mersing, para asistir a una boda, de una isleña, que se casa en Mersing, preguntándome a continuación, si me gustaría asistir a ella.

Ante la sorpresa de Rai, y sin pensarlo dos veces, digo por supuesto, me acabas de alegrar el día, después de lo malo que ha sido.

Comprometida con la situación, me emplaza para estar al día siguiente en el muelle a las ocho y media de la mañana.

Marcho a cenar, y al haber tan poca gente en la isla, nos acabamos juntando todos en la tienda del duty fry, chismoseando todos los artículos.

Conozco a Nicola, Harry, a su mujer Mary, y también a Sara, un medico viajero italiano, un matrimonio londinense, y una mujer malaya, que esta de vacaciones.

Al final hacemos todos un botellón, libre de impuestos, a excepción de la malaya que es musulmana, y abrimos una tertulia que se extiende hasta la madrugada.

A las ocho y media me encuentro en el embarcadero, ante la mirada atónita de Rai, que no sale de su asombro, de que me haya invitado ella a la boda, y de que yo aceptara su invitación, esto me lo confirma posteriormente entre risas, en la charla que tenemos en el ferri camino a Mersing.

 

A POR EL NOVIO

Llegamos a casa de Rai en Mersing, y me presenta a sus dos hijos, y a su hermano, se cambia, y me indica que vamos a comprar un regalo para la novia que es la hermana de su mejor amiga.

Vamos a unos almacenes, junto con sus hijos, y escoge un juego de vasos, que insisto yo en pagar, 6 euros.

Posteriormente, llegamos a la boda, que se hace en una casa, en esta ocasión en la del hermano de la novia.

Rai me hace entrar en el interior, y me lleva a una habitación, donde unas mujeres cuidan de los niños . Mientras, los padres y demás adultos, se encuentran en unas carpas instaladas en el jardín, que es donde se celebra el convite de la boda y una banda  ameniza con música tradicional malaya.

Deja el regalo envuelto en una habitación, y me indica, que allí deja todo el mundo su regalo, junto con una tarjeta, y que luego al día siguiente los novios, abren los regalos ya que es de mala educación en Malasia, abrir un regalo delante del que te lo hace.

Me lleva al jardín, y me pone en la fila, para comer, son platos únicos, arroz, pollo en salsa, ternera, y de beber agua de rosas con colorante rojo, de postre una especie de gachas de arroz.

Comemos en compañía de sus hijos y de su mejor amiga, a la que me presenta, y lo hacemos como es normal en Malasia, con la mano derecha y sin cubiertos, algo difícil para mí que no estoy acostumbrado, y mucho más cuando se trata de platos que llevan arroz. Posteriormente, me presentan a un sin fin de gente, todos isleños de Tioman, todos encantadores, y todos con la sonrisa abierta de par en par, que no hacen nada más que indicarme que me sirva más comida.

Después de comer marchamos a una casa que se encuentra justo en la otra parte de la manzana, y Rai y su amiga, me comenta, que es donde se encuentra el novio, ya que al ser  de fuera de la ciudad,  unos vecinos le han dejado su casa, para que salga desde allí a buscar a la novia.

Cuando veo al novio, y éste, extrañado,  me ve a mi, nos saludamos, y me dice que está encantado de que asista a su boda, que soy en único extranjero que esta allí, y eso que trabajo en una oficina de inmigración, me dice bromeando.

Viste un traje tradicional malayo, y va en compañía de sus amigos, que portan cestos con diferentes regalos para la novia. Marcha por la calle, seguido por un séquito de personas, y bajo un paraguas suntuoso que le protege tanto de la lluvia como del sol.

 

DANZAS NUPCIALES

Llegamos a la casa, y el novio, espera en la entrada a que la novia salga a recibirlo, cuando lo hace, la banda de música, toca con más alegría.

La novia sale vestida con un traje tradicional, y acompañada de la que en teoría es su mejor amiga, y ésta le tapa la cara con un abanico, para que el novio aún no la pueda ver.

Éste, hace que pasen todos sus amigos que portan las cestas con regalos, y entonces salen también las amigas de la novia con los regalos para el novio.

Me entero posteriormente, que los regalos acompañan a los novios vayan a donde vayan.

Se sientan los dos, y comienza algo realmente curioso para mí.

Todos los invitados hacen un corro alrededor de los novios, y la música  empieza a animarse cada vez más, saliendo de entre la los músicos,  unas personas, que se disponen en el centro, justo en frente de los novios, y comienzan a hacer una danza.

Rouslan, que es uno de los fotógrafos de la boda, y con el que he hecho amistad, me comentan que son danzas tradicionales malayas, que se hacen especiales para la boda, que son muy antiguas, y que es una costumbre entre el pueblo malayo.

Quedo sorprendido, lo primero porque la danza, lejos de parecer amigable, por los gestos de la cara de los que la realizan, y el cuerpo en total tensión, parecen amenazantes, pero no dejan de ser muy impactante  la mirada que constantemente echan a los novios.

Luego también, porque no utilizan ningún traje tradicional, sino que van en vaqueros, y en su cabeza llevan un pañuelo y en la cintura una cinta a juego, pero no todos, e incluso uno de ellos, lleva unos guantes de boxeo.

Posteriormente me explican, que cada uno de ellos, danza de una manera diferente, y que le desea una suerte distinta en la vida que comienzan juntos.

Finalizadas las danzas, todos los invitados, y familiares, hacen sesión fotográfica junto con los novios, que se sientan en unos suntuosos sillones especiales para la ocasión, incluido un servidor.

 

SEGUNDA BODA Y SESION FOTOGRÁFICA

Posteriormente, los novios comen, junto con los familiares, y un servidor, junto con Rai y su amiga, marchamos a casa de una vecina, donde me explican que debemos de asistir a otra boda que es de un vecino, y tienen compromiso de presencia.

Entramos en otra carpa, y me reciben los familiares de los novios, encantado de que también asista a la fiesta y me hacen que me siente, y coma de nuevo, en esta ocasión, son los mismos platos en que en la anterior, pero además un pescado seco salado, que hace mis delicias.

Posteriormente, me presentan a los novios, y me insisten en que haga fotos de los invitados, de los novios, y del lugar de honor donde se sientan los novios, para la sesión fotográfica, para que lo tenga de recuerdo.

Vuelvo de nuevo a la primera boda, y veo como los novios se han cambiado de ropa, y están a punto de marcharse, cuando me miran, y me hacen señas, para que me suba en uno de los coches que van con ellos, y los siga.

Me quedo extrañado y le pregunto a Rai, qué significa esto, ella me contesta que tengo mucha suerte, que los novios insisten para que los acompañe a la sesión de fotos, donde solo van los mejores amigos, que ella se queda con su amiga, y que me espera allí.

Abrumado, recorremos Mersing, y llegamos a una playa, donde Rouslan, hace todo tipo de fotos, propicias para un evento similar.

Luego cuando hacen las fotos de todos juntos, me indican que me ponga con todos, a lo que accedo con gratitud.

A la vuelta paramos en un chiringuito y tomamos un café, entre risas y anécdotas de la boda, todo con una de las mejores compañías que se puede pedir unos nuevos amigos.

Cuando llegamos de nuevo a la casa, todos están recogiendo, y me supongo que la fiesta ha terminado, Rai me indica que nada de eso, que ahora viene el baile, que me tengo que cambiar de ropa. Me lleva al hotel, para que me asee, y una hora más tarde me vuelve a recoger, para llevarme de nuevo al lugar.

Veo como la mayoría de chicas que llevaban pañuelo en la boda, ahora carecen de él, y bailan todos animadamente.

Le pregunto a Rai, si no es obligatorio el pañuelo en la celebraciones, ella extrañada, me contesta que en absoluto, que cada uno se lo pone tal y como se sienta, que todos son libres de hacerlo, y que nadie le va a decir nada.

El baile dura hasta altas horas de la mañana, donde me hacen que baile en varias ocasiones, siendo imposible que mis ruegos sean escuchados para no hacerlo.

Lo mas extraño de todo, es que ha sido una fiesta donde no ha habido alcohol, por lo que tampoco ha habido brindis, pero donde todo el mundo se ha divertido y lo ha pasado en grande.

 

AGRADECIENDO Y SUMERGIÉNDOME EN EL PARAÍSO

Por la mañana, despierto, cuando  es imposible regresar a Tioman, ya que el último ferry ha salido, y debo de quedarme un día más en Mersing.

Paso el día deambulando por las calles, y dejando las horas pasar, hasta que la noche cae, y llamo a Rai, para agradecerle el que me haya invitado a la boda, ella me creía ya en la isla, y entonces decide llevarme junto con otras dos amigas a cenar a un lugar cercano de Mersing.

En la cena, me comenta, que se ha alegrado mucho de que fuera a la boda, que se divirtió mucho, viendo como una y otra vez me arrastraban a la pista de baile ante mis negativas.

Me pregunta, si tengo pensado al día siguiente regresar a Tioman, asiento, y ella me indica los lugares cercanos a Salang, donde debo de hacer Snorkel, también me comenta, que si quiero unas aletas, que ella llamará al encargado del hotel, con quien tiene amistad, para que me de unas gratis, en los días que esté en la isla.

Me despido de Rai y sus dos amigas, y la emplazo para cuando regrese, despedirme de ella.

Por la mañana cojo el último ferry que sale a Tioman, a las 11 de la mañana, llegando a la hora de comer.

Me dirijo posteriormente a mi antiguo hotel, y hago lo que me aconsejo Rai, recojo las aletas, y me sumerjo en las cristalinas aguas de Tioman.

Contemplo de nuevo la vida acuática y me dejo guiar por los peces, hasta los corales, para posteriormente, dar vueltas por islotes que parecen estar sacados de postales paradisíacas.

Antes de la cena, doy una vuelta por Salang, y veo como el lugar cuenta ahora con aún menos turistas de los que tenia el día que llegué por primera vez, y contemplo alguna estampa curiosa.

Posteriormente, hago alguna foto del precioso atardecer que se puede contemplar desde el lado más al norte de Salang, con vistas al embarcadero.

Veo como cuando cae la noche, que murciélagos del tamaño de pollos, copan el cielo, y revolotean buscando fruta en los árboles.

Por la mañana, el tiempo, ha dejado a un lado la tregua que me tenía prometida, y no deja de llover en todo el día.

Hago tareas domésticas, de colada, de difícil secado, y dejo que las horas pasen tranquilamente, detrás de un te Tarik, con el juego de cartas y dominó de los pescadores como acompañantes.

 

DUDA EXISTENCIAL

Voy al muelle, a intentar comprender los escasos comentarios que hacen los lugareños entre ellos, cuando están concentrados en que los peces hagan caso de los tramposos manjares que les ofrecen.

Comienzo a pensar, por qué no quedarme en la isla hasta que la temporada baja finalice, o mejor aun un par de vidas, intentando aprender el oficio perdido de la calma, y el arte de saberse encontrar a uno mismo.

Mi imaginación comienza a volar por como podría ser mi vida en este lugar donde lo más novedoso que puede ocurrir en un día normal, es adivinar el cargamento o la cantidad de gente que transporta el ferry diario.

Comienzo a volar, y a pensar, en que dirían mis familiares y amigos, si les digo que paro, que aquí me quedo, seguramente, nada mucho peor que cuando les dije que ya no me quedaba allí.

Comienzo a volar, por los lugares y escondites secretos que estoy seguro que aún debe de tener este lugar, sólo velado a los que viven en el.

Vuelo por momentos de mi vida, en los que me imagino recibiendo en el muelle a amigos y familiares que viene de visita al paraíso por unos días, mientras yo continúo en él.

Cuando ya vuelo alto, mi principal decreto me hace aterrizar, “El camino debe de continuar, aun me quedan muchos lugares por ver y saborear”.

A la mañana siguiente regreso a Mersing, continúo camino hacia el norte, esta vez mi mente sólo la ocupa Taman Negara, el parque nacional más famoso de la península Malaya.

Malasia (II)

NOTA DEL ADMINISTRADOR: Debido a un fallo en el antiguo servidor de imágenes habrá paginas en las que no se vean estas en su párrafo correspondiente, y ya que volverlas a poner todas en su sitio llevaría muchísimo tiempo se ha insertado al final de cada crónica un vídeo para poder verlas.

Cuando ya pensaba en marcharme de Malaca, conozco a Erina, justo en la noche en la que estoy mandando mis crónicas.

Ella que trabaja como guía turística, ha venido a Malaca, para hacer un curso sobre la historia de la ciudad, para posteriormente utilizar lo que aprende en su trabajo.

Entabla conversación conmigo, y me emplaza para al día siguiente antes de marchar ir a desayunar juntos.

Por la mañana, me lleva a un lugar donde sólo van a desayunar malayos de etnia china.

 

DESAYUNO CON REVERENCIA

Desayunamos arroz, verdura, y huevo duro muy salado y con picante.

Posteriormente, me lleva a uno de los templos Taoista de la ciudad, y me comenta algún detalle de estos que desconocía. Como el por qué la puerta de entrada se encuentra a una determinada altura, por la que hace que se tenga que levantar demasiado la pierna para atravesarla. De este modo, todo el mundo, al dejar caer el pie al otro lado, debe de mirar al suelo instintivamente, para ver donde pone el pie, al hacerlo inclina su cabeza a modo de reverencia, que es el sentido que tiene todo esto.

Pues me hace un recorrido muy instructivo, y al final cuando me dice si tengo que marchar, le digo que estoy libre, que puedo quedarme un día más.

Me comenta que ha quedado con dos amigas, otra compañera de trabajo, para planificar el recorrido, y una periodista interesada en la historia de las casas antiguas de la ciudad, ofreciéndome el acompañarlas. Muy encantado con la propuesta, decido quedarme otro día en esta maravillosa ciudad.

Recorremos toda la ciudad, donde me cuentan los significados que tienen los símbolos de cada casa, la historia de la ciudad y sus calles.

En el almuerzo, comemos comida típica de la zona, brotes de soja hechos tortillas, y nudels curry.

 

CHAMBAO CON MONZÓN

Por la tarde, nos acercamos a ver varias casas, donde contemplo la gran diferencia, entre las casas señoriales, y las de los trabajadores.

Cuando la jornada llega a su fin, nos reunimos todos en el hotel, y Erina, me hace un croquis de los lugares más interesantes que debo de visitar de su país. Posteriormente nos despedimos todos, intercambiamos emails, y le prometo a la periodista, que si regreso a Malaca, me pondré en contacto con ella. A Erina, que cuando llegue a Kuala Lumpur, comeremos un día juntos.

Marcho a cenar, y como despedida de mi último día en la ciudad, decido comer ranas, muy deliciosas, y del tamaño de mis manos juntas.

A la mañana siguiente, despierto a la hora en que las farolas, finalizan su jornada laboral. Cargo mi mochila en la moto, conecto mi mp3, y Chambao me pide que me deje llevar por mis sensaciones. Recorro las calles impertérritas al tiempo del barrio antiguo de la ciudad, que están mojadas, por la visita nocturna del monzón. Los comercios están cerrados, las calles ausentes de vida, y el silencio que se hace en todas los rincones, es solo roto por el sonido de mi moto al pasar. La oscuridad, se ha despedido ya, cuando paso por el barrio de pescadores de Jalan Portugis. Miro de refilón, a los bares, y veo que los pescadores ya se encuentran desayunando whisky. Abandono la ciudad, y comienzo a adentrarme en campos de cultivo, donde en esta ocasión, las plantaciones de palmeras, riñen con las de piña, muy famosa en la zona por la que paso.

 

EN EL GIGANTESCO COMPLEJO

Así, llego después de una jornada de 220 km. donde sólo paro a echar gasolina, a Johor Bahru, que con cerca de un millón de habitantes, es la segunda ciudad más grande del país.

Johor Bahru fue fundada en 1855, cuando el gobernante soberano de Johor, Temenggong Daing Ibrahim, estableció su sede administrativa allí. Entonces era conocido como Puteri Tanjung, y era un pequeño pueblo de pescadores malayos.

Poco a poco, fue emergiendo, y debido a su situación, justo en la frontera con Singapur, experimentó un crecimiento económico, ya que la mayoría de empresas de electrónica del mundo, tienen representación en esta ciudad. En diciembre de 2008, finalizo la construcción del sultán Iskandar Aduanas, el edificio de inmigración y cuarentena. Un gigantesco complejo, que hace las veces de aduana, y que a través de una carretera, sobre el mar, y un pasadizo para los viandantes de unos 600 metros, conecta la ciudad, con Singapur.

Me dirijo instintivamente al barrio más antiguo de la ciudad, que se encuentra justo al lado de edificio Sultán Iskandar, que además es el centro financiero de la ciudad.

No tardo en comprobar que los hoteles, son caros en relación con el resto del país, a excepción de Kuala Lumpur, por lo que con mi moto, recorro la ciudad, hasta llegar a un hotel, que se encuentra justo en frente de un centro comercial. No es muy barato, pero sin duda es muy limpio, en comparación con los demás que he visto. Además, no tengo pensado quedarme en la ciudad más de un día, por lo que a mí me vale.

Paso la tarde en un ciber, poniendo al día mi crónica, y contestando emails, sin demasiadas ganas de salir, ya que porto conmigo el regalo de cumpleaños que me ha dado el monzón, un hermoso resfriado.

 

IMPRESIONANTE PUENTE Y CIUDAD

Por la mañana, salgo del hotel con la intención de hacer en toda la mañana, las fotografías y la visita, a los lugares más interesantes de la ciudad, para luego marchar.

Empiezo primero, por lo que me llama la atención, la frontera con Singapur, y el enorme puente que enlaza un país con otro.

 Posteriormente con la visita a otras partes de la ciudad, comienzo a ver entonces una ciudad interesante, con lugares como la mezquita Sultán Abu Bakar. Situada en lo alto de una colina y con vistas al estrecho de Johor, esta mezquita,  tardó ocho años en ser construida (1.892-1.900). Cuenta con cuatro minaretes que se asemejan a las torres de un reloj británico. Fue inaugurada por el entonces sultán Ibrahim. Está hecha de mármol blanco y es una combinación de arquitectura morisca y victoriana, puede alojar a 2.000 fieles. Está prohibida la entrada a los no musulmanes, algo absurdo pero respetable a mi entender.

Museo del Palacio Real Sultán Abu Bakar, que se encuentra actualmente cerrado por reformas hasta febrero de 2012.

El complejo del palacio se completó por primera vez en 1866, pero ha sido ampliado y renovado varias veces desde entonces. Fue construido en estilo neoclásico por los artesanos locales bajo la supervisión de un arquitecto europeo.

Los muebles originales del palacio se hicieron en Inglaterra, ordenado por el Sultán Abu Bakar, en 1866.  El museo está ubicado en dos de los tres edificios blancos, todos con techos de teja azul.

El edificio Sultán Ibrahim, construido en 1940, este edificio de ladrillo gris se encuentra en la cima de Bukit Timbalan. Alberga la Secretaría de Estado, la oficina del Besar Menteri (el primer ministro).

 

CENTRO COMERCIAL CON ADUANA

Dataran Bandaraya Johor Bahru es la plaza de la ciudad (que no debe confundirse con el centro comercial Plaza de la Ciudad en el corazón del centro de la ciudad). Se construyó cuando Johor Bahru obtuvo el estatus de ciudad en enero de 1994. Un edificio de color amarillo con una gigantesca torre, reloj amarillo construido está en el borde norte de la plaza. Está rodeado por dos campos deportivos en el lado sur y tres canchas deportivas en el lado oeste. Muchos eventos al aire libre se celebran aquí.

Paseando por la ciudad, llego a un centro comercial, realmente curioso, se llama Zon. En un primer momento, al viajero no le suscita especial interés, ya que no se diferencia demasiado de los demás centros comerciales, excepto por un detalle, tiene su propia aduana.

Converso con un policía que se encuentra en la misma, y me explica, que este centro comercial, es zona libre de impuestos, para el tabaco, chocolate, y alcohol, y que la mayoría de personas que compran allí, no compran los productos, para consumirlos en Malasia, sino que en el centro comercial, es también de donde salen los ferris para Indonesia.

Cuando le pregunto, porque no compran allí los malayos, me dice con una gran sonrisa de oreja a oreja, porque estamos nosotros aquí, y nos encargamos que hasta una pequeña botella de cerveza, pague las tasas debidas.

 

EN EXCLUSIVO AUDI

Marcho de allí, y en el camino de regreso al hotel, me acuerdo que en Malaca, conocí a un malayo de etnia china, y a su mujer, que me indicaron que cuando estuviera en Johor, me pusiera en contacto con ellos. Me dio una tarjeta suya, de su empresa, que me suscitó curiosidad, ya que llevaba impresa su fotografía. Solo he visto este detalle con anterioridad, cuando el dueño del puticlub “Americano”, ubicado en León, que me presentó mi amigo Viril, me dio también su tarjeta, en la que llevaba impresa su fotografía.

Me debato entre llamarlo, y tener que pasar otro día más en la ciudad, o pasar de todo, y continuar camino. Miro de nuevo su foto, sonrío acordándome del detalle anteriormente mencionado, y opto por la primera opción, lo llamo por teléfono.

Quedamos a las siete y media de la tarde en mi hotel.

Cuando me recoge, me percato que no es una persona de clase humilde, ya que viene en su flamante Audi A4, de alta gama (en este país, el precio de los vehículos europeos, se incrementa al doble, por los impuestos del gobierno). Viene acompañado de su hijo, y su mujer, que automáticamente, pasa a los asientos traseros. Alvin Awn, que así se llama mi anfitrión, es dueño de una cadena de tiendas de aire acondicionado para coches. Me hace un recorrido por todas las tiendas que posee, y me explica muy orgulloso su trabajo, y me lleva a su oficina para que la vea. Mientras, al preguntarle por su coche, me comenta, que es el primer Audi, que se ha vendido en su país, y que se lo trajeron expresamente a él, importado de Alemania.

 

CONCERTANDO UN REENCUENTRO

Posteriormente, me indica que a dónde me gustaría ir a comer, y le contesto que a dónde él prefiera, que a mí, la comida malaya me encanta. Sonríe complacido, y comenzamos una conversación los tres, sobre las diferencias de su país y el mío, mientras el vehículo, va recorriendo toda el área metropolitana de Johor, y sale al extrarradio.

Paramos en un lugar, donde los restaurantes al aire libre, ya anuncian pescado y marisco.

Nos sentamos en una estupenda terraza nada ostentosa, con vistas a Singapur.

Comemos un magnífico pescado a la barbacoa, con salsa, y plato de arroz al coco con pollo.

No me deja que pague, por lo que lo emplazo a que debo de saldar mi deuda con él, delante de unas cervezas.

En un intento infructuoso de zafarse de su mujer y su hijo, a regañadientes, al final llegamos a una terraza, donde nos tomamos unas cervezas. Ambos me emplazan para que cuando vuelva a Johor Bahru, para ir a Singapur, los llame, y ellos me llevaran hasta este país, para que no tenga que hacer gasto, y podamos disfrutar de nuevo de una estupenda cena.

Me despido de Alvin con un abrazo, y le prometo, que a mi regreso junto con Maruxiña, me pondré en contacto con él.

 

CARAS CATARATAS-AQUAPARK

Por la mañana, salgo de Johor Bahru, con destino Kota Tinggi, situada a 40 kilómetros al noroeste, y por el único motivo que me lo recomendó Erina.

Llego a la localidad, y después de buscar hotel, y ducharme, salgo a buscar lo único interesante del lugar, aparte de las luciérnagas que hay en la noche, unas cascadas.

Se encuentran 14 kilómetros al norte de la ciudad, y cuando llego al recinto, ya de entrada, me extraña que el acceso ya valga 2,5 euros, para mi parecer caro.

Cuando entro, me doy cuenta que las cascadas las han convertido en algo parecido a un aquapark, donde las familias disfrutan de su tiempo libre. Es una imagen cuando menos curiosa, el ver a los malayos, chinos, con sus delgada piernas, musulmanes, con las mujeres totalmente vestidas, e hindúes en calzoncillos, metidos todos juntos en el agua.

Cuando salgo de allí, y me dirijo al pueblo, en el camino veo anunciado un resort, de nombre Rainforest. Me meto por el camino que va a dar a éste, y llego a un estupendo hotel de madera junto a un pequeño lago, y entre la selva. Me bajo de la moto, y decido preguntar el precio, más por curiosidad que por la intención de quedarme allí, ya que me supongo que el precio, es mayor de los 10 euros que pago en mi hotel.

 

PASEO CON SANGUIJUELAS

Me dice el recepcionista que 52, 5 euros, y añade por supuesto el desayuno incluido. Le doy las gracias por la información, y cuando voy a subir de nuevo a mi moto, me encuentro a uno de los trabajadores, mirando escéptico la matrícula.

-¿De Penang es esta moto?,

Asiento, y comienza a ametrallarme con preguntas, sobre mi viaje, y a reírse una y otra vez con las vicisitudes de todo mi periplo no solo en Malasia, sino desde que salí de España.

Se llama Rahmat, es de origen aborigen, y musulmán, trabaja como guía en la jungla para el hotel, llevando a hacer tracking a los huéspedes.

Marcho del hotel, habiendo sido invitado por Rahmat para a la mañana siguiente salir con él de caminata, y totalmente gratis.

Por la mañana, a las nueve y media, estoy de nuevo en el hotel, y Rahmat y su compañero, me saludan me entregan una botella de agua, y me indican que le siga muy cerca, ya que se distanciará del grupo, para darme primero a mí las explicaciones en inglés, y luego a ellos en malayo.

Cuando miro al grupo, veo que está compuesto como por jugadores del Monopoli, es decir de 6 a 80 años, por lo que me pienso que la caminata no será muy dura.

Rahmat, que ya me había contado sus experiencias como guía, los numerosos cursos que tenía, e incluso me enseñó la cicatriz de su pierna hecha por cortesía de un cocodrilo, va explicando a lo largo del camino, qué es cada planta, y para qué sirve.

Cuando llegamos a la mitad, me indica que paremos y que esperemos al resto del grupo, que nos vamos a reír.

Cuando llegan todos, hace que todos se miren a sus pies, y los examinen, de pronto empiezan a dar botes viendo que en sus piernas hay sanguijuelas, yo me temo lo peor, ya que solo he venido provisto de sandalias, pero cuando miro, veo que no soy del agrado de estos animalitos, ya que no tengo ninguna.

 

DE NUEVO EN EL MAR DE CHINA

Con repelente de insectos nuestro guía sonriendo va sacando uno a uno a estos bichillos, que cuando caen al suelo, se quedan mirando al cielo, esperando a que pase una nueva víctima la que chupar su sangre.

Continuamos camino, hasta llegar por fin de Nuevo al hotel, todos sudados, después de más de tres horas de caminata por la jungla. Los niños han llegado bien, pero los que son mayores, llegan reventados, y se tiran al suelo, diciendo que no salen de la piscina en todo el día.

Yo por mi parte, me despido de mi amigo Rahmat, y marcho a recoger mis cosas del hotel, ya que la hora de salida es a las dos, para aprovechar el día, y continuar camino en moto.

Llego a Kg. Sg. Rengit, sobre las tres de la tarde, veo de nuevo el Mar de China. Después de una procesión de resorts por todo el camino de la costa, donde lo más barato, y el lugar más malo  en todos los sentidos, vale 20 euros una habitación. Me hospedo en un hotel, regentado por personas de etnia china, muy limpio, y en el centro del pueblo, por 10 euros, habitación limpia y espaciosa.

Después de la pertinente ducha, salgo a dar una vuelta por los alrededores, y en primer lugar me dirijo a Kg. Pengorang, pensando que es un pueblo cercano. Nada de eso, es donde se cogen los únicos ferris, que van a la capital de Singapur, por 2,5 euros, si van más de 10 pasajeros.

Ante lo insulso del lugar, regreso por la costa, viendo los enormes petroleros que circulan en masa por la cercanía del cabo, y driblan las numerosas plataformas petrolíferas que hay en la zona.

 

Y DE NUEVO CON EL LUJO

Cojo una carretera, que en teoría va a dar a una pequeña aldea, donde solo hay paz y silencio, en medio de unas plantaciones de palmeras, continuo por el camino, hasta que me quedo anonadado, cuando me topo con un resort de lujo. Está vacío, y todo está lleno de residencias lujosas, que dan a un puerto deportivo, donde hay catamaranes, y otros barcos, además como no podía ser de otro modo, tiene campo de golf.

Entro en el lugar, y el conserje hace venir enseguida al gerente, el cual me pregunta que hago allí, y yo sin darle tiempo a reaccionar, le pregunto por el resort, los barcos, y las casas. Este muy amablemente me dice que son de propietarios que viven en Singapur, pero que como allí no tienen demasiado espacio, tienen esta residencia para las vacaciones y fines de semana, también me invita a ver el puerto, y el resto de las instalaciones. Cuando vuelve otra vez a la carga y me pregunta como he podido entrar allí, le digo que voy recorriendo el país, en mi moto, y he acabado allí de casualidad.

No deja de mirar mi indumentaria, y mi moto de refilón, pensando que estoy de broma, ya que me pregunta si la moto la he traído allí en barco o en camión. Me despido de él cortésmente, antes de que intente venderme algún amarre o casa, o me eche de allí el servicio de seguridad.

 

ADIOS BAÑO

Regreso al pueblo, donde paso la tarde conversando con los jugadores de un billar, y haciendo bromas continuamente con ellos.

A la mañana siguiente, me levanto con la intención de pasar el día en la playa,  pero al despertar, compruebo a través de la ventana de mi habitación, que está lloviendo, por lo que en un primer momento mis propósitos se desvanecen.

Marcho a desayunar, y me tomo el día aún con más calma de lo habitual. Tomo un Te Tarik, y me quedo embelesado, viendo trabajar al cocinero del local, preparando los Roti Talor (masa de pan, que se hace a la plancha, y es el desayuno tradicional malayo), de diferentes maneras, con huevo, con queso, cebolla… etc. Luego sumerjo mi roti talor en la salsa de curry, que me ponen junto a éste, y dejo pasar el rato, mientras la lluvia no cesa.

Por fin decido aprovechar el día, y marcho a ver los grandes buques pasar por el cabo, y sortear las plantas petrolíferas, hasta que me canso, y decido regresar al pueblo, para en el ciber café local, pasar un día de cine, viendo películas atrasadas.

 

INTERCAMBIO SOCIO-CULTURAL

Por la noche, cuando salgo del ciber, me encuentro a un grupo de chicos locales, que me dan conversación, y me siento con ellos, curioseando, sobre qué hacen con el tiempo ocioso la juventud de un pequeño pueblo.

Me comentan, que los fines de semana, salen a Johor Bahru, a 100 km. donde se encuentra la oferta de pubs y discotecas más cercanos, y entre la semana, lo pasan en el ciber, o marchan a pescar y a charlar,  mientras lo hacen.

Les pregunto, si hacen botellón, y extrañados, me preguntan qué es eso, cuando le comento la forma que tienen los chicos españoles de pasar los ratos ociosos, se  quedan sorprendidos, y no llegan a comprenderlo, pero aún más extrañados, cuando les cuento que normalmente además fuman porros.

La cara de incredulidad, es patente en sus rostros, y me preguntan que por qué hacen eso, si es muy malo para la salud, a lo que les contesto, que por qué fuman ellos tabaco, si también lo es.

Me comentan que el tabaco mata, de acuerdo, pero que no te deja ni tonto ni loco, contesto, que de que te sirve estar muerto sin ser tonto o loco.

Ríen todos, y me dicen, que en Malasia, el alcohol es caro, como para permitírselo, ya que con lo que vale una lata de cerveza, pueden estar dos horas en internet, y que si la policía te pilla con un porro, la primera vez vas a la cárcel una semana, donde recibes un curso sobre los daños que causan las drogas, y si te pillan una segunda vez, vas a la cárcel por dos años. Cuando le pregunto qué le hacen al que vende, automáticamente me contestan, la muerte.

 

RELACIONES Y TRABAJO

Continuamos en conversaciones, esta vez cambiando el tema, y refiriéndonos a las relaciones entre chicos y chicas. Estas, no tienen demasiado que detallar, ya que no se diferencian mucho a las de nuestro país, a excepción, de que un chico y una chica deben de estar casados antes de los 27 años, ya que su familia presiona duramente para que lo hagan. Hacer cualquier otra cosa a este respecto, sería ilógico, ya que la finalidad de estar juntos es tener niños. Es por eso, que es muy importante, en cuanto se acaban los estudios, en menos de un par de meses, hay que tener trabajo, “sea de lo que sea “, inquieren, ya que hay que casarse, y tener una  casa e hijos cuanto antes.

Marcho a dormir, pensando que a más de un padre de nuestro país, le hubiera gustado educar a sus hijos en una cultura como la malaya.

Por la mañana haciendo buen tiempo, decido, explorar la costa, y después del desayuno diario malayo, cojo mi moto, y marcho del pueblo.

Y tal y como si de la misma vida fuera, exploro angostos caminos, que conducen a misteriosos lugares, paso por playas desiertas, indultadas parcialmente por el acoso inmobiliario.

 

BUSCANDO EL BRONCEADO INTEGRAL

Pero lo que más desconcertado me deja, es que caminos con destino a  ninguna parte, se encuentran asfaltados, aunque de continua batalla con la naturaleza que les gana terreno a cada día que pasa. Haciendo de esta guisa, que lo que en un principio he tomado por bueno, acabe en ningún lugar, teniendo que dar media vuelta hasta la casilla de salida.

Así, de esta manera, casi sin quererlo, llego a un emplazamiento que no tiene nada de espectacular, no es ni más bello, ni más desagradable que otros lugares en los que he estado, tan solo es una playa, donde sólo hay un pequeño puesto de refrescos, y decido pasar el día entero allí.

Tumbado en la arena, espero a que el sol, haga dos trabajos en mi cuerpo, secarme el agua salada, más lento de lo que lo hace, y atenuar los dos colores que tiene actualmente mi cuerpo, debido al viaje en moto con camiseta de manga corta que llevo haciendo desde hace casi un mes.

Escucho el sonido de las olas, el viento entre las palmeras, y de vez en cuando, los remos de un pequeño bote, que pasa cerca de la costa, fisgando en las profundidades del Mar de China, para posteriormente, extraer algún fruto de su interior.

Cuando llega la hora pactada conmigo mismo, regreso en moto al pequeño pueblo pesquero, donde navego por los confines de Internet, hasta hallar al otro lado, a mi familia y amigos.

Por la mañana, salgo del pueblo, al que con toda seguridad será difícil que vuelva, y de hacerlo encontrarlo en ese estado tan puro, donde los tres días pasados allí, han sido henchidos de paz y sosiego.

Pongo por primera vez en el viaje un rumbo distinto al que he tenido desde que salí de Penang, ahora ya solo iré dirección norte y oeste, acabo de bordear la península malaya.

Malasia (I)

NOTA DEL ADMINISTRADOR: Debido a un fallo en el antiguo servidor de imágenes habrá paginas en las que no se vean estas en su párrafo correspondiente, y ya que volverlas a poner todas en su sitio llevaría muchísimo tiempo se ha insertado al final de cada crónica un vídeo para poder verlas.

 

Decidimos quedarnos en la pequeña, en Long Beach, donde están la mayoría de Guesthouse, y la mayor oferta para hacer buceo y snorkel.

Cuando llegamos a las islas, después de 40 minutos en lancha rápida, comprobamos dos cosas:

La primera, que se depende totalmente de lancha taxi, para moverse, ya que la isla sólo tiene un camino a través de la jungla, para ir a la otra parte.

La segunda, que está preparada para el turismo, por todos los negocios que se encuentran en la playa, pero nada tiene que ver con la sobre explotación que sufren las islas de Tailandia.

También vemos que tiene un mar de aguas cristalinas, y arenas blancas, que hacen que el fondo marino, sea rico en vida, por sus peces y corales.

Hecho que hace que contratemos para el día siguiente una excursión de Snorkel, después de una peregrinación por los lugares que la ofertan, comprobando que todos tienen el mismo precio, al igual que los restaurantes.

Por la noche, damos una vuelta por los locales nocturnos de la isla, y vemos que como habíamos comprobado en nuestra anterior visita a Kuala Lumpur, la cerveza es cara en este país, pero que tiene un ron con sabor a vainilla, muy barato (3 €) la botella, que mezclándolo con zumo de piña, hacen las delicias de hasta el más abstemio.

 

EL PLACER DE BUCEAR… Y CURAR ENFERMOS

Por la mañana, salimos temprano, y cambiamos de hotel, a uno más barato, ya que en el día anterior carecía de bungalows libres. Después del desayuno, nos embarcamos junto con Henry, nuestro guía, que por su aspecto, parece el marido de Pocahontas, y este nos lleva a nadar a los lugares más maravillosos que un servidor ha buceado.

Tortugas gigantes, peces por doquier, corales, y hasta tiburones, que lejos de perseguirnos, huyen despavoridos ante nuestra presencia.

A la Vuelta, Motorman que no realizó las dos últimas inmersiones, comienza a mostrar síntomas de fiebre, y lo constatamos cuando llegamos a tierra.

Él nos tranquiliza, y nos dice que es del cansancio acumulado en estos días, que lo que necesita es descansar.

Por la tarde, la fiebre no ha bajado, por lo que cogemos una lancha taxi, y nos acercamos al otro lado de la isla donde en teoría hay  un médico. Cuando llegamos, el ambulatorio está vacío, y nadie responde a nuestras llamadas. Aun más preocupados, regresamos, y le administro un paracetamol, haciendo que la fiebre baje algo, y esperando a que al día siguiente se encuentre mejor.

Por la mañana, la fiebre ha bajado, pero no del todo, Motorman, rehúsa a que dejemos la isla, e ir al hospital. A través de internet, y por los síntomas que tiene, creemos que es una insolación, producida por la desprotección del día anterior, ya que él siempre lleva sombrero, y en esta ocasión  lo dejo en el hotel.

Lo dejamos en cama, y a un servidor, sólo le retumba en su memoria las palabras del padre de Motorman, que siempre me ha pedido que lo cuide.

Por la tarde, la fiebre ha aumentado, y no hago más que ponerle paños fríos en la cabeza, y llevarle bebidas frías, para que se hidrate, no puedo administrarle ningún medicamento, ya que se desaconseja en el tratamiento para la insolación.

Cuando me voy a la cama, pienso para mi, que a la mañana siguiente, quiera o no, si la fiebre continua, lo llevo aunque sea a rastras al hospital.

Por la mañana, la fiebre ha marchado, y la cara de Motorman, ya sonríe, aliviados todos, tomamos nuestro último día con calma en la isla, y decidimos no salir del hotel.

Pero por la noche, Motorman, ya recuperado perfectamente, decide salir en compañía de unos españoles que están en el hotel, yo por mi parte decido quedarme en compañía de Maruxiña, que no se encuentra bien, y comienza a tener un poco de fiebre.

EN LOS 80.000 RESTAURANTES

Por la mañana salimos de la isla, teniendo Maruxiña fiebre, y decidiendo nada más llegar a tierra, ir al hospital.

Yo por mi parte me debato entre irme a Tailandia o no ese mismo día, ya que tengo reservado un vuelo desde el sur a Bangkok para el día siguiente, para finalizar mi tratamiento con el dentista, algo ineludible, ya que lo tengo pagado, y perdería todo el dinero.

Nada más llegar cogemos un taxi, y derechos al hospital más cercano. Cuando Maruxiña sale, y después de haberle administrado medicamentos,  me tranquiliza, y me dice que me vaya para Tailandia, dejándola en manos de Motorman.

Regreso  Kuala Lumpur cuatro días después de haber dejado a Maruxiña, que me dice que está mejor, y la espero en la ciudad a que llegue con nuestro amigo.

Es en el hotel en el que nos alojamos la primera visita a esta ciudad, donde conozco a Adai, un chico de Kazakhstan, con el que entablo amistad al momento, y esperamos la venida de Maruxiña y Motorman.

Al día siguiente recojo a los dos del aeropuerto, y compruebo que Maruxiña, aunque se encuentra mejor, no está totalmente recuperada, por lo que en los dos días posteriores, los últimos en compañía de Motorman, la obligamos a que permanezca en semi reposo.

Cuando Motorman, marcha, nosotros decidimos viajar al noroeste, a Penang, una isla, y allí, alquilar una casa, por varios motivos, el primero, para parar de viajar, ya que llevamos un fuerte ritmo, y debemos de descansar. La segunda, para tener oportunidad, de aprender a cocinar, ya que Penang es la meca de la cocina de Asia, pues en ella viven malayos musulmanes, chinos, indios, y aborígenes. Cada uno de ellos con su propia cultura, religión, y gastronomía. Además Geogetown, la capital, cuenta con 80 mil restaurantes, casi un tercio de su población, muchos de ellos abiertos las 24 horas.

CON ADAI

De esta manera aterrizamos en el aeropuerto, y en los tres días siguientes, buscamos casa para alquilar. Encontramos una en una de las mejores zonas residenciales de la ciudad, donde todo son grandes casas, a excepción de donde vivimos nosotros, que son adosados.

Se la alquilamos por 400 €, a un hombre indio, de nombre Kuma, que es de una gran amabilidad, y para celebrarlo, nos invita a cenar ese mismo día que cerramos el trato.

Una vez limpiada, la casa, compradas las cosas necesarias, y alquilada una moto para el mes, necesaria para moverse por la isla, recibimos nuestra primera visita. Casi sin avisar, pero dando una gran alegría, en una tarde lluviosa, llaman a la puerta, y cuando abro, me encuentro con Adai.

Éste se encontraba en las islas Perhentian, y al recibir mi invitación, no se lo pensó dos veces, y vino a vernos.

Lo primero que hacemos, es marchar a alquilar una moto, y posteriormente a cenar, en un restaurante chino, en el que Maruxiña y yo, ya habíamos cenado antes, y hace los entremeses al vapor más exquisitos que hemos probado.

El día siguiente, lo pasamos visitando la ciudad, Chinatown, con sus casas coloniales, patrimonio de la humanidad. Little India, con sus tiendas, colorido, y música en la calle, que hace que el viajero se transporte por un momento a otro país.

Luego vamos de compras, ya que al día siguiente, tengo pensado levantarme temprano, para hacer salmorejo, y paella, y marchar a la playa. Cuando entro en el supermercado, me paso al menos una hora intentando decidirme por la variedad de especies, ya que hay una calle entera dedicada a ellas. Las hay de mil maneras diferentes, y todo está en otro idioma, por lo que en la mayoría debo de ir oliendo, y suponiendo lo que es cada cosa, todo un placer.

 

DUELO EN LAS COCINAS

Dicho y hecho, al día siguiente, marchamos a la playa, para pasar el día y que nuestro amigo, pueda degustar una muestra de nuestra gastronomía .

Queda encantado, y promete que al día siguiente, él será el cocinero, y nos hará un plato típico de  su país y su casa.

Por la noche, deja en adobo, chuletas de pierna de cordero, y por la mañana, comienza a cocinar.

Al degustarlas, junto con un vino de variedad shiraz, comprobamos, que además de lo buena persona e inteligente que es, lo buen cocinero.

Al día siguiente, acompaño a Adai, a la estación de bus, y lo emplazo para que nos volvamos a ver en un futuro, ya sea en el camino, o cuando regrese a España.

 

EDUCACION VIAL ORIENTAL

Un día después, recibimos la visita de Rizwain, amigo de Maruxiña a través del Facebook, y que viene a pasar unos días. Hacemos la misma rutina que con Adai, vamos en esta ocasión los tres en la moto, sin llevar casco uno, de nuestro barrio, a Chinatown, para alquilar una moto.

En un semáforo, nos para la policía, y cuando ya me temo, la lógica denuncia, los agentes, comienzan a hablarnos, y a decirnos que lo que hacemos no está bien, que podemos tener un accidente, y que uno de nosotros no lleva casco. Hacen que uno de nosotros (Maruxiña), se baje de la moto, y se ofrecen a acompañarla hasta un restaurante cercano, para que nos espere, mientras llevo a nuestro amigo a por su moto. Avergonzado, por el acto, y sin llevar receta por parte de los agentes, marchamos a por la moto, y posteriormente regreso a por Maruxiña.

Cenamos en Chinatown, y marchamos a casa, comentando incrédulos, la reacción de la policía.

Por la mañana, me acerco al aeropuerto, para recoger a Yani, la ibicenca, que va a estar un año viajando, y ha decidido honrarnos con su visita.

Pasamos el día cocinando, y Rizwan, me enseña platos indios, como la carne al yogurt, el nam, o los cuellos de pollo picantes.

 

PUERTO FRANCO

Por la mañana, marchamos todos de nuevo a visitar la isla, y a pasar el día en la playa, comiendo, bebiendo, viviendo, en unos días que siempre me ha dado por llamar de vino y rosas.

Al día siguiente, queremos ir a la isla de Langkawi, a dos horas u media en barco desde Penang, pero al levantarnos, vemos que el día está muy feo, y decidimos dejarlo para el siguiente.

Visitamos de nuevo la parte antigua de Georgetown, Little India, Chinatow, y sus alrededores, entre permisos horarios de la lluvia.

Además, aprovechamos para sacar los billetes de barco, para visitar Langkawi (17,5 € ida y vuelta), y contratar un taxi, para que nos recoja en casa.

Por la mañana vemos que el día es mucho mejor que el anterior, y vamos al puerto, y tomamos el ferry.

Llegamos a Langkawi, y allí mismo, un taxi, nos lleva a un hotel que habíamos reservado previamente.

Se encuentra muy cerca de la playa, y ya en un primer momento, comprobamos dos cosas, la primera que Langkawi, es puerto franco, por lo que el alcohol y el tabaco no tienen impuestos. Y la segunda, que es una isla llena de turistas, pero sin duda muy bella.

Por la mañana, alquilamos unas motos, y decidimos recorrer la isla, nos vamos directamente al norte, donde pasamos todo el día en una bella playa, y en su restaurante cercano, degustando platos locales, a un excelente precio.

Por la noche, al igual que el día anterior, visitamos uno de los locales que se encuentran en la playa, y ponen buena música en directo, entre piñas coladas que van y vienen.

Al día siguiente, decidimos alquilar un coche, ya que merece la pena, y de este modo, evitaremos el mojarnos, cuando el monzón nos haga su visita diaria…

Visitamos una playa del noreste, y posteriormente el funicular, que hay en la isla, donde un servidor rehúsa montarse, ya que es a mi entender, demasiado turístico, y algo que no es único en el mundo.

Posteriormente, marchamos en busca de una playa del norte, pero al llegar, vemos como los accesos están cortados por los resorts de lujo que hay en la zona, por lo que marchamos, a unas cascadas, y posteriormente a la ciudad, a pasar el resto de la tarde.

 

DE MÉDICOS Y DESPEDIDA

Por la mañana, Rizwan, marcha desde allí a Tailandia, y posteriormente nosotros marchamos de vuelta a Penang.

Al día siguiente, Yani, prosigue su camino por Malasia, y de nuevo nos quedamos solos en casa.

A los dos días, y ante la imposibilidad que la fiebre que visita a Maruxiña todos los días por una hora marche, decidimos ir al médico en Penenag. Éste al examinarla, y Maruxiña contarle sus síntomas, y que está enferma desde hace un mes, le aconseja a ella, que regrese a España, para que allí se haga más pruebas, y pueda descansar.

Maruxiña debe de adelantar su regreso a España, ya que tenía previsto regresar en Diciembre, para recuperarse, y volver el 11 de enero.

Antes de marchar, en el aeropuerto, ella me deja unas directrices a seguir en su ausencia, las que le prometo seguir al pie de la letra. Haz el cabra con la moto, metete por todos aquellos lugares, en los que conmigo no puedes, degusta este país, con la calma, y la tranquilidad que tanto te gusta, no vayas a ver a los orangutanes de pelo rojo y la Raflexia (la flor más grande del mundo) sin mí, y pórtate bien en mi ausencia, yo te prometo que el 11 de enero estaré en Kuala Lumpur.

Me emociono, cuando la veo desaparecer por los controles del aeropuerto, pero me consuela, su promesa de volver en enero, que marcha para estar mejor, y coger fuerzas, para continuar el camino.

 

EL TARAVITAZO EN ESTADO PURO

De nuevo el Taravitazo, prosigue como comenzó, en soledad, y en moto, por un país entero que descubrir.

Tres días después, abandono nuestra casa de alquiler, me despido de Kuma y su familia, que se han portado excepcionalmente con nosotros, y salgo de Penang.

Recorro el gran puente que separa la isla de Penang, con la península malaya, veo en el espejo retrovisor de mi moto, como la isla se empequeñece, mientras en mis cascos suena Nina Simone cantando Ain’t got no money, I got life (¿no tengo dinero?, tengo la vida, perfecta para la ocasión.

Con la diligencia que me da el no llevar en la parte trasera de la moto, a la que ha sido mi compañera de viaje durante 10 meses, pero con la carga del sentimiento de soledad, vuelvo a sentir el viento en mi cara, y el sol ardiente en mis brazos, mientras viajo por las carreteras malayas.

En el camino, comienzo a pensar en mi experiencia hasta el momento con el pueblo malayo. Un país diferenciado por tres culturas con costumbres y religión dispares, Malaya (musulmana), China (budista) e India (hindú),  pero que sin embargo conviven en perfecta armonía, y he visto con mis propios ojos, el enorme respeto, que se tiene unos por otros.

La mayoría de la población, musulmana, donde las mujeres van con el cabello oculto, y otras con el velo, y ni mucho menos exigen a las demás que lo hagan, incluso he podido comprobar, como en una misma familia, dos hermanas, iban diferentes, una tapada hasta su rostro, y la otra, sin ni tan siquiera ocultar su cabello.

Se interesan por las demás costumbres, y en absoluto rechazan lo foráneo, sienten una gran curiosidad por todo lo que rodea a las demás costumbres.

En el camino, comienzo a pensar, que es lo que hace que un país sea más avanzado que otros, ¿su economía?,  sin duda Malasia, está por encima de nuestro país, su capital Kuala Lumpur, está a unos niveles, que ni Madrid ni Barcelona, llegarán en 10 años. ¿Su cultura?, en este aspecto, Malasia, es multicultural, donde España solo llegó a serlo en tiempos de los califas, cuando convivían en armonía todas las religiones y culturas.

¿Sus recursos?, en este sentido, Malasia, también nos gana, ya que es rica en flora, fauna, minerales, y petróleo, además tiene una conciencia ecológica, anterior a la nuestra, preservando especies, y parques naturales.

¿La educación?, sin duda alguna, los niños malayos, nacen con una gran suerte, vivir en un país, donde debido a su multiculturalidad, aprenden además del respeto por los demás, tres idiomas, el Malayo, que lo hablan todos, el inglés, que es en el que se comunican unas comunidades con otras, y el chino, que toma fuerza en el país, debido a que es la segunda cultura del país.

No, sin duda alguna, a mi corto entender lo que a un país lo hace más avanzado, es su respeto por los demás.

Algo que en nuestra patria, andamos algo cortos, un país en el que solo aceptamos las críticas, cuando solo provienen de nosotros mismos, siempre y cuando no sea de boca de catalanes y vascos. Donde lo más valioso que tenemos, es nuestra diversidad cultural, y lo único que hacemos con ella es utilizarla unos en contra de otros, y meto a todos en el mismo saco. Sin duda alguna, en este aspecto, Malasia es un país que podría darnos lecciones.

No quiero llevar al lector a equívocos, ya que yo mismo, no quisiera tener por vecino, a un magrebí, un rumano, o una persona de etnia gitana, que no me respetara, pero de igual modo no me gustaría tener a un español, que hiciera lo mismo, o ni tan siquiera a esa persona que en las mañanas de los domingos se levanta a las 8  con fiebre de bricolaje, y comienza a hacer agujeros en las paredes, o montando armarios comprados en establecimientos suecos. Tampoco a esa persona empeñada en que los demás escuchen su música estridente, sin consultarle antes. Siempre he pensado, que la libertad de una persona, finaliza, donde empieza la de las demás.

 

INMENSOS PALMERALES Y PLANTACIONES DE TÉ

Así de esta manera, discurriendo quizás más de lo necesario, llego a Ipoh, localidad, donde los chinos, que son mayoría, se hicieron ricos con las minas de estaño, y llegaron a tener calles, donde albergaban en suntuosas casas a sus amantes.

Al haber abandonado la Lonely Planet, me dejo llevar por mi intuición, y consigo llegar al barrio antiguo de la ciudad, donde viejas casas coloniales, se pelean con nuevas estructuras, nada de interés para reflejar en estas crónicas o de manera gráfica, ya que las casas de Georgetown, son sin duda mucho más interesantes.

Paso en la localidad dos días, por dos motivos, el primero, ya sabéis, que me gusta recorrer las inmediaciones, y la segunda, porque mi ordenador, necesita ser reparado.

Aprovecho el día siguiente, para ir hacia el oeste, y recorrer, algo que no deja de sorprenderme de este país, las inmensas plantaciones de palmeras, donde se puede perder la vista contemplando este árbol.

Llego a pequeños pueblos, donde paro a tomar un té paná, que lo toman los malayos, que es con leche condensada. Aunque aconsejo al visitante que tome té tarik, que además lleva especies como canela cardamomo etc. y se mezcla echándolo de un cazo a otro como si se escanciara al igual que la sidra.

Es en estos pueblos donde compruebo que es el único lugar donde se quedan extrañados de ver a una persona no local, pero no porque no la hayan visto antes, ya que en este país viven también muchos occidentales, sino por la curiosidad, que les suscita, el pensar qué puedo hacer allí.

Vuelvo a la ciudad, bajo el monzón, que todos los días por la tarde, sin falta, tal y como si de una cita que tuvieran dos amantes novicios se tratara, hace su presencia por un mínimo de dos horas.

 

CURVAS Y FRÍO

Por la mañana, salgo sin mi ordenador que aún no está reparado, en dirección a Cameron Highlands, a 100 km. de Ipoh.

Cojo la serpenteante y magnífica carretera, que va ascendiendo hasta las tierras del té.

Conforme voy haciendo curvas con la moto, echo de menos dos cosas. El puño en mi costado derecho de Maruxiña, indicándome que vaya más despacio, y la compañía de Kiko y Marc, que sin duda alguna hubieran disfrutado de las curvas tanto o más que yo.

Llego a la cumbre, donde increíblemente paso frío en Malasia, de esta guisa, y acompañado de nuevo por mi inseparable compañero de viaje, el monzón, consigo llegar a la localidad de Tanah Rata.

Esta localidad, en lo más profundo de Cameron Highlands, en realidad, es un pequeño pueblo, que se dedica a solo dos cosas, a las plantaciones del té y fresas, y al turismo, que va a ver estas, y la raflexia.

Me hospedo en una Guesthouse, que me recomendó Yani, que va por delante mía en este país.

Después de una hora en una ducha de agua caliente, consigo entrar en calor.

 

MANTOS VERDES DE TÉ

Saco de mi mochila un libro que encontré en español, en una librería de Bangkok, y en la estupenda terraza de la guesthouse, comienzo a leerlo, ya que no pinta que la tarde vaya a mejorar.

Me percato, que en el mismo hotel ofertan tours para ver las plantaciones y la flor, a unos precios bastante caros. Por la noche, dando un paseo por el pueblo, compruebo que estos precios están cerrados, por lo que el viajero, o se va por su cuenta y riesgo, o pasa por el aro, de las agencias, y tiene que pagar un mínimo de 15 € por cabeza por medio día en todoterreno visitando los lugares de interés.

Por la mañana, y aconsejado por dos chicos de Bilbao, me dirijo a ver unas plantaciones de té, lo único a lo que me puedo dedicar en esta población, ya que esperaré a Maruxiña para ver la flor.

Cojo mi moto, y tomo caminos asfaltados, donde hasta a mi me da vértigo, por los ascensos, y descensos que tiene.

Llego por fin, a un lugar, donde todo lo que me rodean son campos de té, es algo precioso, toda la montaña, cubierta por un manto verde de plantas, salpicado, por algunos trabajadores que hacen sus quehaceres.

Tomo mis fotos, y veo como todoterrenos, pasan por mi lado, cargados de turistas, y se adentran por las plantaciones.

Decido seguirlos, y llego a lo alto de una colina, donde hay una torre a la que se puede subir, y desde allí se divisa, la selva y más plantaciones de té, pero que no vale en absoluto la pena.

Regreso de nuevo al hotel, llenando antes el depósito de gasolina de mi moto, compruebo que la jornada de hoy me ha salido por 0,5 €. Pienso para mí, que seguro que mi padre hubiera estado orgulloso de ver cómo me he ahorrado el dinero de la excursión, y haber visto prácticamente lo mismo.

Cuando llego al hotel, paso la tarde terminando el libro que empecé el día anterior, y quedándome ocioso por el resto del día.

Por la mañana temprano, marcho del hotel, ante la mirada aun atónita de los turistas, al verme con una moto tan pequeña, y que voy recorriendo el país.

Vuelvo de nuevo a Ipoh, donde recojo el ordenador, y prosigo camino hasta Lumut, donde cojo un ferri, por 3,75 € que me lleva a mí y a mi moto a la isla de Pangkor.

 

NEGOCIANDO HOTEL Y COCINA

Cuando llego, comienzo a recorrer la isla, buscando hotel, y comparando precios entre todos. En el segundo que pregunto, me hacen un precio de 16,6 €, por un bungalow nuevo, con aire acondicionado, y baño. El hotel está emplazado en un magnifico lugar, donde a sus espaldas se encuentra la selva, y justo en la puerta la playa.

Al final, y viendo que el precio no baja, decido continuar buscando, y comparando por la isla.

El dueño, un indio llamado Vijay, seguro de haberme dado el mejor precio de toda la isla, me deja marchar, sin intentar bajarme el precio.

Una hora después, tiempo en el que se tarda en dar la vuelta a toda la isla, parando en todos los hoteles, y comprobando que efectivamente, es lo mejor calidad-precio, regreso con intención de ver si consigo algún descuento mas.

Vijay se niega, y miro a su familia que se encuentra almorzando, entonces le digo:

–  Ok, me quedo por tres días, pero con la condición de que tu mujer me enseñe a cocinar comida india.

Comienza a reírse, y me dice que sí, dándome la mano, y palmeando mi espalda.

Inmediatamente, y sin darme oportunidad a que deje mi mochila en el bungalow, me hace sentar, y me pone por delante un maravilloso cuenco de pollo al curry, arroz, ensalada, y me comunica que tiene la cerveza más barata de toda la isla, 2 €, la lata de 65 cl. de Heineken.

Por la tarde, después de haber descansado de la estupenda comida a la que he sido invitado, comienzo a escribir la última parte de mi crónica de Myanmar. Termino cuatro días después, en donde sólo he escrito, y cocinado junto a la mujer de Vijay, platos donde he aprendido el secreto del curry indio para carne, a cocinar pescado con la salsa secreta de su mujer, y también he comprobado, que Vijay, me ha tratado como a un amigo, más que como a un cliente, al final me quedo 6 días.

En los últimos días, recorro la isla, y compruebo que tiene unas magníficas playas, que están vacías, ya que es temporada baja, que la carretera que la circunvala, es muy buena, y el carácter de los lugareños, es entrañable.

En mi último día en la isla, cumplo con una promesa que le había hecho a la mujer de Vijay,  Jyoti, enseñarle a cocinar paella.

Hago una paella de pollo, para 15 personas, el total de todos los trabajadores del hotel, y de los clientes que se hospedan.

Aconsejado por mi amigo Ayen, de Tailandia, lo hago con una variedad que hace las delicias de la familia de Vijai, 20 guindillas rojas, para dar un toque picante, quedan todos muy complacidos con ello.

 

MONOS Y LUCIÉRNAGAS

A la mañana siguiente, abandono el hotel, despidiéndome de todos, y dejando a Jyoti, un sobre con especias para preparar paella, que me pidió, y que llevaba en mi mochila desde que salí de España.

Dejo la isla con pesar, ya que me he encontrado muy a gusto con esta familia, que además de enseñarme a cocinar, me ha invitado a casi todo lo que he comido, y no ha dejado que pagara ni tan siquiera el último desayuno.

En el embarcadero, me indican, que solo debo de pagar el regreso de mi moto (1,25 €), mientras pienso, que es lógico, ¿quien en su sano juicio, iba a querer abandonar el paraíso?

Seguido por las indicaciones de Vijai, marcho hacia Kuala Selangor, una localidad, que en si no tiene mucho que ofrecer, excepto un parque donde por la noche se hace un recorrido en barca para ver las luciérnagas, y una colina, habitada por monos.

Después de una siesta,  ya ha anochecido, marcho al parque, que se encuentra a 6 kilómetros al este de la población.

Cuando llego al parque, compruebo, que el recorrido en barca, vale 10 € la barca, para cuatro pasajeros, pero al  ir solo, debo de pagar la totalidad. Espero infructuosamente en la taquilla, para ver si encuentro acompañantes, que quieran compartir conmigo bote. Harto me voy al embarcadero, y veo, que el recorrido que hace la barca, es solo a la orilla de en frente, también me percato, que cerca del embarcadero, hay un lugar donde se pueden ver a estos insectos. Armado con mi linterna comprada en Myanmar, me interno en el lugar, y veo como miles de luciérnagas alumbran un árbol, igual que si fuera un abeto de navidad.

Quedo maravillado por estos insectos, que siempre me has suscitado curiosidad. Lo malo, es que las fotografías, son casi imposibles, ya que la poca luz que hay en el lugar, hace difícil su captura gráfica.

 

SALIDA A BOXES

De regreso al aparcamiento, veo a dos mochileros, a los que les prevengo que no es necesario que paguen el precio del bote, ya que las luciérnagas, se pueden ver desde el lugar en el que he estado yo.

Para mi sorpresa, es una canaria Tatiana, y su novio francés Patrick, que acaban de llegar al lugar, y buscan hotel.

Conversamos, y al final deciden hospedarse en mi hotel, pasando el resto del día en compañía de ellos.

Por la mañana, después de la visita a la colina del pueblo, donde los monos se acercan sin vergüenza a pedir fruta a los visitantes, emprendo de nuevo camino.

El más accidentado hasta el momento en Malasia, ya que 5 minutos después de partir, habiendo puesto la rueda nueva a mi moto, pincho. Después, al pasar Kuala Lumpur, en la maraña de autopistas y carreteras que circunvalan la ciudad, me pierdo hasta en tres ocasiones. Posteriormente, el cielo comienza a cerrarse, y no llueve sino diluvia, con rayos, truenos y todo lo que el cielo puede llegar a tener en la despensa de la climatología, haciendo que inevitablemente tenga que parar por al menos tres horas. Prosigo camino, y cuando me encuentro muy cerca de Port Dickson, vuelvo a pinchar, en esta ocasión, debo de hacer 5 kilómetros hasta llegar a un taller para reparar la rueda.

Por fin llego a la localidad de Port Dickson, y las vicisitudes no acaban aquí, sino que me encuentro que estoy en medio de la celebración india parecida a la navidad, llamada Deepavali, por lo que la ocupación hotelera en este lugar de playa es casi total.

Comienzo entonces un viacrucis de hoteles, moteles, pensiones y lugares en el que poder pasar la noche, donde los que están libres son caros, y los baratos, están ocupados. Al final cuando la esperanza empieza a mermar considerablemente, y bajo una constante lluvia, encuentro ya de noche, un hotel de carretera, que tiene una habitación limpia, y a precio razonable.

Caigo rendido en la cama, y por la mañana, me percato que el lugar donde me encuentro, poco o nada tiene que ofrecer al visitante foráneo.

 

CON LOS PROTUGUESES DE MALACA

Port Dickson, es un lugar de playa, donde los peces comparten espacio con plataformas petrolíferas, y en los años 90 el bum inmobiliario, sacudió la zona, convirtiéndola, en lo que hoy en día es, algo parecido a una decadente Costa del Sol española, pero con menos oferta lúdica.

Paso el resto del día, en la terraza del hotel, viendo pasar los coches, y poniéndome al día en mis crónicas.

Por la mañana bien temprano, salgo del lugar, con dirección Malaca, ciudad que me han comentado, que vale mucho la pena.

Llego pronto a Malaca, pero no a mi hotel, pues se encuentra en un calle, de igual nombre a un barrio de la ciudad por lo que a toda la gente que le pregunto, me indica la dirección del barrio Jalan Portugués.

Llego a un barrio de pescadores, de las afueras de la ciudad, donde evidentemente no hay ningún hotel, pero sí veo que están montando una carpa, para algún tipo de celebración.

Pregunto a una persona sobre la dirección del hotel, y me dice contrariado que estoy en Jalan Portugués, le respondo, que no que la calle, entonces comienza a reír, y me indica como ir, no sin antes hacerme que baje de mi moto, y que me siente, a tomar un refresco.

En la conversación, observo que tiene acento portugués, y le pregunto por su nacionalidad, aunque es bastante obvia, ya que a la vista salta que es aborigen. El me dice que es malayo, pero que habla antiguo portugués, y que es el presidente de la asociación portuguesa de Malaca.

Cuando le pregunto sobre la carpa que están montando, me comenta, que durante los tres próximos días, van a celebrar los 500 años, de la llegada de los portugueses a Melaka, y que por supuesto estoy invitado a ver todos los actos, que además está contento que un español asista.

Me despido de él, prometiéndole mi asistencia, y marcho hasta el hotel, recomendado por mi amiga Yani, y que en absoluto decepciona.

Se encuentra en el precioso barrio antiguo de la ciudad, y está regentado por dos chicos que son pareja Penny (Taiwanesa), y Kent (Malayo), la amabilidad personificada.

Al abrir mi ordenador, compruebo que la reparación de Ipoh, ha sido una chapuza, y vuelve a estar roto. Kent, muy diligentemente, se ofrece a acompañarme a la tienda de un amigo suyo, para ser reparado.

 

TÍO DE NUEVO

En las horas posteriores, hago lo más español que se me ocurre, dormir la siesta. A las cuatro de la tarde, hora Malaya, un mensaje en mi móvil, proveniente de mi hermana mayor Rosario, me comunica que Pablo, mi tercer sobrino, e hijo de mi hermana Ana, acaba de llegar a este mundo.

En la tarde, decido comprar unas cervezas, para en la noche, celebrarlo con Penny, Kent, y otra taiwanesa que se hospeda en el hotel. Desde el Taravitazo, ahora en Malasia, le doy a Pablo la bienvenida, y brindo porque tenga una vida larga y feliz.

Por la mañana, recorro el barrio antiguo de Malaca, y veo la gran influencia portuguesa, y china que tiene la ciudad.

El sitio en donde se sitúa la ciudad de Malaca (Melaka en malayo) fue el centro de la historia del estado del mismo nombre. Fue la capital del sultanato de Malacay el centro del mundo malayo entre los siglos XV y XVI tras la salida de los malayos de Sumatra y antes de la llegada de los portugueses en 1511. Los siglos de colonización portuguesa, holandesa y británica así como el desarrollo de la cultura china ha influenciado la arquitectura de la ciudad.

La mayor parte de las atracciones turísticas se concentran en el pequeño centro de la ciudad.

Uno puede caminar por la Jonker’s Walk en la que se suceden una fila de casas-tienda pertenecientes a la arquitectura de Peranakan, y perderse durante horas. En el área de Bandar Hilir se encuentra la fortaleza de Famosa, S. Paul Hill y muchos museos.

 

CIUDAD PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

Otro lugar en el que se puede degustar la paz solo hallada en lugares de meditación y recogimiento espiritual, es Pulau Melaka, una isla formada por terreno ganado al mar, en la que al final está situada la mezquita de Masjid Selat. Muy parecida a la mezquita flotante de Georgetown, pero con mas encanto en mi opinión.

El 7 de julio de 2008 la ciudad fue incluida por la Unesco en la lista del Patrimonio de la Humanidad, algo desde luego muy merecido.

Por la tarde, marcho a Jalan Portugués, junto con Penny, y tres huéspedes más del hotel, haciéndoles un servidor de guía improvisado.

Llegamos al lugar, y como los actos aun no han comenzado, cenamos en la terraza de un restaurante, entre música portuguesa, amenizada por los dos grupos venidos de Lisboa, que ensayan antes de la función.

Ya después de la cena, comienzan los actos, abiertos por el presidente de la asociación portuguesa que me invitó, y el gobernador de Malaca, que ha venido para la ocasión acompañado, cómo no, de las cámaras de televisión, y numerosos medios de información.

Después del discurso, comienza la música, un total de 6 bandas, se van alternando en el escenario, mientras hacen las delicias del público. Entre la gente, coincido con Danuta, una chica catalana, que se encuentra de viaje, y con la que me quedo en el baile hablando hasta las tres de la mañana, hora en la que nos vamos, aunque la fiesta continúa.

Por la mañana, quedo con Danuta a comer, y me despido de ella, intercambiando información, y deseándonos ambos buena suerte en la continuación de nuestro viaje.

 

PUÑETERA INFORMÁTICA Y PASTELES CHINOS

Posteriormente, Kent, me avisa que mi ordenador, tiene un problema, y que debo de ir a hablar con la dueña de la tienda.

Cuando vamos a recogerlo, la dueña me da una mala noticia, solo hay posibilidad de arreglarlo, dejándolo por al menos 10 días, pues no tienen el repuesto, por lo que para mí es demasiado tiempo el estar parado en un lugar, y debo de marchar con la intención, de que a principios de diciembre, que vuelvo a Kuala Lumpur, intentar repararlo allí. Como consecuencia, deberé seguir escribiendo en cibercafés, locutorios o en los ordenadores de los hoteles cuando los haya.

A la vuelta, me percato que esta ciudad, tiene numerosas pastelerías, y me entero a través de Kent, que los pasteles chinos de la ciudad, son famosos en toda Malasia, algo perfecto, pensando un servidor, que en dos días, es mi cumpleaños, y será una ocasión perfecta, para invitar a tarta a Kent y Penny.

Paso la tarde de relax en la terraza de la calle del hotel, viendo el ir y venir de la gente, que se dirige al mercado nocturno, mercado que visitaré al día siguiente, ya que los sábados se encuentra saturado de visitantes.

Por la mañana, después de poner al día mis crónicas, salgo a almorzar, lo hago en un restaurante de la vieja ciudad, donde el plato estrella es Laksa. El Laksa, es una especie de sopa, cuyo ingrediente principal son mariscos, o al menos una pequeña representación de ellos, tres tipos de fideos, huevos, y alguna albóndiga de pescado china. Hay un par de variedades de éste, con coco, picante, y sin coco picante, pero con pescado de lata. Cuando lo pruebo y degusto lo delicioso del plato, quedo gratamente complacido, y decido tomarlo más a menudo.

En los días posteriores, me dedico a degustar con tranquilidad esta ciudad, a pasear por sus calles, a saborear el tiempo, junto a una bebida de cereza y lima, mientras unos abuelos juegan a las damas chinas. Recorro todos los recovecos, de la ribera de su canal, su barrio Kampung Morten, donde se puede apreciar la arquitectura tradicional malaya en sus preciosas casas de madera. El cementerio chino, y ver cómo las antiguas tumbas, se mezclan con las modernas, o simplemente el ser sorprendido por la tormenta diaria que el monzón deja caer sobre la preciosa ciudad de Malaca.

 

INDONESIA AL FONDO

También, un día subo con la moto, hasta Jalaban Puteri, el cabo más cercano a Indonesia, y dónde se puede apreciar el paso de barcos, por el estrecho de Malaca, mientras saboreando un té Tarik (Té con leche canela y otras especias), observo como unas pescadores reparan sus aparejos y redes de pesca, ante la atenta mirada de unos gatos, esperando algún manjar olvidado en las redes.

El día 3, es hora de partir, y dejar a tras la ciudad más bonita que he visitado hasta el momento en Malasia. Prosigo camino hasta la punta más meridional de la península malaya, para después bordear la frontera con Singapur, y comenzar de nuevo a subirla por la costa este.

Siento que en esta tierra, aún me aguardan lugares por descubrir, gente que conocer, y con la que seguir sorprendiéndome ante su amabilidad o su visión en la vida. Aún me queda por degustar su maravillosa gastronomía, de la que tengo un gran interés en continuar aprendiendo. Que retomar la costumbre que casi tenía olvidada, viajar sin prisa, sin tiempo definido por un visado, y sobre todo, con la libertad de tener transporte propio, algo que cada día va tomando más relevancia en mi pensamiento.